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jueves, 30 de diciembre de 2010

12

Tengo el pensamiento atorado en el 12 desde hace minutos, horas o días.

Las doce uvas, las doce campanadas, las doce de la noche, los doce minutos para las doce, los doce deseos.

Y voy de uvas a vino, no se si tomar doce copas de vino en vez de atragantarme con uvas y perderme en el camino de los deseos por pedir.

Los doce deseos son uno, y los enumero mientras veo un atardecer del agonizante 2010...

1. abrazarte desde el cuello
2. tocar tu cara con el índice derecho, lentísimo
3. inhalarte/exhalarte tántricamente
4. carcajearnos con esas historias que me cuentas en la barra de la cocina
5. sentirte con los ojos
6. dormir enredados
7. comernos otra sopa de mejillones
8. besarnos sin prisa y con pausa
9. acariciarnos con el aliento
10. ...xxx...
11. caminar juntos la calle de Donceles parando por un café con la libanesa del Café Río
12. bailar una calmadita en el...¿New Orleans?

Poco antes del atardecer. Foto: S
Todo mientras me quedo muda, sola, en el estacionamiento del súper, viendo las vías rápidas sobre mi cabeza, la bandera, los miles de coches pasar, en ésta, mi ciudad, que no es la tuya, que esta aireada, con vientos locos que no sé de dónde vienen, limpiándose de todo, para llegar renovada al 2011.

Seguro ya anotó sus doce deseos, al igual que yo...

Solo falta desearlos demasiado mientras las doce campanadas para que se cumplan, cerrando fuertísimo los ojos, con ganas de llorar de tanto deseo.
Como si tuviera...¿doce años?

Mujer

Mujer. Foto: "x"














Casualmente los días que no trabajo, que no estoy envuelta en una rutina, son los días que deberían ser diferentes, especiales, peculiares y mágicos.

Y, casualmente, son los días que mas normal me siento, mas terrenal, mas común y corriente.
Mas frágil, mas estática, mas vulnerable.

Vulnerable al día de 24 horas.
Débil ante la soledad relativa pero fuerte al mismo tiempo con acompañamientos abstractos y tangibles.


He aprendido muchas lecciones a lo largo de un año.

Un año que ha parecido toda una vida.

Un año en el que tengo que reconciliarme con esa, ésta y aquella.

Un año, del que quedan dos días.
Del que faltará un mes para festejar mi Imbolc y recordarme que hace un año tenía la fuerza de una Diosa.

Si, la fuerza de una Diosa para morir, sobrevivir, para vivir de nuevo y para resucitar en miles.

Para llegar a ser lo que soy: una mujer, de carne y hueso con alma que siente y vibra.

martes, 28 de diciembre de 2010

¿qué pesa más?

A veces no sé que pesa mas:

La ausencia, el tiempo, la distancia, las ganas, lo incorpóreo, lo que falta, lo que no sabemos, los días que pasan en forma de pasado inmediato, el presente que nunca es el mismo, o el futuro que no pienso.

Eso pasa a veces, solo a veces, en forma de melancolía extraña.

lunes, 27 de diciembre de 2010

Post-navidad en espirales

Entre fiestas navideñas y un agonizante 2010, mientras tejo historias tuyas y mias, las destejo y cambio de puntadas, te mando espirales que esperan los comienzos del 2011, ansiosos, deseosos y emocionados.

Y después...
Después ya veremos que planes nos tejen los días...


Espiral nocturna. Foto: Yuni

sábado, 25 de diciembre de 2010

Navidad

Para ti Yuni, que estás siempre, 
desde que no tengo memoria...

Mesa en Abasolo, foto: S 
Para llegar al Imbolc no se necesita la Navidad antes.

Ya sé porque tengo ésta revoltura, y es que cercana a una Navidad abandoné a la que habitaba en mi.

Parece ser que la encerré en un lugar sin puertas ni ventanas.
Sin darle mayor explicación.

Y hoy, una Navidad después, me pide explicaciones.

No me reclama lo que dejé que la acompañaba. No me reclama los sucesos que hubieran ocurrido de haber seguido aparentemente libre.
Me reclama el haber cenado en un mantel que era suyo, pero sin estar ella. Me reclama haber cenado con unos cubiertos que ella compró, estar en un lugar con un árbol de Navidad que ella compró. Lleno de adornos hechos por ella, pintados por ella, comprados por ella. Un árbol que tiene guías de cristal que estaban "hechas en India" el día que pagó por ellas.

Me reclama hacer el bien por los demás cuando lo debo hacer por ella.
Que debo liberarla para vivir junto conmigo en éste presente y en el futuro, acompañándonos del pasado.

Y tal vez, no hay mejor remedio que invitarla a comer hoy en ese lugar donde me he sentado desde pequeña, donde las cosas que hay, el mantel sobre el que comeremos comprado en la Provenza, los cubiertos que han estado allí desde que tengo memoria son los que nos hicieron lo que somos las dos el día de hoy.

Juntas, ella y yo, para encontrarnos de la mano con un mañana apacible, sencillo y aparentemente normal, donde no haya mas que anormalidades tsunámicas que las que nos hagan vibrar como las cuerdas de un bajo.

Contigo Yuni, las dos contigo, porque sé que tu nos das un abrazo en el que cabemos las dos, sin preguntas, sin respuestas, sin nadas y con todos, con nuestros sientos y nuestros piensos.

miércoles, 22 de diciembre de 2010

Hoy

Hoy empezó la cuenta regresiva.

Empiezo a contar de atrás para adelante, a tachar calendarios, a hacer planes para romper.
Empiezo a sentir proximidad. Cercanía, unión.

Pero solo empiezo con ésta cuenta regresiva, para las demás no hay calendarios ni agendas que aguanten el conteo como cuando va a despegar un cohete.

Hoy.

Hoy no hay mas que lo que tenemos ahora, en un ratito, en un mes.
Después de eso, simplemente no podemos contar el tiempo.
El tiempo se irá acercando sin nosotros darnos cuenta, porque de eso se trata.
De no darnos cuenta.
No planear.
Solo sentir.

domingo, 19 de diciembre de 2010

Yuni

Yuni, Valle de Bravo Foto: S
De Yuni no se nada, pero sé todo a la vez.

Un día caminando se tropezó conmigo, y así como de vez en cuando ocurren los milagros, que -o los son completos, o no son milagros-, tal como él dice, empezó un milagro.

Ni él ni yo esperábamos tropezarnos, pero sucedió, y no hubo ese momento en el que tal vez das media vuelta, o un paso a la izquierda o a la derecha y simplemente sigues el camino que ibas caminando.

No.

Con Yuni eso no podía suceder.
Eso era parte del milagro.

Pasó como cuando puse una moldavita en la palma de mi mano por primera vez en la vida: sentí un cosquilleo eléctrico y me dijeron: "póntelo en la frente, donde está el tercer ojo", y obedeciendo lo hice enseguida para sentir cómo el chispazo se apoderaba de la piel entre mis ojos y supuestamente se me alineaban los chakras (eso realmente no sé si sucedió, me siento perfectamente desalineada, y así me gusto).

La electricidad fué tenue, pero constante. Cosquilleante y energizante. Emocionante.

Y es que Yuni es totalmente diferente a lo que nadie puede imaginar.

Yuni es conmigo lo que siempre ha querido ser y haber sido...-y no es petulancia de mi parte-, es que simplemente entre nosotros corren las palabras, las miradas y las energías y sinergias sin problema alguno.
Sé perfectamente cómo hacer reír a Yuni y el a mi.

Jamás, desde que nos tropezamos he pensado: "no puedo decirle ésto a Yuni, tendré que cambiar las palabras, o tal vez no decirle porque no sé cual vaya a ser su reacción".
Jamás le he mentido.
No hay necesidad con Yuni.

Yuni es diferente.
Yuni ha visto una ballena a tres metros de distancia.
Yuni ha sido bucanero.
Yuni ha sido militar.
Yuni no tolera el ajedrez, pero en cambio es aficionado casi profesional a los origamis.
Tiene tantas vidas como un gato y en otra vida fué deshollinador en algún país de Europa.
Es experto leyendo runas y tiene un amigo de la infancia que acaba de ser abuelo y entonces decidió dejar de ser mudo y tartamudo (Si...ese amigo, a veces era mudo o tartamudo, dependiendo de las circunstancias y según su antojo).
Ha viajado por bosques y casi se ha congelado en Siberia. Ha volado en globo en el desierto en Túnez. Ha bailado sin parar alguna noche. Ha estado en contra de muchas cosas y a favor de miles de otras. Ha sido hermano mayor, -igual que yo-, y ha tenido que ser ejemplo para ellos desde que era un adulto pequeño.
La vida lo hizo responsable a temprana edad y responsable se hizo.
Por su mente viajan números, poemas y notas musicales en re mayor, do menor y en clave de sol.
Los martes que son días de guerra el los dedica a la música, su mas grande pasión.

Yuni saca sus patines muchas veces. Otras toma cafés y platica con frikies.
Una vez le leyeron el café y le dijeron: "Yuni, la mujer de tu vida tiene cosas que le cuelgan de las orejas".

Un día estaba caminando en un parque y se encontro con gaviotas.
Yuni pensó por un instante que estaba en el mar cuando de un respiro se dió cuenta que donde caminaba no olía a sal. Olía a concreto y a diesel. Estaba en la ciudad rodeado de gaviotas que viven a mas de 300 kilómetros de ese lugar.
Contó noventa y tres ese día, y desde entonces las hizo suyas y ellas lo hicieron suyo.

Un año, no hace muchos años, Yuni tuvo una hija.
Una princesa con sangre de muchas etnias en su cuerpo.
Así tenía que ser. Yuni no podía tener una hija que no fuera princesa de muchos lugares nacida de su sangre.
Es la única princesa de sangre azul pura que se conoce en el planeta...
(es por eso que Yuni de repente se vuelve monárquico...tiene una princesa por hija, pero eso es un secreto que ni él sabe)

¿pero que hay con Yuni, después de todo ésto?

Pues que Yuni...
Yuni es un ángel.
Una vez le hicieron una escultura a la que le llamaron "El Angel Caído"
Pero Yuni estaba mas erguido que nunca.

Yuni.

Yuni es mi centro y mis lados.
Me equilibra y me desequilibra cuando es necesario.
Toca las cuerdas justas y precisas en mi, tal como lo hace en su bajo, para hacerme vibrar y sentir ésta vida.

Yuni dice que soy especial, que soy diferente, que soy única.
Lo dice y lo siente.
Y yo lo siento cuando lo dice.

Yuni es mi ángel, Yuni es mi sentido. Somos nuestro camino.
Somos nuestro milagro.
Sabemos cómo ríe el otro, por qué y cuando es necesario.
Simplemente, somos, y seremos.

lunes, 13 de diciembre de 2010

Arrebato

Desde que amanecimos, el día 13 comenzó con arrebatos.

