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domingo, 30 de diciembre de 2012

Y así

Y así, sin mas, me dejaste ir.

Y así, sin mas, me fuí.

Sin voltear atrás. Sin decirte que era el último beso que nos daríamos. Sin decirte que no habrá otra oportunidad, -hemos tenido dos-, la tercera sería como otro meteorito cayendo en Yucatán.

Y así, sin más, abrí la puerta, entré, me senté en el sillón naranja y me quité los zapatos, y pasó el día, la tarde y la noche.

Y en la noche me desperté tres o cuatro o cinco veces, y supe, porque lo sentí, que tu estabas despierto. Supe que siempre esperaste que diera el golpe final, el KO, esperabas y exprimías hasta el último segundo, pero incluso en el último segundo sabías que había muchas posibilidades para que me arrepintiera y no tuviera el valor de darme la vuelta y no girar la cara para echarte el último vistazo como el cursi de cualquier película de Hollywood.

Y así, sin mas, dejé de decirte muchas cosas a cambio de repetirte otras miles. Un día dejé de soñar contigo para no dejar de soñarte los últimos diez días religiosamente, incluso anoche, entre verdad y sueño, tu me despertaste al menos dos veces, sabiendo que si abría la boca para decirte algo, sería un arrepentimiento y volver a entrar en el círculo vicioso que me tenía empantadada.

Tal vez por eso, estos últimos días, así sin más, decidí que mi Selva sería ahora el Mar, -pero el mar de Yucatán-, esa mi Punta Cometa que nunca conocí pero ahora descubrí, esa que siempre he buscado y que no tiene mas que aire que el que viene a cada ola.

Y así, sin mas, me di cuenta, que la simpleza de un gran futuro se respira con aire que huele a sal y que canta con la voz de Armando Manzanero.  Así sin mas el gran futuro tiene tu recuerdo y el mío enlazados en nuestras lenguas con ese último beso acelerado porque tenías prisa cuando yo nunca la tengo, en ese inevitable yin yang que siempre nos atrapó.

Y así, sin mas...sola, pero caminando en espirales de nuevo, no dando vueltas dentro de un círculo, atorada hasta las entrañas de ti y en ti...

-lo cual no significa que me arrepienta un solo segundo de todo y de nada, mi cielo-

Cielo con Norte, Yucatán





sábado, 29 de diciembre de 2012

Saliendo del círculo

Y me fuí hincando con parsimonía.

Hice click al seguro, y abrí lentamente la caja de contenidos tan ajenos a mi. Tenía que apoderarme de ellos, así como tenía que abandonarme de ti. Toqué rozando lo que había dentro, era frío, masculino, despiadado, asesino, mortal, tan ajeno a mi, a mi ser, a mi sentir, y sin pensarlo, como también sin entenderlo, cerré la caja azotándola con un golpe medio intencionado.

Todos mis movimientos han sido lentos el día de hoy. Quiero sentirlos, ingerirlos y digerirlos. Quiero acabarte en un mes que termina con un año.  Quiero razonarme en un día que comenzó temprano cuando me vestí para tí de dentro hacia afuera. Como si fueramos a hacer el amor aunque claramente te había dicho que no quería hacerlo. Aunque claramente desde dentro moría de ganas de hacértelo, de sentirme en ti desde los ojos hasta la punta de los pies, como siempre, desde siempre, hasta siempre.

Y sin querer, sin planear, sin pensar (mas que lo pensado en círculos durante una eternidad), sabía que el fin real, sería este, el de hoy, el de un parsimonioso día veintinueve de un mes último de un año que desde que comenzó hace casi doce meses, quería que terminara...

Y sin querer, de tajo, cerré lo que pensé, lo que sigo pensando -que no podré cerrar-, mientras hablábamos alrededor de esa mesa redonda, en ese sillón anaranjado, con ese té que sorbía como si tuviera doce años como me lo dijiste riéndote con esa risa que me desarma, -la edad en la que te tropezaste en mi vida-, y alrededor de tu chocolate caliente, que a tus cuarenta y ocho, tomabas nerviosamente como si tuvieras...tus mismos cuarenta y ocho...que a veces me parecían ochenta y ocho, y otras dieciocho

...pero cuando bailábamos...ahí me parecías de treinta y ocho y no quería soltarte para que no te me escaparas, y cuando hacíamos el amor, me parecías de veintiocho, y cuando nos reíamos, me parecías de ocho.

Y hoy, me parecías más de cuarenta y ocho que siempre...

Y yo, que no podía decirte las cosas, parecía de nueve, y me removía en el sillón, sin atreverme a dar ese paso, que -hoy-, sabía a ciencia cierta que sería el final de nuestras vidas.

Salir del círculo que un día me pinté alrededor del cuerpo...era como un hula hop, como una crinolina de vestido de boda que siempre traía puesta pero sin el vestido, como un anillo de Saturno aunque yo parecía Marte y me creía Venus, como una dona enorme de chocolate, de esas donas que nunca me han gustado aunque el chocolate me fascine, como un plato de porcelana chino sobre el cual estaba parada y del que algún gigante me comería, o como un aro de fuego del circo que no me atrevía a saltar montando algún tigre a menos que fuera del Cirque du Soleil...

Y mientras me hincaba frente a esa caja negra, tenía tanta nostalgia de tí, que me sentía como de cuatro años y extrañas a tu mamá que salió de viaje a la playa porque como Sirena que es se tiene que mojar las escamas de vez en vez...

Por eso decidí cerrar esa caja tan masculina, tan "marca Truper", tan llena de martillos, clavos, tornillos, y cosas que no entiendo y dejarte allí dentro, con el seguro puesto, mientras me miraba las uñas de color rosa que me había pintado rápidamente antes de verte hoy. Mientras se me resbalaba el pelo de la trenza que me hice después de peinarme también para ti hoy, mientras veía mis crocs rosas, esos que irremediablemente quisieras cambiarme y que nunca hubieras podido porque yo jamás lo hubiera permitido.

Y con parsimonia, acaricié la caja con mis uñas rosadas y pensé que así se debe sentir cuando alguien se te muere, alguien a quien nunca mas vas a ver...alguien a quien amaste tanto que diste todo lo que quisiste dar, alguien a quien adoraste con cada centímetro de piel, como lo que te adoro con cada centímetro de mis cuarenta y dos años de piel tatuada con mi alma y mi verdad, la mas pura, esa que te entregué.

Mi caja de herramientas

lunes, 24 de diciembre de 2012

Chuburná

Chuburná me deja aunque ni en el más remoto sueño pienso dejarla.

