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jueves, 29 de septiembre de 2011

Resucito

Y me reencuentro.
Desde el centro de mis espirales, desde el comienzo de un otoño que me sabe a almendras y que veo en dorados deslumbrantes.

El tiempo, me dijo él, apenas ayer, no existe, es un instante, al que vamos y regresamos.  A ese instante, agregué, voy de ida y vuelta en sueños -despierta y dormida-.  Muero y renazco sin darme cuenta. He mudado piel cuando duermo de verdad, los ojos me cambian de color, a veces parecen aceitunas obscuras y otros días parecen semillas de cacao. A veces me muevo ligera, otras noches me pesan los sentidos. Hay instantes de inquietud incierta y otros de paz que se prolongan hasta un infinito invisible e inasible.

A veces camino segundos que han sido largos kilómetros, hay ratitos en los que leo una línea en un pasaje, y cuando me doy cuenta fué un libro de 1,345 páginas.

Algunos lunes, o martes, comienzo a seguir el ritmo de una nota, -un do, o re o sol-,  en la voz de ellos que me acogen en sus brazos, parece un instante musical que se pierde en el cubo del edificio, mientras doy la vuelta al calendario de la cocina tomando una taza de té negro y descubro que han pasado dos meses, o seis o veinte, y ellos siguen allí...creciendo y rodeándome de voces, ellos, a los que en un instante concebí, y nacieron de mi ser en dos descuidos que duraron un parpadeo de once y otro de siete horas.

Pasan ciclos en mi cuerpo, renuevo mi femineidad en periodos dolorosos, a veces largos, otros cortos, a veces al mismo compás de la luna, siempre caprichosamente, al ritmo de vientos que soplan allá donde tu estás, o acá donde digo que yo estoy.   Recorro selvas y duermo en playas que aparecen en mi memoria como un sueño, pero que me creo que toco con todos mis sentidos.

Y amanezco, y busco entre las sábanas restos de tu inexistente aroma, restos de mis sueños, trato de escuchar suspiros, de comerme los recuerdos, saborear el futuro y me duelo de lo que debe dolerme para seguir resucitanto...


Me busco en un instante de tiempo, y me encuentro en una vida, que está hecha de sueños, -despiertos y dormidos-.

Tepoztlán. Foto: E