Pero la realidad es que los arrebatos vienen desde un día 21 en forma constante, caprichosa e inconexa.

Un día decido volverme ermitaña, otro monja, otro llevar(nos) a un punto sin retorno en el que no puede "casi" haber mas allá.

Ayer decidí volverme Penélope y tejer(nos) hasta que el destino nos alcance.

Y los arrebatos van y vienen cada segundo en forma de palabras que tratan de atrapar y expresar sientos que quieren irse, lanzarse en desbandada hacia el otro pero se quedan atorados mientras tanto...

¿mientras tanto?

Si, mientras tanto (te veo, te toco, te siento, te respiro)

Porque mientras tanto, solo nos quedan arrebatos que se quedan parados frente al otro a la orilla de un enorme mar donde no quieren ser traidos de nuevo por las olas que nos explotan frente.

Mientras llega o se fué la séptima ola.
Mientras esperamos.

Mientras tanto...

(y mientras tanto, en un arrebato inconexo hasta te digo, o puedo llegar a decirte: "cásate conmigo"...¿tu y yo, que no creemos más en matrimonios, ni siquiera de los inventados?

Y entonces optamos por tomar vino, mientras tanto...)

sábado, 4 de diciembre de 2010

Ermitaña

No sé si es el jingle bells en versión chill out que oigo en mi Superama desde el dos de noviembre, o es el frío-calor-frío, o el exceso de trabajo, o los problemas que me ocasiona en el sistema nervioso el sacerdote mulato de vez en vez...
O el tránsito navideño, o los días de pago, o las ausencias necesarias y obligadas mas no deseadas.

El punto es que me doy cuenta que me estoy volviendo una ermitaña por gusto y con placer. Sin ruido y con escándalo...

Tengo fiesta y no quiero ir, cambio el plan por un cine tranquilo cruzando la calle.
No tengo dinero y paso un día de compras en el centro, -peor lugar o día o mes no hay para ir al centro e intentar turistear, tratar de reír y caminar sin rumbo fijo...

Hace un par de semanas anuncié categoricamente, al no haber ya nadie que espere al Santa Claus con regalos de una lista inexistente, que no pondría un solo adorno...

Y héme aquí, después de una visita chilling out al Superama, comprando dos peluches de muñeco de nieve con dos espirales en los cachetes...

Y héme hoy, visitando el centro, en una tienda donde había navidad hasta en el techo, buscando un arbol navideño discreto, sin verdes, rojos y dorados, anti gatos, pro-grinch para poner antes del lunes que llegan las dos criaturas que mas quiero en éste mundo terrenal, -y el no terrenal-, haciendo ese esfuerzo con mi adorada hermana por hacer mas cálida esa fiesta que no quiero que llegue...
Y empiezo a escuchar unas notas. Una canción. Nada navideña. Nada que ver con el entorno, mientras sostengo en mis manos dos esferas de cristal con espirales...
"Contigo", de Sabina...
Y me entran verdes ganas de estrellar las esferas en el piso, -de esas ganas que nunca se concretan por justa o injusta que sea la vida-...
Y me entran ganas de ir corriendo como ermitaña a mi casa, la que huele como la casa de mi abuela, a buscarte dentro de las pocas cosas navideñas que saqué de mi separación de bienes...
Tan pequeña la bolsa...que solo tiene cinco cosas...

Solo sé que te extraño...y que si existiera el gordo barbón de rojo, le pediría que me diera unos segundos, solo unos, para abrazarte y susurrarte al oído lo que me haces falta...

jueves, 2 de diciembre de 2010

Las auroras boreales

Muchos meses antes de llegar a mis ocho lustros decidí que quería conocer las auroras boreales (o las australes, da igual...)
Y si no, ir a Marruecos.

Y recuerdo que alguien  me dijo..."¿te has puesto a pensar, que tal vez la otra persona, tu pareja, no quiere ir contigo a conocer las auroras boreales?, tal vez quiera ir a otro lugar y no comparte ese gusto o interés contigo".
La verdad es que me pareció inconexo ese razonamiento y me lo sigue pareciendo.

Ayer comí con mi amiga Gitana.
Ella siempre escoge un lugar en el mapa mundi.
Dice "allí quiero ir".
Y le contestan, "muy bien, allí irás"
Pero llegan con boletos para ir a otro lugar, pese a que ella siempre señala con el dedo índice la India.

Yo quiero ir a Marruecos a comer cous-cous y a desmañanarme viendo las auroras boreales en Alaska o Finlandia o al sur, sur de Chile.
Y estoy segura que iré acompañada, contigo, sin planes o rompiendo cualquier plan como siempre lo hacemos sin razón alguna pero con placer mayúsculo.
Y que estaremos felices en ambos lugares, disfrutándolos por igual.
(aunque haya sido mi idea...)

sábado, 27 de noviembre de 2010

Las niñas

La niña. Foto: S
De chicas éramos las niñas.
Y nuestras posesiones giraban en torno nuestro.
La recámara de las niñas.
La fiesta de las niñas.
Los jugetes de las niñas.
Y mis hermanos, simplemente eran los gemelos.
Los hermanos de las niñas.
La recámara de los gemelos, los amigos de los gemelos...

Esto se ha trasladado a éstos días.
Mis hermanos nos siguen diciendo "las niñas", y nosotros a ellos "los gemelos"...
Y, se ha heredado a la siguiente generación.
Hay dos nietos-sobrinos-mis hijos.
Hay dos nietas-sobrinas-las hijas de mi hermana.
Los cuatro son ahijados de los cuatro hermanos, de una u otra cosa.

Y ahora, las niñas están conmigo.

Y en este momento, la mas pequeñita está dormida a mi lado.
Respira sin ruido, se mueve lentamente pegándose a mi cuerpo.
Pongo la mano en su espaldita, le peino con la otra mano los chinos güeros.
Y mientras, trato de sentir qué soñará ella.
En galletas, en princesas, en mami y papi que no están el fin de semana. En dormir en mi cama (donde sé que no dormiré pensando si se cae o no al suelo), en juguetes y en la escuelita.
Y trato de imaginar su futuro mientras oigo a la otra niña platicando con el grande de los niños que estudia Física.
Trato de imaginar si le dolerá a ella tanto el corazón como a mi me ha dolido.
Si le costará enamorarse.
Si querrá casarse como yo digo que ya no quiero.
Si extrañará como yo extraño hoy a ese hombre que es mi otra mitad.
Si le dolerá un parto como a mi me dolieron dos.
Si la lastimarán.
Y trato de escuchar su silenciosísima respiración, y entender si me dice algo de su futuro.
No quisiera que alguien lastimara a las niñas.
No quisiera que sufrieran.
No quisera tener que oir su respiración hablando en lamentos y en dolores.
Pero sé que así será.
Todos tenemos que sufrir para ser fuertes. En menor o mayor grado.

Es parte de la magia de la vida.
Y ellas serán grandes magas.
Mejores que yo. Mejores que sus tías, abuelas y madrinas.
Eso deseo, eso quiero para ellas, y también para esa otra niña que no es mi hija, pero que hoy bailó y acabó haciendo magia también.

viernes, 26 de noviembre de 2010

El órden

Tal vez todo radica en que las diosas no tienen (no se si decir "tenemos") órden.
Todo es caprichoso y se hace y piensa al andar.

O tal vez la razón es que por primera vez en la vida necesito poner la vida en un excel.
Y el problema de la razón es que no soporto el excel.
Lo abro unicamente los viernes, con pequeños pinchazos en las teclas de la computadora.
No me atrevo a apretar fuerte. No vaya a ser que los cuadritos se salgan por la pantalla y me ataquen asesinándome.

Siempre he sentido que la vida se va y no con seriedad. Y siempre he sentido que tengo 15 o 18 o 9 años, -según la ocasión y el humor-, y que todo tiene una solución.
O visto desde otra perspectiva, como si yo fuera espectadora en mi propia vida, me veo actuando muchas veces en algo que parece una comedia...

¿Será que por primera vez en mi vida, me estoy tomando la vida en serio?
No me gusto así...

jueves, 25 de noviembre de 2010

Cansancio acumulado

Tengo cansancio acumulado inexplicablemente.
El sábado y el domingo no me levanté mas que para ir a la cocina.
El domingo fuí a "librear" menos de dos horas y salí con siete libros en super oferta.
Esa fué mi única actividad...
Apenas es jueves y siento que el cansancio se me cuelga de los ojos, las orejas, los dedos, me abraza desde el cuello, me pesa en las piernas, me llena completamente...
Tanto que dejé hoy la oficina para meterme a la cama a las tres de la tarde.
Esas tres de la tarde se convirtieron en las cuatro y media.
Y ví que dormí lo que aparentemete fueron seis horas y solo fueron cuatro minutos.

Y entonces empezó una hiperactividad que es como el cansancio atacado por la adrenalina: cociné un curry con leche de coco y brotes de bambú (extraña combinación...), una olla de sopa de verduras. Comí medio chocolate.
Caminé y caminé sin ida y sin vuelta del estudio a la cocina a mi cama.

Siento el cansancio en el cuerpo, pero la mente no me deja descansar.
Le dá la órden al cuerpo: estoy revolucionada, no puedes descansar mientras yo no decida dejar de pensar. Dejar de obsesionar.
Y la mente ha decidido dar vueltas a la vida, ha cuestionado el futuro, ha querido llorar de cansancio pero no se lo ha permitido, ha querido leer, pero ha dado la órden a la mano y a la otra mano de no coger el libro, solo verlo al lado.
Ha ido a tomar jugo de arándanos, agua sola...
El cuerpo trata de prepararse para esa cena, pero la mente le está diciendo...
"Andale...vé...Mañana trabajas desde las siete...
No tienes hambre...
Seguro tomarás una copa de vino y estrellarás la cabeza en la mesa quedándote profundamente dormida con tus anfitriones...
Intentalo...la otra es que te quedes dormida manejando de regreso...
Si es que no te quedaste dormida en el baño, en el sillón de la sala...
O ahora mismo..."

Pinche cansancio acumulado...
Me pesa en los ojos como no recuerdo me haya pesado nunca....

miércoles, 24 de noviembre de 2010

Lorenzo

Desde siempre, lo conozco generoso.

De hecho, yo siempre lo platico como el hombre mas generoso que se ha aparecido en mi vida, cuando en realidad fui yo la que se apareció en la suya.

De pequeña me platicaba la historia de la cicatriz que tiene en la barbilla.
Es una rajada horizontal que debe medir unos dos centímetros.
Decía que en Timbuctú habia luchado contra un cocodrilo. Una lucha feroz donde dejó al cocodrilo inmovilizado y lo único que le quedó como recuerdo fué una línea de dos centímetros en la barba.
Lo recuerdo platicándomela acostado en un sillón, y yo encima de él, sentada en su gran pecho escuchando y comiendo atentamente cada palabra que salía de su boca con dientes perfectos.