Chuburná me trajo ese paréntesis de paz que no podía ver si no hubiera estado en ella. Me regaló un Norte por primera vez en mi vida, aire cíclico que acariciaba como adolescente torpemente, intensamente las palmeras, junto con olas pequeñas, pero que bien ahogarían a cualquier Sirena aún con las escamas secas de tanta experiencia.

Me trajo a ti, me alejó de ti, me llevó a nosotros y nos desapareció por largas horas en las que ni tu ni yo supimos por donde comenzar a buscarnos. En dos olas que rompieron a mis pies me trajo la verdad que necesitaba rodeada de la mentira con la que la disfrazo siempre. Me llenó de eso que no sé cómo se llama, -pero si cómo se siente-, y que me hace sonreír con los ojos, en un chapuzón helado debajo de un puente.

Me puso al oído muchas canciones de Armando Manzanero que ya sabía cantar pero en otro tono. Me puso gaviotas que comieron de mi mano y volaban estáticamente sobre mi. Me alejó con un inmenso pedazo de tierra de mis hijos, pero los acercó a mi con sus carcajadas mientras removía arena con el pie derecho una de varias mañanas que caminé sus playas.

Conocí a Julian Barnes y su Sense of an Ending, y cené con Carlos y Alejandrina y su acento yucateco. Comencé a deshebrar un Atlas de Nubes con David Mitchel y despedacé algunos sudokus. Me arrullé en una hamaca azul rey y en una rosa pálido. Tomé seis cervezas que encontré en el minibar y comí dos chocolates Ritter. Hablamos por teléfono y cruzamos mis latitudes con tus longitudes esa tarde que el Norte tocó tierra helándome hasta el tuétano.

Fotografié Chuburná hasta las entrañas. La respiré tanto y tan intensamente que se me pintaron de azul cielo y mar gris los pulmones.

Me olvidé de San Nicolás, de Santa Claus, de Papá Noel y de días largos, llenos de gente en la Ciudad que nunca duerme, allá donde siempre he vivido. Me prometí un futuro apresurado al que no sé cómo llegaré, pero sé que podré. Me vi sola en ese futuro y me quise llorar unas lágrimas pero era demasiado compadecerme de esa forma en un lugar tan perfecto, donde no cabe, no hay espacio para el menor sentimiento antagónico a la felicidad que me llenó por muchos días....tantos días que solamente fueron seis...

Y después, en la mañana, en la mañana de hoy, me despedía de las olas, y les pedía, a cada una de las siete que conté, que nunca me hicieran olvidar qué tan feliz fuí esos seis días.

Seis días con el mejor regalo de cumpleaños que he tenido en cuarenta y dos años.

Y justo cuando dejaba las murallas que le pinte a la entrada, con enormes puertas de Mar y de Tierra, la realidad me atrapó en un instante, en ese instante donde sin decírmelo, me bajabas de la nube, esa que elegí para volar cuando pronuncié "Chu-bur-ná", con voz tímida y quedito, hace unos días, cuando decidí eso que decidí y que sólo le dije a la séptima ola....

-eso que susurré tan quedito que ni siquiera la octava ola alcanzó a escuchar-

Mi Chuburná

miércoles, 12 de diciembre de 2012

Maniática de la explicación

Tengo un cansancio alojado en las crestas iliacas que parece dolor.  Es ese cansancio que pega a nivel molecular un día después de amar. El cansancio se desborda a ratos en jalones en las ingles, a los costados de la cintura, debajo de las costillas, pero también a lo largo de ellas, me recorre el esternón y me baja hasta el pubis.

-y es que cualquiera diría que ayer se me acabó el mundo perdida en tu piel-

Y así fué.

En mis planes no estaba mas que decirte dos o tres palabras, y cuando me dí cuenta sonaba el corcho que destapaba la botella de nuestro vino favorito, -ese vino del que siempre hay una botella en el fondo del refri, arriba de las verduras-.

Te iba a decir dos o tres palabras y cuando me dí cuenta, chocaba mi copa con la tuya en una carcajada que enredó nuestras lenguas.

Tenía un memorandum escrito en el cerebro con puntos a discutir, y cuando me dí cuenta, tus manos me llevaban al sillón donde siempre nos contamos historias de nosotros, y estaba sentada a horcajadas sobre ti.

-y es que te iba a decir dos o tres palabras explicando detenidamente mis decisiones últimas, esas unilaterales que implicaban una bilateralidad cruzada en grave peligro de extinción-

La idea era decirte unas cuantas cosas que olvidé mientras te desabotonaba la camisa en pausas y me detuviste los borbotones de ideas que se gestaban en mi plexo solar diciéndome:

"Dos cosas importantes tengo que decirte, la una es que te amo, y la otra es que eres tan bonita que ahora estás preciosa"

...o algo así dijiste...porque después del te amo que pronunciaste como nunca se te había escuchado, me olvidé de las explicaciones bien fundamentadas que tenía programadas en el cerebelo.

Maniaticamente, maquinalmente, metodicamente, lentamente, suavemente, seguí desabotonando tu camisa, desentrañando los secretos de tu alma que ya no me parecen tan secretos. Con solo ver tus ojos mientras ves los míos, sé que nuestro tiempo es eterno.  Tengo esa certeza en el corazón, la siento en las yemas de los dedos mientras recorro tu pecho, y la respiro en la piel de tu cuello.

Y en el espacio se queda suspendida nuestra historia, mientras el reloj da vueltas, mientras el sol calienta la tierra de nuevo, mientras la luna manda poner olas en el mar, mientras te desplomas sobre mi cuando callo mis manías y dejo de explicarme lo que no tiene explicación ni sentido ni propósito.

Y volteo a mi izquierda para tropezar los ojos con los libros desordenados en la repisa pensando cual será el siguiente que quiera leer, cuando veo "Bonsai de interior" y "Minerales de México" y me salta el corazón, y me entra la necesidad de sembrarme un bonsai, y de hacer una llamada telefónica urgente que no marqué hasta doce horas después.

L-ibros




martes, 13 de noviembre de 2012

Seda color lila

Días atrás Brígida se encontró sentada en la orilla del sillón viendo hacia la ventana. Los coches pasaban y ella los observaba detenida en el tiempo...es decir, el tiempo corría fuera de la ventana, pero dentro, nada. Ni un segundo se marcaba en el reloj de la cocina. La música se quedó detenida en un lá descompuesto. El aire se paralizó. Eso no significaba que ella no pudiera moverse...sus dedos se crispaban en el vestido que tenía puesto...los pies con sandalias tamborileaban el piso al ritmo de una música totalmente nueva y absurda.