Cada domingo comidas con sus amigos, -tertulias inimaginables con personas perfectamente diferentes unas de las otras-, él sentado en la cabecera de la mesa, siempre riendo.
Siempre había vino: Gran Sangre de Toro, del que siempre quería los toritos.
Siempre amigos en su escritorio en el taller. Siempre visitas extrañas. Desde un luchador de lucha libre, hasta un investigador privado, hasta ex-gobernadores, que mujeres solteronas que estoy segura tuvieron que ver con él, o él con ellas.

Cuando cumplí 18 años me dijo: "Toma ésto, Güera", y me dió una tarjeta de crédito, doradita toda, sin límite, mientras decía: "Para que algún día, si sales con un pendejo, y no tenga para pagar la cuenta...sacas la tarjeta, y le dices: "yo pago"...

No entendí la importancia o no importancia del hecho. De hecho, no me importó, ni me emocionó. Fué un arma letal años después para él, que si hubiera sabido las consecuencias, no me la hubiera dado ese día. O me hubiera dado una con un perfecto y real límite de crédito.

...Si hubiera sido generoso pero con límites..., pero no, siempre desmedido...
No puede ser de otra forma. No es su naturaleza.
Bastaba con levantar el dedo, para que se desviviera, para cuidarnos, procurarnos, sacarnos una sonrisa...

El es así. Fué y lo seguirá siendo.

Deja lo que sea en el momento que sea, con una gran sonrisa con sus perfectamente alineados dientes, para ayudar.

¿Esa generosidad se transmite geneticamente o podríamos inventarla por generación espontánea?

martes, 23 de noviembre de 2010

Jade verde

Cuando escuché el nombre me gustó.
Sonaba a Yucatán, a mundo maya, a Palenque, a tumba con ofrendas en verde por supuesto.
Sonaba a algo imaginario.
Sonaba a lo que olía, a lo que olía en mi, a lo que llevaba puesto...

Salimos a cenar como una "ordenada y ex-disfuncional" familia, y mientras compartíamos la mesa, enumeraba mentalmente las cosas y hechos que ya no son tolerables para mi.

Desde mucho antes de empezar a cenar.
Desde el coche y los sentidos contrarios (dos), la calle prohibida....el semáforo en rojo.

Llegando al lugar, el estudio minucioso de los precios, el comparativo de la copa vs la botella de vino...
¿qué cual quiero?

pues el que se te dé la rechingada gana...que lo que opine, o el que quiera, seguramente será mentalmente sumado y cuestionado al total de una cuenta que lleva veintiun años...

Pero eso solo lo pensé...contesté amablemente un "el que quieras"---

Y así transcurrieron dos horas, después de pelear mas salsa para los  ravioles, que si cobraban por órden...que por qué...que no debería ser...
Hasta los treinta pesos del estacionamiento...que si con el sello convenía, que si sin el sello...
Para una diferencia de 30 vs 32 pesos...
Para nada...para dos pesos.

Para que al regreso les dijera a los dos que me importan, ya que estábamos solamente los tres en camino a nuestro hogar:
"Niños...necesito que siempre sean generosos en la vida. Siempre. Es una regla de vida, de convivencia. Es obligatorio."

"¿Por qué lo dices Mamá, por algo en especial?"

"Si. Porque hay que ser generosos en espíritu, hay que dar siempre todo, no a medias.
Hay que ser completos y no compartir media alma...
Hay que gozar. Hay que vivir...
Así sean con sus novias, con sus amigas, con sus amigos, entre ustedes...como hermanos...
Siempre. Es una regla de vida, una obligación de vida. Un modus vivendi..."

"Si Mam, así seremos..."

Llegué a prepararme para dormir, con sueño pero con un algo que me llevó a abrir la puerta con cremas y aceites y algodones y etcéteras que abro y cierro varias veces por las mañanas y por las noches...

Tres, cuatro horas antes la había mal cerrado, o mal acomodado, o mal puta-madre-lo-que-sea las puertas.
Y horas después, la abro y en un parpadeo oigo algo que se estrella en el suelo.

Tardé fracciones de segundo en querer entender lo que había pasado...

Si.

Ese Jade Verde, ese que viajó de Hong Kong a España y a México a través de varias manos.
Ese que me había puesto solo en contadas ocasiones.
Ese que me regaló quien ocupa mis piensos y se acomoda en mis sientos.
Ese se estrelló en el piso para dejar un instantáneo charco verde que soltaba circulitos de jade que se metían en mi nariz mientras mi boca solo emitía un llanto-grito-gemido que decía en una voz que no era mía: "no puede ser"...


Y empecé a llorar lágrimas verdes, mientras mis hijos mostraban su generosidad dándome abrazos que valen mas que mil jades...pero no llegaron hoy, por lo menos hoy,  a camuflajear los miles de extraños ni intraños que se me partieron en el alma cuando se partió el vidrio del verde jade.

lunes, 22 de noviembre de 2010

Ni un paso atrás

Castro, 1959, foto del NY Times...¡genial!
Eso pensé cuando leí: "da diez pasos atrás"

Ni muerta.
Ni aunque me paguen.
Ni aunque me obliguen.
Ni aunque haya olvidado algo.

Esos pasos se dieron, y solo me he regresado en secundaria, en un cuaderno cuadriculado, cuando hacía mal un problema de matemáticas y tenía que regresar los pasos para llegar al resultado correcto.
O cuando pierdo algo, y regreso mis pasos en la mente para visualizar dónde quedó el arete que perdí, o el libro, o la bolsa, y casi todos los días, las llaves...

Puedo nadar de dorso y muy bien, pero avanzando hacia adelante.
Puedo caminar hacia atrás para tomar una foto donde no sale completo el árbol o el cielo, o una fachada que me gustó para que salga de lleno en la mira.
Puedo poner la reversa en mi coche plateado, pero para luego meter el clutch y meter primera, y segunda y así hasta quinta.

Pero no dar pasos hacia atrás.
Caminaría sobre un camino que ya no existe.
Que ya pisé.

Es como cuando camino en la playa...
Cuando voy de regreso, maniaticamente-obsesivamente-quisquillosamente, no me gusta pisar mis huellas de ida.
Me gusta marcar nuevos pasos sobre la arena mientras oigo las olas a mi lado que se mecen con mis ritmos mientras el sol me quema la espalda o los hombros y seguramente traigo un paliacate en la cabeza...

Ni ahí piso mis propios pasos.
Y como dijo Fidel Castro alguna vez (gracias mi Haijin), "Para atrás, ni para tomar impulso"

domingo, 21 de noviembre de 2010

Las mudanzas

Un día, hace años, no me levanté de la cama.
O tal vez fueron varios días. No lo sé.
Lo he olvidado, solo queda un vago recuerdo muy difuminado.

Solo supe que dejar la última casa me dejó sin ganas de levantarme.
Tal vez era una "depresión post-mudanza" y yo no lo sabía en ese entonces.
Lo supe hoy por la mañana al abrir los ojos y no sé cómo lo diagnostiqué.

Esa no era mi primera mudanza, era la séptima contando dos departamentos en un mismo edificio.
Para ese entonces yo había nacido y crecido en dos casas.
Me había "recién casado" en dos departamentos.
Me había embarazado y dado a luz a dos hijos en otro departamento.
Habían caminado y armado rompecabezas, cocinado galletas y tenido fiebres y miedos por la noche en otra casa.

Y la séptima, no me gustaba y me tenía en la cama sin poder levantarme.

Porque la anterior, la de los rompecabezas, había sido mi casa favorita...
Era toda blanca.
Tenía un jardín interior. Pequeñito...
Una cocina con un ventanal enorme. Era blanca y perfectamente amplia y compacta.
Teníamos un conejo mini lop. Era conejo, pero después descubrimos que era coneja, cuando amanecimos con siete ratitas sin pelo esparcidas por el garage (la historia de cómo se embarazó, es otra historia)...
El estudio daba a un parque que tenía una enorme pared de lava.
El vecino todas las mañanas, puntual, a las 8:00, iba a dejar migajas de pan para las palomas, que bajaban en cuanto lo oían abrir la puerta.
Subía a la azotea a ver atardeceres anaranjados y espectaculares con la roca de lava a mi costado.
Escuchaba la campana de la escuela de mis hijos cuando terminaban las clases, y a veces llegaba a oír sus gritos y risas en recreo.

Yo no podía seguir mudándome.
Por eso no podía levantarme de la cama de esa casa nueva que no me gustaba.
Era demasiado caliente aún en invierno.
Estaba al revés.
Era café grisacea.
Entraba demasiado sol por las recámaras y casi nada por la sala.
A esa casa no invité a mis amigas.
En esa casa no cociné por placer.

En esa casa empezó lo que pensé era mi decadencia, cuando en realidad empezó mi resurrección.

De ahí me mudé al lugar que olía a mi abuela.
El lugar que ahora me acoge, me nutre, me calienta aunque me muera de frío.
He invitado a mis amigas.
He cocinado para mi familia.
He encontrado el amor.
He encontrado placer en los bancos de la cocina con llantos,risas, carcajadas y abrazos de mis amigas. Con abrazos y caricias con el hombre que me escribe haikus.
He tomado interminables tazas de té.
Ni hablar de la ingesta de chocolates Lindt con sal de mar.
No tiene libreros para los libros que llevan meses en el suelo.
No tengo mesa en la sala para mis estrellas de mar y reliquias extrañas.
No tengo sol en mi recámara.
Me he acostado en el sillón anaranjado de la sala a ver el árbol por la ventana que se mece conmigo.

Y sé que tendré que mudarme de aquí.
Pero ya no me duele esa mudanza.
Ya terminé de ser nómada.
Por lo menos en mi corazón, en mi cuerpo y en mi alma...

viernes, 19 de noviembre de 2010

Ya presentía

Desde las siete de la mañana que decidí abrir los ojos que te iba a extrañar.
La verdad es que me desperté mucho antes, a eso de las 645, pero no quise abrirlos a un viernes mas blanco que la nieve y que un vestido de boda de una novia vírgen de las que ya no existen.

Me quedé al abrirlos, viendo el muro blanquísimo, tal como yo: blanca me sentía en piel, en aroma, en sentir y en pensar.
Solo podía ver unas rayitas rojas casi en el piso. Rojas de unos zarpazos de Merlina por haber matado ¿y comido? a un mosquito que seguramente nos picó o a ti o a mi.
No recuerdo haber encontrado ese piquete de mosco ni en tu cuerpo ni en el mío.
Ni esa comezón que de repente ataca.

Y la veía, y sabía que tenía que empezar a moverme, desde mi lado izquierdo de la cama, en el que duermo mejor porque el derecho es tuyo. Porque no estás.
Porque en el derecho dormiste.
Pero no podía moverme. También mis músculos y mis huesos estaban blancos. Y mis nervios. Y mi cerebro.
Entonces no había órden para que empezara todo a cambiar de colores.

Pero tenía que levantarme, así que brinqué al piso y sentí los dos primeros pasos-brincos adormilados. Acalambrados. Entumidos y sin ganas de cambiar de color.

Y mi cabeza, con ese pequeño dolor anunciaba la tensión anunciada la noche anterior, el día anterior.

Así que con un jugo de arándanos rebajado me tomé dos adviles antes de permitir que el dolor estallara.
Tres tazas reglamentarias y costumbristas (casi la única costumbre que me permito), para comenzar a cambiar del blanco al color del té y al blanco que sin pensarlo tenía mi pantalón que combinaba con esa pared. Y al peinado que me salió diferente porque era en blanco de esos color hoja de papel bond, todo para empezar a envolverme en el día de hoy.

En el día, que comenzaba a acelerarse para ir cambiando de tonalidades, de matices y de pantones.

Empezaba a tratar de iluminarme con las citas, el trabajo, los pendientes, el desayuno, la regadera con el jabón blanco Neutrobalance en vez de el gel de baño, -no tengo ganas de aromas especiales si no los olerás-, el perfume y los broches en el pelo.

Pero cayó ese crepúsculo, ese atardecer que abruma. Sin nada mas que trabajo para querer engañarme con colores que no existen en ningún pantone porque no estás.

Porque camino nuestros caminos, nuestros lugares, y me vuelvo a acostar en nuestra cama, la que era solo mía y ahora es nuestra. Se bautizó como "Nuestra".

Y me invento cosas y ocupaciones cuando quiero llegar a la blanca cocina donde tantas horas platicamos y nos abrazamos y acariciamos.
Todo para marcar otro día en el calendario que no dá vuelta, que tiene una orquidea blanca sobre un fondo negro que remarca tu ausencia sin colores.

Ya presentía, que mi día sin tí, terminaría blanco igual que como amaneció.

Porque tu ausencia, hay días que me pone blanca.

Blanca de ausencias y de ganas de tí con un pinchazo cerca del esternón, cerca de mis auroras boreales, cerca de mi corazón, que ya te pertenece y que por eso te llama y escribe tu nombre en el aire a las tres y a las cinco de la mañana.

Como tal vez diría Jaime Sabines...

lunes, 15 de noviembre de 2010

13 de noviembre

Para Gis

Sucedió un viernes.
Estábamos comiendo. Platicando. Riendo. As usual...
El plan estaba mentalmente hecho, y salimos a materializarlo.
Llevaba la computadora lista. Ibamos nerviosas.
Gis manejaba. Nos estacionamos a una cuadra.
Bajamos y creo que a las dos nos costó dar el primer paso para entrar.
Parecía que no pertenecíamos allí.

Puse sobre el mostrador la computadora, la abrí.
Le enseñé la pantalla.
Lo veía, me veía.
Ojos tristísimos. "Por eso le dicen El Triste", pensé
Nos sabíamos de dos mundos distintos y no lo decíamos en palabras, pero nuestros ojos lo hablaban todo.

Me dijo que solo podía ser definitivo.
"Pero yo no lo quiero así", le contesté.
Necesité unos minutos para decidirme.

Una hora después, salí con un tatuaje permanente cerca de la ingle derecha.
Con tres espirales brigidianas.
Gis cargando la computadora y las bolsas sobre sus inmensos tacones. Yo, tomando una CocaCola bien fría que me regaló un hombre guapísimo que me vió casi desmayar.

Y eso, fué hace solo un año, cumplidito hace dos días.
Hace un año, con tantas cosas, con tantos cambios, con tantas vivencias.
Ese fué mi bautizo como mujer libre.
Ese día, esas tres espirales, bebiendo esa CocaCola al lado de Gis, y ella a mi lado.

sábado, 13 de noviembre de 2010

Un jardín

Hoy, como siempre, una cosa lleva a otra.

Pensé en casa de mis abuelos.

Era (bueno, es...solo que ya no de ellos), exacta y perfecta. Bueno, casi perfecta.
La construyeron cuando mi papá tenía algo así como veintitantos años.
Sé que mi papá estuvo involucrado en la construcción.
Tenía un jardín al frente con un árbol que podaban religiosamente cada determinado número de años. Era un colorín. Y bajo el colorín había lágrima de niño, que nunca pisábamos por miedo a romperla.
En el garage había un Coronet café.
Olía a coche nuevo pero viejo.
O a coche nuevo de viejitos.

Nunca lo usaron. No recuerdo a mi abuelo manejando.
Solo recuerdo que cuando mi papá se quedaba sin coche, iba por el Coronet y lo usábamos mientras...
Seguramente como lo que nos platicaba ayer del Galaxie 500 azul que tuvo: se calentaba la bomba de gasolina y tenía que parar en una tienda a comprar un Tehuacán frío y chorrearlo a presión para enfriar la bomba...
Probablemente alguna de esas veces no funcióno y se llevó ese coche...

Lo que mas recuerdo de esa casa que llevaba por número un 573 es el jardín trasero.
Desde el comedor había una puerta corrediza que daba a un pequeño jardín.
Tal vez medía 3 x 3, o poco mas, no tengo idea...
No había nada interesante en él. Nunca jugué en el.
Era el paso para ir al "estudio-taller" de mi abuelo del otro lado.
Un taller lleno de magia y de misterios.
De cajitas, estiques, recortes de periódico, plastilinas...relieves de bronce a medio hacer...dibujos, esculturas a medias, herramientas antigüas, un teléfono de baquelita, pinturas en polvo, latas de talco mennen, un sacapuntas, lápices perfectamente afilados...

Y ese jardín, y el tamaño de esa casa, fueron las que siempre pensé medidas perfectas.
Suficientemente acogedoras en olores y en tamaño. En colores y en sol. En resplandores y oscuridades justas.

Siempre, especialmente, pensé en un jardín como ese. En el que pudiera sembrar albahaca, lavanda, jitomates. Un aguacate. Un limonero. Cilantro, epazote y perejil.

Un jardín al que después le inventé nombre de huerto vertical, en un pedazo de azotea en algún departamento que algún día tuviera.

Un jardín vertical...

Mi abuelo

Cada vez que terminaba con un novio se ponía feliz.
Todos eran unos pendejos, claro que nunca me lo decía.

Pero recuerdo un día, sentados en su antecomedor antigüo, que ahora es el de mis papás, a punto de meterme un bocado de pollo en pipián verde que hacía Doña Mela que sin esperarlo me preguntó muy serio...

"¿Y cómo está el finadito aquel?"

Dejé el bocado, sabía que se refería al mas feo de todos los novios que tuve en mi vida, que a mis quince años me puso los cuernos con una italiana que se llamaba algo así como "Francesca", la muy fresca, y que meses después me estuvo suplicando y pidiendo perdón y jurando nunca mas hacerlo de nuevo...
Todo esto pensé en un segundo, mientras volteaba a verlo sentado en la cabecera de la mesa...
Serio, muy serio, ni un gesto en la cara...
Pero con un sarcástico brillo en los ojos...

No le contesté, por supuesto. A los quince años no se les contesta a los abuelos sarcásticos.

Simplemente regresé a mi plato de pipián que estaba delicioso, y decidí usar cuando quisiera y como quisiera eso del "finadito aquel"...

Viuda en Vida

Un dia la Viuda Negra (que ni es viuda, ni es negra), me dijo porque era Viuda.

Me lo explicó y me reí mucho. Ella solo se decía "viuda", yo le agregué el "negra"...

La verdad es que me lo explicó pero no lo entendí.

Esta semana lo sentí sin necesidad de explicación alguna.

Entendí que hay lazos que deben cortarse: dulcemente o drásticamente. Con enojo o sin piedad. Con tristeza o con amargura. Con indiferencia y sin sentimientos.

Pues si me enojé en un principio. Si sentí todos esos sentimientos que podrían sentirse, pero a final de cuentas, después de días sin piensos ni sientos, -que tal vez fueron solo un "momento de lucidez"-, decidí cortar esos hilos que una vez fueron dorados y preciosos.

Los corté claro, sin avisarle al "finado en vida", no fué necesario por supuesto.
Perdonado está de todo lo que sin saberlo tenía que ser perdonado.
Avisado está de todo lo que nunca tendrá que ser avisado.
Agradecido en un instante que fué un parpadeo mientras corté el último hilo, por todo lo aprendido en ésta mitad de mi vida.
¿Mentarle la madre?...no. Como dice la mas sabia de todas las sabias que es mi dulce, inteligente, amable y generosa madre: "en un problema de dos, la culpa siempre es de los dos"...

Corté los lazos, ni siquiera tuve que firmar un acuerdo de nada, tener abogado presente, ni publicarlo en un periódico, ni avisarle, ni llorarle, ni sentir victoria o tristeza.
Simplemente los corté y con ello vino el silencio que necesitaba que no implicaba el taladreo diario de sus palabras a mis oídos que no me ha dejado pensar por años.

Y como dice mi gran amiga Lydia que tiene los mismos años que mi madre:
"Toda mujer tiene derecho al menos a diez años de viudez..es el mejor estado civil en el que te podrás encontrar, y si no me crees, véme".

Y entonces decidí pasar a ser Viuda en Vida.

jueves, 11 de noviembre de 2010

Lo que pueda ocurrir

Los ultimos dias parecen tremendamente largos. Tan largos que dan las seis de la tarde y ya quiero dormir. Ya es de noche y hago demasiadas cosas en el día, llevo para esa hora, doce horas despierta, a veces con un solo bocado en vez de una comida, y aún me queda rato con demasiadas otras cosas que hacer.

Y ocupo esos días en cosas y en cositas. En pensamientos que parecen no pensar, solo pasar por la cabeza.
Piensos, sientos, ratos con la mente en blanco y otros con cosas que deberían preocuparme y no pasa así.

A veces siento que no he crecido. Que sigo en la escuela, que mi empresa, mis hijos, mi amor-eneseotrolugartanlejos, mi vida pasada, mi amigo, mi hermana, mi sobrina, todo forman parte de una historieta, de un comic tal vez "del otro lado", donde todo va pasando y alguien me va dibujando en cuadritos con colores que cuentan mi historia.

Y planeo cosas que no debo planear pero que me gusta planear... Viajar a Punta Cometa. Ir a una función al Doré. Tomar un café en la estación de Atocha donde se sirve el "mejor capuchino del mundo", ir en un 4 x 4 en el desierto con alguien detrás de mi que me quema la nuca con la mirada. Ir a esa playita que vi en una foto en Sicilia, ir a la Selva a nadar a ese manantial completamente desnuda, bailar esa canción que se quedó a la mitad...Ver una aurora boreal contigo. Ir a un bosque a hacer algún rito contigo. Ir a las pirámides...¿las de Teotihuacán, Machu Pichu, Egipto?
Googleo todo eso, busco precios, lugares, hotelitos como los que me gustan, tarifas inauditas, para cerrar la ventana enseguida y pensar "tengo que ir por ese reintegro de la lotería", de otra forma, no veo para cuando pueda dar click exactamente en donde quiero...
Parece que mas bien para que la perfecta sea yo, además de saber jugar al ajedrez, necesito ser campeona de ping pong y estar forrada de "pasta" que no veo que años trabajando como lo hago me forren de absolutamente nada...
Mi teclado. Foto: S
Y aún en la mente todo se queda a medio planear. No concreto nada, no defino nada.