El sol entraba de frente aunque no se veía. Merlina atacaba detrás del vidrio inútilmente a un pájaro que sólo tenía por objetivo burlarse de ella. Ella lo sabía pero no le importaba.

 Las dos solas se entretenían cada cual con su misión detrás de la ventana.

Nada llamaba la atención de ese momento. Todo era normalidad plana y aburrida, y en un instante, algo se rompió. Brígida se dió cuenta que el segundero volvía a escucharse desde la cocina, el aire se respiraba con olor a violetas, y sus manos soltaron la seda lila del vestido.

Fue en ese momento cuando se dio cuenta cómo estaba vestida. Estaba segura de nunca haber comprado un vestido de seda lila. Largo, suave, -todo un maxidress-, fino y caro, sin mangas, escotado, un cinturón delgado de piel igual de suave...las sandalias si las recordaba, doradas, sin tacón, con falsa pedrería...

La duda ahora estaba en la fragilidad inexistente del momento. Ese momento en el que no sabía sí estaba en medio de un sueño, o si estaba muerta y visitando ese lugar que tanto le gustaba, o si era un deja-vú barato y cínico que jugaba con la realidad cuando brincó con sobresalto y con un gritito cursi que le salió del alma. Las manos le dolían por la fuerza con la que nosupocuantotiempo había apretado la seda. Abrió ampliamente los dedos medio acartonados y colocó la mano izquierda debajo de su garganta, la fue bajando por el pecho y el abdomen para detenerla a la altura del pubis en una especie de comprobación igual de discreta que alucinada que sólo vería Merlina, para saber si el corazón le latía.

Y si latía. Con cierta lentitud, al menos así lo parecía.

-Y los días siguen pasando,

y hoy, en este momento, Brígida siente pasar el tiempo, escucha la cadencia del paso de los coches por la ventana, viste de jeans, blusa verde militar y poncho color vino. Usa calcetines cafés con flores de colores y se suelta el pelo donde se le empiezan a colorear canas a la altura de las sienes. Se le han profundizado en unos segundos lentos, marcados por el reloj de la cocina, dos arrugas al lado de cada ojo, le entra de repente el frío otoñal que parece que se ha arrancado las hojas salvajemente para copular con el invierno a la menor distracción, y por primera vez, en mucho tiempo, cree tener la certeza de estar en medio de la paz de la Selva, desnuda, sola, nadando en ese manantial, viendo una perfecta luna llena-.
Merlina y la ventana

viernes, 26 de octubre de 2012

¿Y?

No quedó más que decir adiós en silencio y sin la menor intención de decirlo, mucho menos con las ganas ni la fuerza que se necesitan para saber que ahora "es verdad" cuando se dice ese "adiós", quedito y sin ganas de que sea verdad.

El quedó prendido a su espalda para siempre.

Ella se colgó de su cuello de por vida.

Nadie lo notó jamás.

Y en las noches se platicaban en silencio y se abrazaban sin tener que hacerlo.

Nunca más volvieron a verse, las yemas de sus dedos jamás se tocaron de nuevo.

Y se hicieron viejos.

El se despertaba todas las noches a las 2:49 am en sus eternos y cronometrados insomnios, y ella siempre dormía de corrido soñándolo en ausencia desmedida y melancólica.

Y se pensaban cada noche aunque no se tocarán.

Y se hicieron abuelos.

Y el a veces decía palabras que sólo estaban hechas para ella.

Y ella lo olvidó en medio de un Alzheimer, pero siempre le necesito y extrañó, nunca su olor dejó de respirar.

Y se murieron.

Y nadie nunca supo que se hablaban cada noche desde que se dijeron adiós.

Y nadie nunca lo supo....

¿Y de qué sirvió?

domingo, 21 de octubre de 2012

Hoy

Un año atrás, mi cuerpo se dolía de cosas que no me cabían y el tiempo acomodó dentro de una lógica azul y profunda.

Y pasó más tiempo que se llenó de ilógica, de confusión y de colores que no existen para mis ojos.

Tiempo del que ni tu ni yo nos damos cuenta, que se escapa en una mirada, mientras de reojo vemos por el retrovisor y el espejo lateral del coche lo que se va quedando colgado a los semáforos y da la vuelta por las esquinas y calles en construcción, eventos que bajan conmigo los pasos a desnivel y a veces acaban atropellados por un ciclista que rebaso en una mañana de estas en las que aún no amanece...

Hoy tenía que haber nadado en el Mar de Cortés. Ayer, sin ver el reloj de mi izquierda, lloré sin parar como la niña de tres años que alguna vez fui y que extraña dolorosamente a su papa. Incontrolablemente.
Con temblores y sollozos.
Me dejé caer, física e imaginariamente, en medio del pasillo que da a la sala, hasta que decidí ponerme medio de pie. Si no lo hacía yo, tampoco lo harías tu.

Hoy me amanecieron los ojos medio secos a la hora en la que mi mente recorría la playa donde debía estar para zambullirme gloriosamente en agua salada y refrescante.

Me despertó a las cinco de la mañana el último de los veinte o treinta sueños y pesadillas que seguramente tuve en cinco horas.

En el sueño era invisible y traspasaba rejas y más rejas. El sueño era triste y de color beige y blanco, -creo que son los colores más tristes de mi existencia-, en el sueño estaba él, y no estabas tu. Se qué te sonará poco perseverante de mi parte, pero hace muchos sueños que te dejé de buscar, las veces que has aparecido fugazmente, las he olvidado mientras me levanto a cepillarme los dientes.

Cuando acabé de sacudirme el sueño color beige y empecé a despertar, te metías entre mis sábanas y con una lentitud que parecía durar hasta mañana me acariciabas y llevabas de la mano a Pie de la Cuesta.

-Pero tu no apareces en Pie de la Cuesta en ninguno de mi sueños-, tu apareces en tus sueños en una playa que no es virgen ya. En una playa a la que no quiero ir porque no tiene palmeras ni pescadores ni es mar abierto.

Y hoy, mientras quería sentir el frío del agua de mar en la punta de los dedos, me besabas la espalda que tenía sabor a escamas falsas y a mi, -al menos eso me dijiste-, mientras te contestaba que anoche me había bañado para quitarme el sabor, olor y tacto a pena y encierro. No me puse perfume ni crema ni el aceite con jengibre y miel que tanto me gusta, bastaba con quitarme la esencia y sensación de todos esos fantasmas que me habitan cuatro veces por semana, esos que tu nunca comprenderás, porque dentro de tu mundo, el mío no cabe ya, se ha hecho demasiado azul marino para tus estándares tan azules claros.