Parece que mi vida está en una pausa donde espero los engranes de algo que me mueven, te mueven, nos mueven estén aceitándose para dar play otra vez.
Que alguien aprieta el play y el pause sin cesar, y entonces decido no pensar ni concretar.
Simplemente dejarme llevar.
Todo va cayendo donde debe caer. Todo. Parece que las cosas van cayendo como gotas de lluvia que riegan los puntos precisos que deben mojarse y dejan secos los que no necesitan ni una gota de agua, por pequeña que sea.

Y mientras, yo medio voy planeando...por lo que pueda ocurrir...

martes, 9 de noviembre de 2010

Lo único que falta

Cabe en algo tan corto como un haiku:

"Y tienes que encontrar tu huequecito...en el que te sientas segura y protegida..."


(Pero tiene que resultar tan espacioso como la Enciclopedia Británica, o como era la Sección Amarilla hasta hace unos años...)

lunes, 8 de noviembre de 2010

Cambios climáticos

La pared blanca dando vueltas. Foto S
A veces pasa y no nos damos cuenta.
Y cuesta, es por eso que nos damos cuenta.
Y duele, y es por eso que nos cuesta.

Pareciera que con estos cambios climáticos las cosas empezaron a cambiar.
Empezó a hacer mas frío y me empecé a sentir un poco débil.
Desacompasada y medio desacompañada...
Y no es porque no tenga a nadie a mi lado fisicamente hablando, espiritualmente, en forma de alma gemela existe, y en forma de alma siamesa aún mas presente.

Es solo que los cambios nos llevan de nuevo a los orígenes.
Los cambios nos descomponen momentaneamente, nos hacen vulnerables.
Nos debilitan un poco. Nos enojan. Nos entristecen y hasta nos enmudecen y borran la sonrisa del susto.

Como cuando a un niño pequeño lo cambian de escuela, o tiene un hermanito, o se muda de casa, o deja el pañal...
Todos compadecemos a la pobre criatura, y la abrazamos y la consentimos...
Está en un cambio, y no sabe cómo explicarlo.
Solo llora, berrea, o se queda sin balbuceos...

Pues hoy me dí cuenta que estoy en uno de esos cambios.

Tengo que empezar a compartir.
Compartir a mis hijos con una mujer que no es su madre, pero que será su amiga.
Que no es elegida por ellos, pero si por su padre.
Alguien con quien mis hijos se harán graciosos y tratarán de caer bien.

Y yo, tengo que prestarlos...

Y me cuesta.
Me cuesta no querer acapararlos y abrazarlos y tener que soltarlos un poquitito para que la enamorada de su padre conviva con ellos...

Y me siento como una criatura de tres años que no quiere prestar sus juguetes.
Que no quiere compartir.

Me siento atrapada en una espiral, en una de las mías, rumiando mis celos por mis dos hombres, teniendo que aprender a soltarlos, sin saber cómo...

Y lo único que quiero hoy, es que la luna me guiñe un ojo, que alguien me abrace, me acune, y me diga que todo va a estar bien...
Que mis hijos, siempre van a ser mis hijos, y que no me va a pasar nada por prestarlos en ratitos de sus vidas y de la mía...

Eso es lo único que necesito, mientras doy vueltas en mi espiral, y veo como dan vueltas las paredes blancas de mi casa y trato de acunarme yo sola...y no puedo.

miércoles, 3 de noviembre de 2010

Diferente

La mayor parte de las veces, no me reconozco.
Soy nueva en éste cuerpo.
Guardo recuerdos y sensaciones que en algún momento se anidaron en mi alma.
Pero parece que cada día hay una mujer diferente en éste cuerpo.
Que me sorprende, que me asusta pero me gusta.

Me gusta cada día, que amanezco como otra diferente a la del día anterior...

El frontón. Foto: Yuni

lunes, 1 de noviembre de 2010

Lunes de malas

Porque a veces pasa así.

Duermo mal, toda la noche sueño con gatos nuevamente, y es mentira, es una sola y se llama Merlina que no deja de querer,-como siempre-, estar tocándome la piel con sus manitas. Rozándo sus bigotes en mi cara. Encimándose en mi.
Pero además duermo revuelta entre sábanas y almohadas.
Por increíble que parezca, duermo sin camisón, con pijama de pantalón y el mismo pantalón se me enreda y la blusa de manga larga tiene media vuelta.
Y así pasa la noche que debía ser mas larga por la hora de más y no pasa así.
Me despierto por décima vez a las cinco y ya no puedo dormir mas aunque me siento cansada de dar vueltas.
Seis y veinte me estoy bañando.
Y como amanecen los días que amanecen de malas, todo sale mal.
No me gusta lo que me pongo.
No encuentro el collar que quiero ponerme.
Se me cae la pulsera que me regaló mi hermano y se parte en dos.
Me sale un grano.
Tengo hambre, y me doy cuenta que toda la noche tuve hambre.
Tengo sed y no tomé el agua que puse en mi buró.
Me cambio dos veces de ropa.
Necesito unos zapatos negros sin tacón.
Y salgo.

Ahora, trabajando en un día donde parece que nadie mas está trabajando, parece que ya no está tan de malas el lunes.
El primer lunes del onceavo mes del año.

Pinche lunes, desenfádate de una vez...que no me gusta cuando estás de malas.

domingo, 31 de octubre de 2010

Domingo lento

Aparece con una hora de más.
Parece que se queda mudo y silencioso. Que los relojes de arena, de sol, de pulso y de pared van en segundos eternos, y todo por una hora de más.
Dejo a mis hijos y entonces la que se queda en silencio soy yo, manejando la carretera sola con un paisaje de domingo anaranjado en puesta de sol en cámara lenta.

Contrasta violentamente con un viaje apenas hecho un día antes con risas y gritos cantando. Con pláticas interrumpidas con mas risas.
Con tráfico. Con un accidente. Acompañada.
Y hoy en silencio y sola pero acompañada de mis piensos.
Conecto el ipod y hago un recuento de varios días (¿o semanas?) que bien caben en un domingo tan largo.

No sé por qué pienso en mi mamá y en la carta que escribió a los cinco hermanos unas horas antes...
Yo con mis hijos fuera.
Mi hermana con sus hijas en la costa oeste de otro país por una semana.
Mi hermano el menor con su amigo en ese otro país pero en la costa éste.
Su gemelo haciendo la Ruta de Santiago a pie, en algún punto, pisando conchas de Santiago que marcan esa ruta.
Mi hermana la menor, en la Provenza.

Y pienso en ella extrañándonos porque estamos fuera de nuestras casas aunque no vivamos con ella, y diciendo que "siente que es un fin de semana extraño" aunque no nos tiene con ella bajo ese techo de esa casa que fué y es de todos. Todos felices, creo yo, incluyéndola a ella que nos extraña.

Y vuelvo a una pregunta que me hice ayer...consecuencia de otra pregunta. Un, "¿qué te hace falta?"

Y hago otro recuento que bien cabe en un domingo tan largo que tiene una hora de más mientras escucho para matar un silencio a Joaquín Sabina...
Soy feliz, ¿qué me hace falta? Seguir sintiéndome feliz.
Nada mas.
Y entonces me canta Sabina:

"...Porque voy a salir esta noche contigo
se quedarán sin beatas las catedrales
y seremos dos gatos al abrigo
de los portales..."

Y decido que esa es la canción que quiero bailar contigo cuando te vea otra vez.
"Bailar lo calmadito", como dices tu, con esa canción...

viernes, 29 de octubre de 2010

Día eterno

Pared en Odesa. Foto: S
Hoy es uno de esos días.
Pero en verdad.

Porque hay días que pasan y solo podemos pensar que han sido largamente complicados...

Pero hoy, último viernes del mes de las lunas, apenas dan las nueve, y parece, -en verdad, repito-, que han pasado tres días en uno. Y en espiral además.

Hoy, así como ese amigo escritor, escribe una novela que dura un instante, así puedo yo a la IanMcEwan, escribir una novela de mi día, que se llame "Viernes", o..."En la calle de Odesa", o..."Memorias de un día de octubre", o "Descubrimiento"...puedo inventar mil títulos...

Sensaciones.
Momentos.
Pasos etéreos en un mundo material.
Voces que aparentemente no se pueden entender que provienen de otras tierras lejanas.
Historias que se asumen, historias que se comprenden.
Eventos que se sacuden y se guardan en una cajita de laca con llave, para otra ocasión (NOTA: nada desaparece, solo se transforma)
Todo ésto mezclado en un vaivén inconexo de trabajo, de sobrecarga de trabajo.
Sin tiempo de pensar siquiera en comer.
Sin...sin darme un respiro...

Pero...pasado el medio día, si me dí un respiro.
Un respiro para salir unos minutos a la calle, sola. A caminar la cuadra. A caminar nerviosamente para encontrar equilibrio en la cabeza, para hacer un yin-yang entre los piensos y los sientos...

Y, por increible que parezca...Por primera vez, en casi dos años (si: dos años, veinticatro meses, mas de setecientos días), observé detenidamente la pared que está frente a la mía, cruzando la calle...

Una media pared llena de cuadritos de una aparente "talavera"...
Me quedé ahí, sin medir el tiempo. Observando, mirando y viendo.
Absorbiendo lo que ha estado frente a mis narices tanto tiempo y había pasado desapercibido...

Y para prueba...por supuesto...una foto...

miércoles, 27 de octubre de 2010

Dos veces

Dos veces me pasó en poco tiempo.
Anoche me quedé dormida fuera de mi cama, y al despertar no supe dónde estaba.
Esa desorientación en tiempo y en espacio que pasa contadas veces, pero que pasa.

Lo mismo al amanecer hoy, a las 6:00am que es cuando religiosamente suena el despertador.
Sonó y me descontrolé nuevamente, abrí los ojos para saber dónde estaba: en mi cama revuelta.
Despeinada con mi nuevo corte de pelo. Caliente por haberme dormido con bata encima del camisón bajo el edredón.

Y recordé mi sueño.
Me robaban otra vez.
Robaban mi anillo, el de diamante, el que no he usado en muchos años.
Robaban mi perla con oriente rosado.
Robaban, -por supuesto-, mi computadora otra vez, revolvían toda mi ropa...
Pero no robaban el anillo púrpura, ese que aún no ha llegado a mis dedos...
Eso me dió alegría. Sentí una especie de victoria que los ladrones no supieron y eso me dió mas gusto.