A medio día intenté grafitearte con la mirada mientras veía los volcanes, pero

Hoy...

Hoy ya no te siento ni te veo en ese afán de volverme gris y pálida. Hoy sé que ya no nos cabemos dentro del otro, y que el yin yang lo estas decolorando a un amarillo perdido en tu vida que no es la mía.

sábado, 6 de octubre de 2012

Cuando me alcances

Cada día se me ha convertido en una vida, corta e intensa, fugaz, escurridiza, fría con corrientes tibias y multicolores.

Voy marcándome los días en los antebrazos, con cuatro rayas cruzadas por una quinta. Como reo en las paredes de su celda. Y aun así, no cuento un solo instante de este tiempo, pero así completé ayer con tu ausencia un año exacto. Un día como ayer vivíamos una luna de miel donde me decías -te amo-, y entonces, mis días eran tu eternidad y yo dentro de ella formaba marejadas hasta que desaparecí tu Isla de la Tranquilidad, esa que estaba gobernada por la reina de la Luz. Me dediqué y empeñé hasta que transformé tu vida en un terremoto diario y cuando me dí cuenta nadaba en tus mares y hasta ayer, que terminó mi vida de ayer, me estaba ahogando en tu océano.

Con cada amanecer, se me aparece una sirena que creo que tiene la cara de una amiga y la voz de una de mis hermanas, y me canta, me sopla oxígeno y me inyecta adrenalina para dar brazadas y seguir nadando hasta que llegue la séptima ola y me saque de tus mareas.

Y así pasan los días. Y así me sigo tatuando los brazos. Y viviendo viditas instantáneas...y así te perdí un día en el que comenzaste a nadar contracorriente siguiendo una estrella fugaz, porque como no eres marino, no sabes que debes seguir a la estrella del norte. Y te lo dije, te lo grité, mientras una ballena gris me detenía en su lomo para desde ahí gritar aún más fuerte. Hasta qué te perdí de vista y las sirenas y las mantarrayas que había a mi lado miraban hacia otro lado con tal de no ver mi cara decepcionada, triste, inmensamente triste...y supe que no había forma en la negrura intensa de los siete mares que me alcanzaras jamás. Que no nadarías a mi lado. Que no me detendrías ni darías la mano cuando me cansara de dar brazadas o patadas.

...y no creas, de ninguna manera, que me voy a morir ahogada en tus mares...simplemente estoy reuniendo la fuerza necesaria a base de comer chocolates que me llenen de calorías huecas mientras me llega la séptima ola...
Comer chocolate en tiempos de desamor sustituye
las feromonas que te habitan en
tiempos de amor.

miércoles, 26 de septiembre de 2012

Todos los tiempos

Desde hace días ya no puedo pensar en mas futuro que el presente.

El presente se convierte en todos los tiempos. Nos recordamos en el pasado y nos reímos en él, en un futuro tan inmediato que termina con la carcajada en turno.

Renacemos en él a mis abuelos, a mis hijos, y los vuelvo a parir las veces que necesarias y más, con ese dolor que no es mas que la emoción mas pura que solamente una madre puede recordar y olvidar en un instante.

Muero en el pasado inmediato y me quedo con las rutas que habitan la geografía de mi alma que aún tiene muchos caminos por recorrer. Me olvido de cualquier pena que parecía majestuosa y construyo castillos y palacios en un espacio que tiene humedades en el techo, paredes descarapeladas que cuentan historias y sonrisas de familias que sacan desde lo mas profundo de sus entrañas la felicidad que nunca creerían poder encontrar en ventanas con vidrios rotos y percudidos .

Y cierro los ojos y escucho música en ese lugar que tiene desde ladrones de vida hasta inocentes cautivos y me imagino que esas guitarras y yo estamos en plenos portales de Veracruz bebiendo un mojito en vez de un jugo de naranja servido en vaso de plástico desechable.  Muerdo mi croissant bañado en chocolate y me traslado a los Campos Eliseos escuchando a alguien hablando en francés y veo a una pareja dándose un perfecto beso francés.

Y concluyo que a lo que nunca le pueden poner una jaula es a la mente, pero menos aún al corazón, cuando veo un gato amarillo subiendo un árbol que tiene atrapadas en sus ramas dos bolsas de plástico, para tratar de alcanzar a un gorrión que se escapa volando de ese intento de jardín gris que es mas verde que cualquier jardincito del Parque del Retiro.

Y a ti Lorenzo, que me diste la vida, me estás dando la más grande lección de vida que puedo aprender a mis cuarenta y dos, a tus setenta y dos, gracias siempre, mi Lorenzo, el mas Magnífico de todos los Lorenzos que han existido jamás.

Mi Lorenzo y yo

sábado, 22 de septiembre de 2012

Nadir

Me detengo en la lentitud de mi amanecer de otoño y me sostengo de tu mirada acomodándome en el recuerdo con cada partícula tuya.

Es lo único que me habita el resto del día. Me recorre como un escalofrío la columna que me abraza cada vértebra. Quiero regresar el tiempo, para hacerte eterno entre las yemas de mis dedos.

Y paro en tu respiración y me cuelgo a tu boca de donde absorbo bocanadas de tu alma.

Y quiero que el tiempo no se me escurra por los dedos y me resigno sin fuerza al final mientras desaparece tu fantasma y me cierras la puerta detrás sin voltear siquiera a verme de reojo.

Y pasan las horas de la mañana y la tarde y me quedo bebiendo- lo que me parece una inmensidad de tiempo.

Y se me descuelga tu alma porque te la llevas con las pisadas, pero me detengo en un instante mientras te recorro con los labios la frente. Y abro la mano en tu espalda acariciándote hasta los pulmones mientras se me escapa un gemido que se cuela por la ventana para salir por la calle detrás de ti, columpiandose en tu bolsillo izquierdo y metiéndose en tus pantalones.

Y levanto las piernas para ponerlas en los brazos de la silla de plástico donde estoy sentada a las doce del día, y te saco por mi cenit, pero te vuelves a mi por el nadir, y te me cuelas entre las piernas y te me metes de nuevo hasta el corazón.

Y me doy cuenta, que no sé qué hacer con esta lentitud de tiempo en el que te recorro recreándote con caricias abstractas y ausentes.

Y que no estás.

Que no estarás nunca.

Y que es cuando más metido te tengo y no quiero dejarte salir.


Entre mis piernas

martes, 18 de septiembre de 2012

Meditaciones

Mis dedos tienen la necesidad, imperiosa, de escribir desde hace días.  Parece que teclean los cuadritos negros de mi computadora mientras duermo, como si tocaran un piano inventado.

Mi mente es cosa a parte. Mi mente esta en tantos lugares a la vez que no puede detenerse a descansar o meditar ni en mi propia cabeza.
Y el corazón se me metió detrás del esternón y casi no me lo puedo tocar, está hibernando en un agonizante verano después de tantos inviernos latidos en compases disparejos.

La abrumación es interesante. A veces pesada, ocupa todas las células de mi cuerpo. Otras es tan liviana que parece que soy una pluma, de esas que vienen cayendo lentamente en el aire, como en una foto de portada de algún libro de superación personal.

A veces acabo el día hablando y parezco borracha. Parece, -literalmente-, que vomito las palabras. O mas bien que voy a vomitar mientras pronuncio lentamente cada letra de cada palabra de cada oración.

Y de repente, se acabó el día.

Y sueño sueños aún mas violentos de los que no me acuerdo cuando despierto antes de la alarma.

Y lo abstracto se vuelve tangible, y lo tangible se desintegra ante mi mirada -no atónita-, sino cínica y superflua.

El bajomundo se vuelve mi piso y mi realidad. Los malos se vuelven santos y los santos son todos dioses. Los rezos son mis mantras mudos. Lo que toco se vuelve oro falso. Lo que escucho son historias fantásticas mas reales que tu y que yo.

Invento hermandades con mujeres con las que he cruzado cinco palabras pero una mirada cómplice y dos abrazos que nunca nadie me hubiera dado en toda mi vida.  Me aferro a duendes que no existen en un mar lejano y me desentiendo de ti que supuestamente estás a mi lado pero que nunca lo has estado.

Me invento flores que me regalas, les cambio el agua, les hablo y las alejo de Merlina para que no las tire al piso estrellando el florero en miles de pedacitos que forman mi amor por ti.

...sobre todo eso...

...Me invento las flores que no me regalas...

(y mientras tanto, el duerme y yo duermo, y me agobia la lluvia que nos llueve y que no sé si le moja en las noches o si le duelen los huesos con frío y humedad, y si mal come...y si piensa y medita todas sus vidas allí, mientras yo espero poder visitarle para verlo y que me dé fuerza, mientras yo le trato de dar la poca que me queda, mientras sé que lo único que no nos quitarán jamás es el amor que sentimos, y la libertad de pensarnos todo el tiempo y las ganas de abrazarnos cuatro veces por semana...)

Meditando todas tus maravillosas vidas

miércoles, 5 de septiembre de 2012

Sueños violentos

Las pesadillas han quedado atrás.

Van muchas noches de sueños violentos.

Pateo, me despierto, deshago la cama, no dejo de dar vueltas. Sueño con personajes de mi pasado y futuro, no quepo en el departamento entero de tan violentos que son.

El origen lo siento a nivel molecular, la gestación en la nuca, desde la espalda parece que me recorre cada vértebra y se detiene en el cóxis y se me mete entre las piernas algunas veces, otras sigue hasta el talón de Aquiles, otras me da la vuelta hasta las rodillas, me besa en envés, gira y se mete a mi ombligo para acunarse hasta que se le da la gana.
Pero donde mas siento el nacimiento de los sueños violentos es en las caderas, de ahí se abrazan para tomar impulso y brincar al limbo.

Y amanezco cansada, a veces recuerdo un instante de violencia, otro el descenlace, otras veces cada detalle de todos los sueños que ocurrieron en toda la noche.

A veces, -como hoy-, me doy cuenta que empiezan a media tarde.  Normalmente acostada en el sillón naranja...Y todo ocurre cuando me doy cuenta que me estoy volviendo como tu.  Evito el razonar, le doy la vuelta a la realidad, pongo la mente en blanco. Me evado de lo que tiene que pasar, lo escondo en el subsuelo de mi corazón, lo atrapo en el trasero de mi hipotálamo.

Y todo comenzó a pasar hace unas semanas. Me empecé a secar por dentro y por fuera. En aparente tranquilidad me fuí blindando mientras me forraba el cuerpo por las noches, -dormida-,  de pétalos de orquidea.

Y así pasaron varias noches, y durante sus días no me dí cuenta, hasta que en el biceps, ahí donde hoy me acariciaste brevemente, noté que se me descarapelaba la piel...y empecé a jalar y ver que era un pétalo color morado, justamente como la orquidea que está en la cocina...pero ví que apenas sostenía el siguiente pétalo, y por un momento vi puntitas de miles de pétalos en mi piel: brazos, piernas, pechos, y alrededor de las clavículas...y si jalaba lo suficientemente fuerte, seguramente desarmaría por completo mi cuerpo y mi corazón se quedaría sin jaula...

Así que chupé con estilo y dedicación erótica las yemas de mis dedos y humedecí ese pétalo frágil y traicionero hasta dejarlo pegado al anterior y al que seguramente se me pondrá hoy por la noche...

Y cerré los ojos brevemente mientras te respiraba en algún lugar de mis recuerdos, tratando de trazar la línea de tu mandíbula mientras te digo adiós sin palabras y con ganas de no irme nunca. Mientras te ataba a mis ojos para que no te esfumes jamás. Mientras te decía que me tienes seca como nunca me he sentido. Me tienes postrada ante el vacío. Me tienes incrustada con pedazos de ti, que me aguijonean como espinas largas, puntiaguda y ácidas que me desarman en gotas de sangre dusfrazadas de lágrimas, así como las redondas gotas milimétricas de sangre que tenías en la yema de un dedo hoy, que te dije y no sabías cómo te habían salido, que te dije mientras te recorría todos los milímetros de piel y te medía las miradas, sosteniendotelas de tal forma para poder robarte el alma que no me dejaste robar.

Y así me tienes, y así me has tenido.

Me tienes seca de amor, me tienes tan seca, que en el momento en que me caiga una gota de agua salada del Mar de Cortés, probablemente me muera de desazón y vare como ballena en alguna playa porque simplemente no puedo concebir una vida sin tus ojos que me miren.

Así que hoy, buscaré entre las violencias de la noche, un sueño blanco y crispante, deslumbrante, entre sábanas de algodón, donde alguien que no conozco seguramente me entienda, me abrace y me hable de historias de volcanes, de heroes griegos, de soledades y de consuelos mientras me arrulla y me deja llorar cuentas de perlas que guardaré en alguna cajita para engarzar en hilos de paja en alguna otra vida.