Y yo pensaba...
¿No se supone que éstas cosas no pasan dos veces? ¿que un rayo no cae en el mismo árbol dos veces?
Sentí miedo en el sueño. Y también me enojé.
Sentí...

domingo, 24 de octubre de 2010

Domingo silencioso

Merlina y yo. Foto S
Así pasó desde que desperté.
La vecina no tosía. El perro no ladraba. No había alguien preparando un jugo. No había olores a pan tostado, o a huevo. Parecía que no se movía ni el sol.

Una vez más, desperté antes del despertador.

Una vez más la cama amanece deshecha sin tí.

Tal parece que ahora en sueños me muevo de un lado a otro para imaginar que dormiste entre las "sábanas bonitas", -diría Mercedes-, yo diría las "Calvin Klein suavecitas que estaban en oferta", tu dirías, "las sábanas brigidianas".

Yo pensaría, las sábanas donde hicimos el amor.
Donde dormimos, despertamos, reímos, lloré (tu no lloraste...), nos abrazamos, nos tocamos sin parar...
Pero las sábanas amanecen revueltas, porque me paso de mi lado al tuyo para calentar los dos. Para no permitir que se enfríe ninguno de los dos.
Como si la cama se hubiera vuelto una enferma de celos desde que la dejaste.

Pero el silencio es el asunto de hoy. El silencio nublado que entra en mi recámara porque no hay un pedacito de sol como con los vecinos.
El silencio que acompaña una post-luna-llena-de-octubre.
El silencio de un día veinticuatro sin tí.
De un domingo de dominguear.

Me levanto y pongo la bata suavecita. Tengo frío. Dormí sin pijama, sin camisón.
Me preparo la tetera de todos los días.
Me acuesto en el sillón naranja y Merlina viene a mi.
Parece que me quiere decir...

"Aquí está, aunque no lo veamos...aquí está con nosotras, y estará siempre..."

Y me lo dice, en silencio, en un domingo que parece mudo, donde mis respiros que llevan tu nombre tampoco se escuchan...no vaya a despertar a los vecinos...

jueves, 21 de octubre de 2010

Hacer feliz a alguien

Uno nunca sabe a quién hará feliz.
Así es la ley de la vida.

Iba en el coche y recibí una llamada con un número extraño, no identificado.

Hola, me dijo, soy Leidi...

En el verano, llegó el momento de la abstracción del mundo, del reconocerme como soy, del pensarme y del no pensarme.
De ahí surgió el comienzo de éste presente. De ahí llegó lo que hay en este momento.
El parteaguas.

Llegué a un lugar en medio de la selva, en medio de verdes y en medio de nada...

La luna llegó a sincronizarse con mi cuerpo, y sin previo aviso llegó lo que supuestamente llega cada 28 días a cada mujer, que en mi caso...¿por qué no?...no sucede así.
Leidi se ofreció a ayudarme y a darme toallas que no encontraría sino hasta "Las Guacamayas" a tres kilómetros caminando...Y una cosa llevó a otra, y comenzamos a hablar de su vida, sin preguntar y sin responder.
Me contó que lleva siete años casada con Rogelio.
Me atreví a preguntar algo que ahora no hubiera hecho...¿por qué no tienen hijos?
Y me contestó que ella está enferma del corazón y un parto la mataría.
El dar vida, terminaría con su vida.

A los veinte años le hicieron la misma cirugía que a mi papá a los sesenta. Pecho abierto, sacan el corazón, arreglan arterias que sacan de un pedazo de otra arteria del fémur...
El asunto es que esa cirugía siempre tiene garantía de diez años, y ya se cumplieron hace varios.

Leidi necesita operarse nuevamente para poder tener lo que quiere, que son hijos...

No quise prometer nada, pero mencioné al gran amigo de mi papá en el Seguro Social, trataría de hablar con él para ver si podía ayudarla.

Ella, vive en medio de la selva, en medio de nada mas que verdes.
Ella, nos motivó a trabajar ahora, a mi hermana y a mi, para los niños lancandones.

Hablé con el amigo, le dí los datos, traté de contactar a Leidi. Empezó los trámites, y ya no supe mas.
Eso sucedió hace casi tres meses.

Ayer, cenando con amigos y hablando de nombres fuera de lo común, les dije:
Yo conozco a una Leidi. Vive en Chiapas. Le pregunté si era chol, o tzotzil o lacandona, y me dijo que nada...que ella era chiapaneca...

Y hoy me llama.
Parece que si soy maga, y que la invoqué.
Me dice que todos los días piensa en mi. Que el martes le harán la cirugía. Que ella y su marido tenían planeado venir en diciembre a ésta grandísima ciudad porque personalmente quiere darme las gracias, viéndome a los ojos, pero que no cree que pueda hacerlo. Que la he hecho feliz...

Y le dije...
Leidi, tu eres quien me ha hecho feliz.
Así de simple, así de claro...
Y sé, siento, que te podré ver a los ojos.
Eso quiero.
Y quiero, que la magia funcione para eso, para que pueda ver a Leidi otra vez en mi vida, porque ella no tiene idea de la paz que me transmitió con esa mirada, de las enseñanzas de vida que me dió en medio de la selva, en medio de la nada aparente, en medio de todos esos verdes placenteros.
En medio de mi vida, que aparentemente no iba a ningun lugar, pero que me llevó al aquí y al ahora...

Ella me abrió el corazón, el mío que está sano, con su dulce mirada, con su entendimiento de mujer chiapaneca, de mujer de la selva, de mujer del centro del universo...

Y lloré lágrimas de felicidad al colgar el teléfono con ella, porque aunque ella piense que la hice feliz, quien me hizo feliz, fué ella...

martes, 19 de octubre de 2010

Un diecinueve de octubre

Recibo una inesperada invitación para ir al cine.
Y en el lobby del siempre-vacío cine al que nunca voy...
me encuentro un Premio Nobel esperando ver la misma película a la que yo entraré.
Las manos me sudaron, el corazón se me salía...
Pensé..."Tonta...saqué la cámara de la bolsa hoy en la mañana..."
No traigo "Cien Años de Soledad", ni "El Amor en los Tiempos del Cólera"...
Qué me firme el boleto del cine...
No. Me tomo una foto con el...con Gabo...
Toqué la mano de un dios.
Fuí al cielo y regresé varias veces...

Y además...
Vió la misma película que yo, y se sentó en la butaca atrás de mi.
Resultó ser casi mi vecino. Resultó que nunca va al cine...
Pero hoy fué, a ver la misma "Madre e Hija" con Naomi Watts y con Annette Bening...
¿Eso es magia?
Si. Eso es magia.

domingo, 17 de octubre de 2010

espir@les

Si, las espirales rondan mi vida. Llevan a todo y dan todo, pero llevan a nada también...

"Uno ve lo que quiere ver", me dijeron una vez, y lo apropié casi como un mantra...
Yo veo espirales siempre, y si no, pues me las invento...

Hoy caminaba descalza junto a un borbollón. Veía mis pies paso a paso. Hablaba, reía.
Cargaba. La espalda me pesaba. La cintura también.
Me sigue doliendo ahora, pero valió la pena.

Entré de un clavado de casi tres metros de altura, sin pensarlo. El sabor del agua, ligeramente sulfurado. El agua templada. Nunca pensé ir con un wetsuit como los demás, sabía que no lo necesitaría...Desde otras vidas, he nadado en aguas frías sin problema alguno, y sabía que así sería hoy.

El color, azul perfecto. La temperatura dentro y fuera, perfecta...

Pero antes de hacerlo, cuidadosamente guardé mis espirales y otras cosas de plata: aretes, anillo del índice izquierdo, Claddagh del anular derecho, y la sirena que cuelga de un caucho rojo. Todo lo guardé en mi cartera roja para no perderlo en medio del todo y de la nada...

En un abrir y cerrar de ojos el nitrógeno y oxígeno entraba en mis pulmones. Me hundía y flotaba a placer. Veía todo y veía nada.
Por un momento no ví mas que la nada disfrazada de  arena rebotada...

Ví burbujas que formaban en la superficie pequeñas espirales...

Piedras, plantas, peces. Costales extraños. Aletas ajenas dejando remolinos de agua en espiral frente a mi.

Laberinto en las Estacas. Foto S
Al salir, comencé a caminar sola, -de hecho me perdí-, y encontré una réplica de un laberinto en el piso...
"Réplica del laberinto de la Catedral de Chartres. Siglo XII. Francia.", leí.

No era mas que una espiral truncada en varios puntos.
Podías llegar al todo o a la nada simplemente caminando sobre ese pedazo de cemento con piedritas.

Todo eso medio pensaba mientras no quería pensar en nada, y el sol pegaba en mi cuello y espalda.
Mi mano disparaba la cámara, como siempre, y perezosamente me dirigía a la salida, donde sabía, todos estaban esperando...

Comencé a caminar  en línea aparentemente recta y metí la mano en la bolsa de la chamarra negra.
Ahí estaba, entre mis dedos ya con sus respectivos anillos de plata, el caracol en espiral, que mi hijo me dió después de bucear por primera vez en su vida -y en la mía-, fuera de una alberca...

viernes, 15 de octubre de 2010

He olvidado el miedo

Yo. Foto S
Parece mentira que hace apenas tan poco -o tan mucho- tiempo, haya sentido miedo por algo que ni siquiera puedo describir.

Y no puedo describirlo porque no puedo decir: "era miedo a estar sola, era miedo a crecer, era miedo a enfermarme sola, era miedo a morirme en vida, o miedo a tropezarme un dia en la calle (como usualmente me pasa), y romperme la tibia o el cúbito".

Era un miedo indescriptible e indefinido que solo se podía transformar, metamorfosear a un dolor agudo en el pecho lleno de tristeza también indefinida.

Y el día llegó en que se fué. Me abandonó. Me puso a prueba con un accidente y con un robo entre otras cosas. Con vulnerabilidad humana.

Pero si recuerdo un miedo en especial.

Tenía miedo a los viernes.
Miedo al fin de semana donde estába sola sin quererlo, y no quería estar con nadie. No quería hacer nada mas que dolerme mas y mas, sádica y masoquisticamente a mi misma. Cuchilladitas.
No quería comer ni cocinar ni ir al cine, pero lo hacía.
Ni salir a cenar o a comer, -pero salía-, y estaba y no estaba en otros lugares.

Ahora que lo veo dándole re-wind a mi película...

Parece como si mi cuerpo hubiera andado solo por un tiempo, sin mi.

Mi alma se quedaba todos los días aquí, en mi nueva casa, que ya no es tan nueva. Caminando por las esquinas. De espaldas a las ventanas. Rumiando tristezas aparentemente prohibidas. Llorando lágrimas secas. Doliéndome dolores sin nombre.