Pero sin ti.

Gestación molecular



miércoles, 15 de agosto de 2012

Lágrimas de San Lorenzo

Todo gira alrededor de nuestra energía.

Tu y yo manejamos la rotación de la Tierra, la traslación al Sol, me pusiste en los dedos los anillos de Saturno, y detuvimos las erupciones de los volcanes. Decidí deterner un huracán en el Golfo mientras tu detenías el deshielo de un iceberg.

Desde que te soñé y te deshice en cristales y azúcar nuestra esencia viaja de mi a ti, de ti a mi.

Me seduces con una palabra al oído, te llamo en silencio con una imágen.  Enloqueces con ese ruido que suena detrás de tu cerebro todo el día, me desboco con tu tacto.  La templanza fué ahogada en un vaso de agua, y brindamos con dos copas de vino helado mientras eliminábamos la memoria a corto plazo y comíamos queso y pan nutriendo de sensaciones ésta, nuestra otra vida, y gestábamos la futura.

Dejé la copa de vino en la mesa y te mordí el labio mientras me sentaba sobre ti a horcajadas. Tomé tus mejillas con las palmas de las manos y las acaricié apenas. Tus ojos me miraban desde el fondo y tu respiración se hizo pesada, densa y grave como tu voz que se me aloja sin permiso en las células. En todas las células y su memoria.

Te conté todo lo que ha pasado en mis últimas doce vidas mientras me recorrías la espalda con la punta de los dedos y la espina dorsal se me desdoblaba electricamente.

Nuestras lenguas se reconocieron en un nuevo baile y tus manos no dejaban un centímetro libre de piel y leyéndome como libro abierto los días ausentes de nosotros.

Te dije que las taquicardias me iban a matar mientras detenías las manos sobre mi piel y me susurrabas que precisamente de eso se trataba mientras te volvía a morder el labio y te desfajaba la camisa sin prisa y mi lengua te hablaba en el caracol de tu oreja derecha.

-Estás hecha a mi medida-, me dijiste

-No te vayas nunca-, te respondí

Y después, dejé de recordar lo que pasó porque me distraje con las Perseidas que no dejaban de llorar mientras nos veían perdernos en nuestras constelaciones y nos olvidábamos de los sentidos.

Y cuando me dijiste lo que sabes que necesitaba escuchar en el caracol de mi oreja izquierda, susurrándolo lentamente y eternamente, con esa voz tan ronca, tan pesada, tan llena de ti y de mi, de nosotros y de toda la rotación de la Tierra, el Sol se acercó un poco mas a nosotros y nos hizo estallar como nunca y como siempre.

Viendo las Perseidas

jueves, 9 de agosto de 2012

Sueños de cristal

Desperté con ruidos de cristal rompiéndose.

Y ahí habías estado.

Te sentías aún. Tu lado de la cama seguía tibio, la forma de tu cuerpo seguía marcada entre las sabanas que olían a nuestro amor, tu mano seguía caliente sobre mi cintura y respiraba el aire que acababas de exhalar.

Te desvanecías con los restos de la noche y con el comienzo del día, pero te sentía mas que nunca. Me preguntaba si estarías sintiendo lo mismo y me contestaste desde allá que si.

No quería decirte que con ésta era la séptima noche seguida que soñaba contigo porque hubiera parecido una mentira aunque sabes que no lo es. Te busco y te encuentro en mi otra vida, la nocturna, que es mas real que la de cualquier mañana común y corriente, o la de una tarde de agosto.
Y quiero dejar de buscarte pero nos encontramos a la vuelta de la esquina y no hacemos mas que quedarnos viendo...así, con los brazos a los lados, esperando el abrazo que no nos damos y sintiendo en la boca el beso que detenemos para que no se nos escape y prenda el motor de lo inasible.

Y decidí no decirte y comenzar a barrer los cristales rotos en el piso.
Se me antojaban, me seducían, me daban taquicardia...los apretaba entre los dedos y se convertían en azúcar que sentía dulcemente deshacerse en mis manos. Se convertía en polvo de estrellas y se dibujaba en voces escritas en mis palmas, formaba palabras que nacían desde mis líneas de vida y con la punta de la lengua las saboreaba mientras sonreía y te seducía.

Sé que volverás cuando te invoque a mis sueños. Se que no me abandonarás. Me ven tus ojos las noches que quiero me vean y nos reímos con la mirada, te acaricio desde el esternón hasta el ombligo y me meto desde la nariz por tus omóplatos hasta las yemas de tus dedos.

Pero, los sueños se rompen, y llegara uno en el que me despida de ti con las manos, porque las cuerdas vocales me las congelaste en el cielo ese día que baje sin paracaídas, y te diga que mis sueños te abandonan, porque ya no pueden romperse mas de tan rotos...

viernes, 3 de agosto de 2012

Desde dentro

Mi vientre se convirtió en lava, roca negra de lava. Se tensaba en inhalaciones y se encogía  en exhalaciones.

Me deshice en evaporarte, me endurecí del esternón al hueso púbico.

Me revolví en la cama lo que pareció una eternidad, y cuando ya no pude dormir mas, tomé la piel de mi abdómen apenas con las puntas de mis dedos. Era tan suave y doloroso mi tacto me parecían garras las que me abrían en dos para sacar esa roca inerte, pesada, atrapada.

Las puntas de mis diez dedos se colocaron en el esternón, donde sentí mi corazón con una fatiga inmensa, como corazón de abuela melancólica y viuda que duerme con su gata a los pies de la cama.

Tal como sentía me devolvería el espejo en cuanto me viera en el.

Tenía que levantarme a inaugurar mis pasos, que me sonaron ligeros, no pesados como los otros días.  Tan ligeros que bien podría haber estado muerta y recorriendo un Purgatorio exactamente igual a mi cama, mi piso, mi baño y mi cocina.

Decidí que me ganaría el Paraíso en la Tierra, así que mientras mi piso se convertia en arena de mar, me acerqué caminando a tu playa, la recorrí lentamente, el sol me pintaba con un poco mas de pecas, las arrugas me surcaban las ideas y el aire se enredaba en mi pelo y lo trenzaba de mil formas distintas mientras yo me detenía en tu piel de sal eternamente, para no dejar un solo pedazo libre de mi.

La arena tenía las estrellas de mar que están en la mesa de la sala, tenía mis cuarzos, -rosas-, fluoritas y un corazón de latón.

Las iba tomando una a una y prendiendo a mi piel y a la tuya para deternernos los desamores de las últimas vidas.  A ti te parchaba pedazos donde se te iba saliendo el alma, y te los cosía con algas y agujas hechas de erizo de mar.  Aproveché para pintarme con tinta de calamar los ojos, para ponerme polvos de coral en los labios, me hice pulseras de conchitas y con hojas de palmera me cosí un vestido de princesa.

La vida se iba cada siete y cada nueve olas, pero regresaba con la misma frecuencia disfrazada de marejada, otras de tormenta tropical, y otras mas estática de lo jamás hubiera podido imaginar.

Empecé a respirar sal evaporada que se iba incrustando lentamente en mis arrugas y las desaparecía.  Las canas se me taparon con un moño hecho de corales, y en los pies, en mi lado secreto, había peces rojos, azules y amarillos que me mordían mientras me veían muertos de risa.

El viento se me empezó a colar por el caracol de la oreja izquierda y cuando me dí cuenta tenía tus manos rozándome la nuca, después los hombros, y acabaste abrazándome por detrás. Cuando se acomodó el abrazo, los dos nos quedamos viendo el horizonte. Sentí tu respiración, escuché tu corazón y en tu sombra adoré mas tu perfil con labios de pecado. No podíamos vernos a los ojos porque sabíamos que podríamos romper el hechizo, y suave y lentamente empezaste a casi deletrearme el juramento.

Y yo te lo juré de regreso.

Los peces nos mordían los pies a los dos, la piel me quemaba, la sal nos adormilaba, y cuando explotó la ola que tenía forma de espirales rotas, me hiciste una promesa muda que no llevaba una sola palabra de amor.

Y traté de comenzar a sonreir tranquila, hasta que la sonrisa y un comienzo de paz se empezó a instalar en la yema de mis dedos y parecía que la roca de lava comenzaba a hacerse polvo.

Y te lo volví a jurar de regreso toda la mañana, aunque no me escuchabas ya, porque un rayo verde del horizonte te había llevado con el.

Y seguí jurándotelo.

Y seguí jurándomelo.

Desde dentro. Desde donde solo tu existes.

Pie de la Cuesta



lunes, 30 de julio de 2012

Para escapar

Para escapar de ti, trato de tararear todas esas canciones que me cantaste. Como mantra repito pedazos de una y de otra recordando y sintiendo esa que bailamos una vez. O dos o tres, como preludio a lo que recuerdo era nuestro amor.

Trato de evaporar las lágrimas que te lloro sin cesar todo un domingo de tanta nostalgia de ti. De tanto dolor en el corazón que se me parte en pedacitos esperando sea el presagio de un nuevo corazón que esté por llegar por paquetería en cualquier instante.

Para escapar de ti, me escondo de todos los rincones de la casa, porque todos te contienen fuertemente atados. Todos tienen un respiro de ti o una sonrisa. Tienen un llamado sin respuesta, tienen una pisada o un leve olor a ti.

Me escapo de ti atragantándome de palabras en lo que parece ser una competencia agonizante contra reloj. Que si no las digo ahora, habrá un nunca después en el que jamás las escucharás.


Parecería que hoy domingo, aunque ya se llame lunes, el último de mes, no tendré oportunidad de decirte nunca mas todo lo que te entregué el día que te dije que empezaba a caer perdidamente enamorada de ti.

Para escapar de ti, no me queda mas opción que dejar de caminar insomne por nuestros recuerdos. Dejar de buscarte por las calles, dejar de besarte cada noche, mientras le pido a un Dios que no conozco que me de el croquis para salir de tu laberinto, pero que se quede contigo para siempre.

Que ese Dios te diga que...

Hay muchas cosas que olvido decirte ahorita, y que en los insomnios por venir iré recordando. O en los sueños en que te me aparezcas te diré..."¿sabes que hice hoy que me recordó a ti?, o ...¿sabes que hoy pasé por ese lugar donde estuvimos y me senté en la misma mesa?, o ¿Recuerdas el vestido que te gusta?, pues me lo puse hoy"

Para escapar de ti, me tengo que dejar fotografiar el alma por las estrellas. Tendré que desdibujarme los recuerdos del futuro que nunca tuvimos juntos. Tendré que voltear a la izquierda cuando tu recuerdo se me aparezca por la derecha...

Para escaparme, tendré que nadar contra corriente hacia esa isla que se parece a ti. Tendré que ahogarme en el recuerdo de tu "dejarme ir" dentro de tu aparente lucha contra un vacío lleno de fantasmas. 

Para escapar de ti, tengo que encontrarme en mi, sin ti.

El problema, el grave problema...

Es que no quiero escapar de ti...

El problema, es que no encuentro vida sin ti, y la solución, no existe sin ti.

sábado, 28 de julio de 2012

Y

Y los días pasan, van rodando lentos, las lluvias dejan de mojar, el sol calienta a ratos, y la vida sigue.

Y parece que la costumbre toma vuelo.

Y tal como te dije nos vamos olvidando, poco a poco, no se necesita mas.

Nada mas.

Y la vida sigue, y nos vamos acomodando deliciosa y dolorosamente en el olvido.

jueves, 26 de julio de 2012

Des(fase)

Ocurrió.

Estábamos juntos, pero al mismo tiempo mas separados que nunca.
Yo trataba de asirme con todas mis fuerzas a ti, y no se qué pasó.

A media mañana sentí un vacío que me desconcertó. Busqué y rebusqué dentro de mi dónde te habías metido.

Al medio día estuve ocupada y cuando me dí cuenta eran las seis de la tarde y yo estaba recorriendo las calles del centro de mi ciudad, -apenas te había pensado, apenas, y me dí cuenta de eso dando la vuelta en la esquina de la calle de Justo Sierra-.

A media conferencia me confesé en silencio con el público que me rodeaba. Les dije que no sabía por qué motivo te había perdido en algún momento a media mañana. Aparentemente había estado bien pendiente de ti todo este tiempo. Nadie me contestó, nadie me miró, mientras inquieta cruzaba y descruzaba las piernas con medias puestas.

Sabía que el psiquiatra que estaba sentado a mi lado veía mis piernas de reojo. Las sentía y las quería tocar. -no sé si las medias o mis piernas-, y por primera vez en muchos años, me dí cuenta que alguien me veía.

Pero, me veía...

Hay una sutil diferencia entre el "ver" sin itálicas y el "ver" con itálicas...