Y ahora, llega un viernes y llego a él suspirando por un fin de semana por venir. Por crear.
Porque los fines de semana se crean, se sueñan y se añoran por adelantado.

Escucho a mis hijos y sus músicas internas y externas.
Escucho a mi Merlina: me habla. Reconozco sus maullidos y sus caricias.
No es una gata, es una maga. Me enseña y le enseño.
Escucho mi silencio y me agrada.
Escucho voces enamoradas y me salta el corazón.
Veo esos dedos tocando el bajo e invento danzas rituales.

Tomo vino y brindo con un Atlántico de por medio.
Tomo un libro para leer y siento el pasar de sus hojas con las yemas de los dedos y a veces me quedo estática por segundos con presencias en forma de letras o de energías a mi alrededor.

Y subconscientemente sé que llamo presencias pasadas, presentes y futuras, sin preguntarme ¿qué pasará?...
Otras veces lo hago plenamente consciente, en la mente o en los sueños, y me escuchan.

Ahora, lo que pase, pasará simplemente...

La magia está en cómo dejar que entre en mi, y cómo acomodar todo.

Y sé que ahora, todo se acomodará bien, entre mis auroras boreales, mientras en una tarde de viernes cualquiera, pero que no es cualquiera, me siento en mi sillón anaranjado, con una copa de Cabernet Sauvignon, y me preparo para los fríos por venir con mis calcetines a rayas...

jueves, 14 de octubre de 2010

Misma temática

Iglesia de los Angeles, Col. Guerrero. Foto S
Si.
Los colores.
Hoy ví un incandescente e indecente cobre fundiéndose.
La primera imágen, al entrar en ese taller fué la de fuego color verde esmeralda.
El lugar, aparentemente patético, lo era todo, menos patético...
Lo fundían y lo vaciaban en chaponeras desde un recipiente que parecía mágico...
"¿qué es?" pregunté a mi papá.
"Es cobre".
El recipiente que parecía salido de cuento de Tolkien era de grafito, al rojo vivo.
El líquido soltaba flamas verdes poco mas pequeñas que las del caldero detrás.

Todo ocurría en una casona porfiriana en el corazón de la colonia Guerrero...

¿Colonia Guerrero?
Me sonaba peligrosa. Me sonaba a Tepito. Me sonaba a rumbo nunca visitado. Jamás en la vida...
Yo, niña de escuela de monjas...¿qué diablos tenía que hacer en la Colonia Guerrero, de edificios porfirianos, de donde se ve Tlatelolco, donde encuentras casas de interés social construidas post-terremoto del 85...?

Pues allí estuve un par de horas. O mas. Caminando por el barrio. Conociendo a Don Napo, el guapo de la refaccionaria, con quien platiqué cerca de media hora, y le compré un aparato extraño para hacer resistencias con el dorado de las medallas.
Calderos con cobre. Foto S
Es un barrio como los que ya no existen.

Los Valencia, los hermanos, hijos de los hermanos que mi papá conoció antes de cumplir mis años, en el mismo barrio, haciendo lo mismo: fundiendo, laminando y vendiendo cuatro metales: cobre, latón, alpaca, y una "tumbaga"...-combinación de cobre con nosequé-.

Un barrio con una iglesia: la de los Angeles, montada frente a un parque extraño: frío y de barrio a la vez.
Iglesia con una Señora de los Ángeles que parece se sale de la fachada...que hizo el "maestro" de mi papá, Fidias Elizondo...

Cosas tan diferentes. Fuera de lo común. Tanto así que en un momento, caminando por el parque, le dije a mi papá:

"Tu me llevas a lugares que jamás imagino. Puedo apostar mi vida, a que ninguna "mamá de la escuela" ha pisado, o pisará éste parque de la Colonia Guerrero.
Mi vida, eso apuesto..."

Pero, no me sorprendo.
Con mi papá...siempre me pasa así...

miércoles, 13 de octubre de 2010

Azul acero

El perfil del Iztaccihuatl apenas se dibuja tratando de alzarse y alcanzar la estrella del amanecer (¿o del atardecer....?)

El cielo pasa del verde al azul. Tiene toques de negrura. Parece que si mi dedo pudiera llegar hasta allí, y me lo llevara a la punta de la lengua sabría a acero frío. A troquel sin templar, de esos que usamos para hacer medallas. Amargo, aunque no parece amargo en absoluto. Simplemente parece como cada amanecer: diferente al anterior, irrepetible, arrebatado, inasible.

Veo mi reloj, el verde, en mi muñeca izquierda: 7:01am
Veo el reloj en mi coche: 6:54am
Veo el reloj en mi teléfono: 6:52am
Así que no se realmente a qué hora está pasando lo que estoy viendo.
Tal vez necesito un reloj Moebius.

Todo ésto pasa en esa calle, donde hay una glorieta con tres coyotes de bronce.
Pasa cuando aparentemente hay 13 grados de frío, -o de calor-.

Me veo vestida en azul cielo, jeans y cinturón del Coronel Tapiocca reversible, con el lado azul hoy, el que ven los demás.
El cinturón me detiene los pantalones. Pero me detiene también los sientos que llevan a arrebatos incontrolables que se sienten como una daga en el corazón...

Ah...

Pero me gusta sentir esos arrebatos en el corazón.
Me gusta sentir esa quemadura.
Me gusta recordar la punta de esa lengua recorriendo las líneas de vida, de amor y de salud, de trabajo y de dinero, de infidelidad y de fidelidad en mis manos.

Me gusta sentir cuando cierro los ojos, la punta de esa lengua en mi cuello.
En mi espalda.
Besos fríos, sibéricos.

En la línea de mi cintura.

Haciéndo círculos en espiral, en mis espirales.

En diferentes colores.

Hoy...
En azul acero.

De lengua fría, de aire soplado sobre piel húmeda.

Y me aprieto el cinturón del tal Tapiocca mas fuerte, para que no se escape un solo siento arrebatado por nada ni por nadie...

martes, 12 de octubre de 2010

Sales

De repente volteo la cara y me topo con espacios de tiempo, de ser, de estar. Sin aroma, sin sabor.
Son minúsculos espacios, casi insignificantes.
Hoy me topé con uno a eso de las nueve de la mañana, mientras parecía que alguien me comía a pedacitos en una isla caribeña.

Son esos momentos, que se quedan pegados al lado, durante todo el día.

Día en el que no me he podido sentar siquiera a tomar un vaso de agua, pero que he sentido el sabor insípido rondándome a diestra y siniestra.

Porque todo empezó con un color anaranjado al amanecer...que veo, observo, miro, estudio y paso con todos sus colores de los ojos al alma.
De los veos, a los piensos y luego a los sientos.
Y cuando parpadeo para procesar ésto, me quedo en silencio pensando que no hay nadie a mi lado, -fisicamente-, que piense y sienta lo mismo.

Que me diga: "me abruma ese anaranjado como a ti"...

Y después de intentar procesar ese anaranjado, paso a ese comer-en-pedacitos, y me siento insípida.
Insípida y no sé porqué.

Siento que me falta sal, pero una buena sal.

En mi cocina tengo cuatro sales: sal de cocina común y corriente marca Elefante, sal de la Camarga, -Fleur de Mer-, sal rosa del Himalaya, y sal de la Costa Chica de Guerrero.

Las cuatro sazonan completamente diferente.

La Elefante evito usarla a menos que sea un caso de extrema urgencia.

La de la Camarga la compré cerca de Aigues-Mortes hace muchos años, o en Santas Marias del Mar, no recuerdo exactamente, esa se usa para platilloes seductoramente especiales, mismos que hace muchos años no cocino.

La rosa del Himalaya es nueva adquisición.
Tan nueva que apenas he hecho dos o tres platillos que ni recuerdo con ella. Me ha tomado ésta sal por sorpresa, distraida, dispersa, conociendo y re-conociendo nuevas partes de mi vida mientras me ajusto un cinturón del Coronel Tapioca en mis pantalones tipo cargo con un arrebato en el corazón.

La sal de la Costa Chica.
Pienso en ella y pienso en mi mamá.
Cada Semana Santa que acampamos durante diez o quince años en esa playa vírgen, todos los días, -muy a la irlandesa-, pedía papas al pueblo mas cercano. Las limpiaba y caminando iba a la orilla de la playa a llenar una olla con agua de mar.
Ahí ponía las papas a hervir. En agua de mar.
Por eso, cuando hago papas, las hiervo con chorros de sal de la Costa Chica...a ver si me quedan sazonadas como a mi mamá.

sábado, 9 de octubre de 2010

A los ocho años

Trato de imaginarme. De recordarme. De sentirme.
No puedo.

Es un hecho, se básicamente lo que hice a los ocho años, no lo trascendente, -aparentemente-:

Ya nadaba, bastante.
Iba en segundo de primaria (¿o tercero?), seguramente también hacía gimnasia. Patinaba. Jugaba tenis.
Jugaba en la escuela resorte, matatenas, kickball...
¿multiplicaba?. Si sumaba y restaba. Para entonces ya había leído la colección completa de los Siete Secretos de Enid Blyton.

Mi mamá me revisaba la tarea por las tardes. Mi papá probablemente nos contaba historias que solo él puede contar.
Mi mamá nos hacía galletas. Té negro.
Nos daba disprinas si nos sentíamos mal, -las infantiles-, o desenfriolitos.
Y eran el remedio para todo: panza, cabeza, oído, tristeza.

Mi papá llegaba a las seis de la mañana a despertarnos con un beso: ya estaba bañado, rasurado y olía a loción. Manejaba todas las mañanas para llevarnos, con mi mamá de copiloto y algún hermano en medio de los dos. Algunas veces yo. Un gran pleito entre cinco...

Sé que Lety era mi amiga en la escuela. Sé que Chirris lo era en la alberca.
Sé que Maya era mi sombra y yo la suya, desde entonces.
Sé que era la mayor de cinco hermanos en total.
Mis hermanos, los gemelos, tenían dos años.

Un año antes había ido a Irlanda.
Un año antes hice la Primera Comunión y de ese día si que me acuerdo.

Eramos mas de diez las que la hicimos.
Todas con vestidos largos, como de novia. Tocados de flores, chongos...

Y yo, con vestido corto, arriba de la rodilla, calcetas blancas con un ribete de encaje muy delgado y zapatos blancos. Medio velo sostenido con una diadema con flores sedosas que puedo sentir toco ahora mismo...

Mi mamá puso a calentar sus tubos (eran una modernidad). Me llenó la pelirroja cabeza con ellos y me puso una sedosa pañoleta encima por un rato...
Y el resultado en mi lacio pelo eran unos chinos tipo caireles que duraban un par de horas que mi pesadísimo cabello medio largo deshacía automaticamente después de un rato.

Odié el vestido corto.
Era la única diferente en la iglesia y en el desayuno donde todos los papás se pusieron borrachos bajo las furiosas miradas de las mamás que solo querían dar pan dulce, tamales y chocolate...

Ahora no odio ese vestido.
Fué diferente, y mi mamá sabía que sería diferente.
Además era un vestido irlandés. Un velo irlandés.

No puedo recordar más de mis ocho años...

A los nueve sé que ví a Juan Pablo II en mi escuela, la de monjas, a menos de un metro de donde estaba parada.
A los nueve, -ya recordé-, aprendí las multiplicaciones.
A los nueve, tuve un pleito en recreo con Fernanda, esa niña que me daba pánico, que era una cabra descarriada y la oveja negra de su familia y de la que acabé siendo gran amiga a partir de ese día hasta hoy.

Y hoy, a mis cuarenta...

Solo puedo pensar en una criatura de ocho años.
Una niña a la que no he tocado ni besado ni abrazado siquiera, pero ya es parte de mi vida y entró suavecito en ella.

Y no quiero ponerme en sus zapatos, esos que miden lo que un pie de una niña cualquiera, de cualquier país, de ocho añitos...

Solo sé que la quiero. Solo sé que Brígida ayudará a que lo que pase, lo que tenga que pasar y como tenga que pasar, será lo mejor para todos...

Bueno, eso es lo que quiero imaginar, pensar, soñar y sentir...

Solo quiero que se sepa querida por todos, en todo momento, por siempre, para siempre...

(Habrá que estudiar sus líneas de vida, esas que tiene tatuadas en las manos, izquierda y derecha...las de su nacimiento, y las de su libre albedrío...)

domingo, 3 de octubre de 2010

Una bellota

Bellota. Foto S
ManYi, hermana gemela de Brígida es una Matahari del s. XXI.
Ni ella misma sabe lo fuerte que és.
Solo tiene contadas flaquezas.

Una son los empeines.
Nadie puede tocarlos, son martirizantemente escandalosos cuando alguien intenta poner un dedo encima, o la sombra siquiera de esos mismos dedos.

El otro punto débil es cuando Ion se va de misión secreta.
Y es un punto débil porque no sabe a que rincón del planeta lo mandan las fuerzas secretas, ni por cuánto tiempo.

Esta vez, quedaron de verse en un café de barrio de la calle Ajusco para tomar una cerveza artesanal, una Tempus, bien fría que acabó en una no planeada sopa de mejillones. Y luego en otra.
La duración de la reunión era incierta.
Bien podían haber sido nueve minutos, que nueve días.
Resultaron varios días, pero confundidos entre relojes que marcan diferentes horas, y un boleto de avión con fecha mas temprana a la esperada, no hicieron mas que planear el no planear nada, y dejarse llevar por esa enorme ciudad.

Cuatro ojos viendo lo mismo durante muchas horas bajo miradas de Ray Ban y sin ellas deteniéndose frente a Humboldt, al reloj turco, en un striptease barato que intentaba ser un musical de ¿jazz o blues?, en una calle llena de librerías cerradas, en el lugar de Las Luciérnagas donde vieron uno de los cielos mas estrellados que habrían de recordar para siempre.
Tomándose las manos inconscientemente.
Él bailando por las banquetas.
Ella sonriendo y cantando en bajito para no desafinar el baile de Ion.

Al llegar la despedida, ella se quitó de la muñeca la pulsera que protege contra los malos espíritus mientras tintinea cada vez que mueve la muñeca derecha.
El le dió una foto en papel.  Atrás, con tinta azul escribió algunas palabras en ruso que solo él y ella entienden.

Hubo momentos de confusión y algunas lágrimas con un dolorcito agudo en el pecho que anticipa noches en soledad, comidas sin compartir, bebidas sin brindis anticipados por ese futuro compartido que tienen una proximidad inexacta en éste presente...

Y, cuando ManYi se subió al coche para regresar al Sur, metió sin pensar la mano en la bolsa derecha del pantalón blanco de lino arrugado de tanto dominguear, y se encontró mágicamente con una bellota, que minutos antes, estaba en la chamarra negra de Ion.

Esa bellota la cuidará de los malos espíritus, mientras se encuentran nuevamente ManYi e Ion en Túnez, en el agosto mas caluroso por recordar de todos los tiempos, de todas las épocas y de todas las vidas: las suyas...

miércoles, 22 de septiembre de 2010

La palma de mi mano

Las líneas de mi vida. Foto S
Hace tiempo -bien pudo haber sio un día, un año, o en otra vida-, un brujo le dijo a una bruja: "veamos que brujo es mas poderoso"
La otra bruja, era yo.
Cómo pudo decirme bruja, si estudio la palma de mi mano, la derecha y luego la izquierda, una y otra vez, y no puedo descifrar la línea de mi vida. Solo puedo ver que se parte en dos, a la mitad, y no sé cuál ni cuando es la mitad de mi vida.

Bien puede ser la mitad de mi vida contando unos ochenta años, o noventa o cien.
Podría ser que la mitad de mi vida es justo ahora, a los cuarenta y medio, o bien puede ser dentro de cinco años, o podría ser en diez.

Eso lo venía pensando hoy en el coche, mientras casi hecha bolita veía por la ventana la calle y los otros coches. Los edificios, a la gente caminando, los árboles.
Absorta en mis pensamientos.
Y pensaba.
¿Seré yo la que parta mi vida en dos, un hecho externo, o una persona ajena a mi vida?
Porque la vida, me queda claro, es mía, nadie la vive por mi.
Me inundaba una pesadez extrema, parecía hecha de plomo.
Me sentía blanca y en blanco.

En eso sentí una mano que venía del asiento delantero. Tomaba la mía y la apretaba fuertemente.

Trataba de decirme con ese apretón: "todo estará bien, estaremos bien y estarás bien", pero también me decía "tengo miedo, gracias por estar, perdón porque esto se me salió de las manos y sé que es un momento muy feliz, emocionante en tu vida y lo último que quiero es echarlo a perder".

En ese momento sentí un dolor ajeno instalando en mi. Ese dolor por ese hombre que parecía niño apretándome la mano porque no se la va a apretar a su mamá, ni a su hermana ni a su amor, porque aún no tiene un amor.

Pasando los minutos, comencé a sentirme mas liviana, mas iluminada, mas cómodamente instalada dentro de mi alrededor.

Y volví a pensar que cuando se me olvida ser Bruja, Diosa o Sirena y me vuelvo esa Yo terrenal, todas las personalidades toman fuerza.

Tal vez no soy una Bruja y solo me lo invento. Tal vez trato de entender mis líneas de vida y siempre pienso que un evento trágico es el que las cambia, el que desde mi nacimiento partió mis líneas en dos.

¿Pero, qué tal si es un viernes a las siete de la noche, el que dá comienzo a esa nueva mitad de mi línea de vida?

martes, 21 de septiembre de 2010

El tantra y otras cosas

Varias veces cuando era niña-joven, subí a veleros en los que me encantaba cap-size.

Una vez me subí a una bicicleta y me estrellé contra una pared para no estrellarme contra un tractor.

Otro día me subí a un ultra ligero, y en el aire, a no-se-cuantos metros de altura el que lo manejaba apagó el motor y planeamos unos ¿segundos-minutos? (no lo sé, parece que el tiempo se detuvo y que fué una eternidad chiquita...)

A los trece años, le rompí dos costillas al papá de un amigo...¿cómo? eso no lo diré, no fué en una lucha...fué un accidente extremo es lo único que diré.

Otra vez subí a un globo a las siete de la mañana en Tequisquiapan y bajé "casi perfectamente borracha"

Ahora me entró el buceo por los poros y solo pienso en meterme en el mar lo mas profundo que pueda, tal vez lo mas próximo que alguna vez pudiera parecerme a una sirena.

Un día a las dos de la mañana subí a ver la luna llena, sola...bueno, con una voz al otro lado del teléfono que era inexistente (tal vez hasta me inventé esa voz para no sentirme sola en ese momento con la luna que parecía me jalaría al espacio)

A los nueve años, Alejandro Cruz me jodía tanto en la alberca, que acabé dándole un puñetazo, del cual mi papá sigue perfectamente orgulloso. Se lo merecía el cabrón aparentemente, y como no tenía hermanos mayores, ni primos, pues no me quedó mas remedio que dárselo yo misma, con mi puñito acuático.

Hace unas semanas comprobé que habían entrado a mi casa a robar y entré a cortar ese aire viciado sin pensar que podría toparme con unos ladrones tal vez encapuchados, o tal vez armados, o tal vez mas fuertes que yo.

Otra vez, vestida para matar, me chocaron en la carretera en plena noche, en plena boca de lobo.

Dos veces en dos años distintos, con dos años de separación dí a luz a dos criaturas que -no podía creer-, habían salido de mis mismísimas entrañas.

Unas veces hice algo, hace unos años, que ahora no haría (es un secreto).

Un día de un marzo, tomé mi coche bien entrada la noche y manejé por la carretera para tener una de las peores noches de mi vida, y salí bien entrada la madrugada de esa noche para regresar a mi vida que era lo mas anormal en ese entonces.

En noviembre, sin pensarlo dos veces, entré a una "tatuajería" a tatuarme tres espirales.

Un verano, me fuí a la selva y dormí siete noches en medio de animales, lluvia y lunas, completamente sola.

Un día me quedé atorada en una ola que parecía un carrusel en el Pacífico y pensé que me iba a quedar toda la eternidad, entre ahogada y no, sin poder salir de ella.
Y era la misma ola...nada de eso de la "séptima ola", eso es un mito, era la misma.

Una tarde a mis quince o dieciseis años, en una balsita de plástico frágil y peligrosa me quedé atorada cerca de unas rocas, también en el Pacífico...pensé también que me quedaría una eternidad viendo esas rocas.

Un septiembre por la noche decidí dejar mi matrimonio completamente segura de que no quería un día más de esos veinte años que había pasado allí. Sin motivo aparentemente tangible y suficientemente razonable para hacerlo. Simplemente decidí que no seguiría en esa vida.

De chica, como todos, perdía mi mamá en algún centro comercial, o en alguna tienda.

Un día, a los diecisiete, nos robamos el coche del papá de mi amiga María Paz para irnos de pinta.

Una mañana mientras estudiaba en el coche con Mónica para un exámen de Física o Química, nos hizó una vergonzosa exhibición un exhibicionista.

A los diecinueve años me escapé con un novio para perder la virginidad en Cuernavaca.

Cada día, ahora, vivo sola, conmigo y en mi. Descubro nuevos extremos y planeo expediciones y especies de aventuras para mi.

Pero, lo que más quiero ahora, es hacer origamis tántricos.

La vida se vive una sola vez, dice mi amiga Marcela...

La vida ahora, y antes, es vida, es única, y espero me pague catorce años que en algún momento quedó a deberme sin saberlo ella, ni saberlo yo, sin saberlo él.