Y hay una diferencia entre sentir que alguien me "mira" sin itálicas, a cuando alguien me "mira" con itálicas...

Así que terminando la conferencia, y mientras el psiquiatra me seguía atento cargando su perfectamente doblada gabardina (estoy segura sin ser psiquiatra que sufre de "trastorno obsesivo compulsivo"),  yo soltaba unos enormes y sonoros taconazos con mis altos zapatos negros para que todos me vieran.

Quería gritarles que en efecto no te encontraba, pero también que durante algún descruce de piernas me cayó como balde de agua fría la realidad.

Tomé copas de vino mientras el psiquiatra me decía que -no podía creer cómo era que no tuviera pareja- mientras con una sonrisa yo le preguntaba por su esposa amablemente.

Seguí hablando con el mientras me daba cuenta que soy una mujer, -pero creo que me daba cuenta por primera vez en mi vida que soy una mujer- y que puede lograr lo que se me dé la gana.

El psiquiatra se despidió con un beso y un abrazo mas apretado de lo normal, yo me reía por dentro mientras le decía que diera besos a su esposa y el me contestaba al oído acosadoramente -puedes tener lo que quieras, todo es cuestión de actitud, y sabes que la tienes, solo te hace falta usarla-

Me quedé en medio del gran patio lleno de gente con una sonrisa. Mi hermano vino a mi para decirme que nos fuéramos a bailar con sus amigas y que nunca había visto al psiquiatra tan atento.

Decidí irme a bailar a mi cama, sola.
Un poco nostálgica por haberte perdido. Un poco sola. Un poco triste, un poco con ganas de llorar tantito, un poco fría y húmeda con la lluvia que no llovió ayer, un poco enojada porque te quiero pero te perdí en ese des(fase).

En algún movimiento ayer, probablemente cuando pagaba la comida en la caja del súper, un terremoto ocurrió. En ese momento se fisuró mi alma, y te escapaste por allí, y yo pagando la cuenta y firmando el voucher no me dí cuenta hasta mas tarde...

Pero mis medias decoradas ayer me dieron la fuerza que me faltaba para sentirme mas mujer que nunca, y saberme con fisuras, pero nada que no se pueda remediar con actitud.

Medias dibujadas

lunes, 23 de julio de 2012

Existir

Doy vueltas sobre mi propio eje, me contesto las preguntas de las que sé la respuesta aparentemente desde siempre. Me regocijo en tu voz pasada y después de eso me quedo sin nada. Me quedo con el ofrecimiento en la punta de los dedos, con el deseo anestesiado y los párpados cosidos para no ver mas allá de este momento.

Me renuevo en mi, en el frío que siento en la punta de los dedos de pies y manos para adormecerme en una tarde de lunes que parece de un día cualquiera, pero menos de lunes. Parece preludio a una implosión en mis sentidos, -pero diferente a las de siempre-

Me quedo con el ofrecimiento en la punta de la lengua, me lo regreso a las cuerdas vocales, me atraganto en el, lo mastico y que se diluya en mi sistema...

No me queda mas que decir, no me queda mas que hacer, aunque me queda mucho por existir, -contigo, pero sola-

Lunes antes de la implosión





domingo, 22 de julio de 2012

La izquierda de mis noches

La cama está deshecha de domingo.  He tenido pesadillas estos últimos días dignas de Freud, me he removido inquieta, tratando de dar la vuelta con cuidado cuando le toca al lado izquierdo.

Merlina se pone entre mis pantorrillas cuando escucha que apago la lámpara. Y empieza la noche, con la lluvia lenta, con las voces que se mezclan bailando en el cubo del edificio, con las respiraciones acompasadas de ellos a unos pasos de mi, y con el fru fru que hacen mis sábanas a cada vuelta...

Y es que cuando la doy al lado izquierdo, lo hago con cuidado. El hombro se disloca un poco, la pequeña bola que salió de repente hace unos años ya es una mediana bola que me duele en el crawl y en el ardha kurmasana, la cicatriz de la cirugía a veces me duele con la humedad de la lluvia -inexplicablemente se enfría y pinta de morado-, la cadera hace un pequeño click a veces nosedesdecuando, y ahora, a la mandíbula le doy la vuelta con mas cuidado para que no se inflame más, -pinche dentista y sus jaloneos el viernes que me sacaron lágrimas anestesiadas que cosió con cuatro puntadas adoloridas-...

Apenas hace unos días contabilicé estos pequeños puntos y caí en cuenta que todos estaban alineados sobre mi lado izquierdo, esa debe ser la razón por la que cada mañana también me admiro con mas de mis increibles canas en ese lado también.   Cada vez, las últimas quince veces que he ido al súper, me detengo en el pasillo de los tintes al menos tres minutos para estudiar las diferentes marcas y cantidades de amoniacos mientras leo: capuchino medio, caoba estallante, rubio cenizo obscuro, cacao...indecisa siempre dejo las cajas en su lugar, mientras debato entre un ligero tinte, esclavizarme de por vida, o no hacer nada por ellas ni por mi...hasta que decidí la última vez con un L'oreal en la mano derecha y un Garnier en la izquierda que no me pintaría jamás las canas, giñándoles el ojo izquierdo a las sonrientes modelos que me miraban igual de acartonadas que sus empaques.

Pero ayer resultó que le rompieron el corazón por primera vez. Ella le dijo que no-podía-quererlo-como-él-a-ella, y cuando me lo contaba, me empecé a remover inquieta sin siquiera respirar, solo supe que a mi me dolió mas de lo que imaginé jamás...

-y entonces aproveché para enojarme contigo, para llorar por él, por mi, para gritarle hijodeputa al destino mientras le agradecía furiosa al mismo tiempo, para recordar, para olvidar, para sentir, para revivir y reanimarme después de cinco minutos y ordenarme no perder la cordura y continuar con el día y con mi vida-

No entiendo cómo no viene en el "instructivo para ser madre" perfectamente especificado y explicado en varios subtemas y variables el cómo superar la primera vez que le rompen el corazón a un hijo...

Hoy tendré que cuidar el corazón cuando me mueva sobre el lado izquierdo las veces necesarias durante la noche, -ni que se ablande demasiado, ni que se endurezca demasiado-.
 

Hijo




viernes, 20 de julio de 2012

Voz

Necesito el timbre de tu voz para recorrerme en el espacio que hay entre mi tiempo y tu ahora, para desentenderme de ti y descubrirte sin darme cuenta en el aire que entraba por la ventana hace unos segundos, para sentirte en la lluvia que acecha la ciudad cada verano puntualmente por las tardes mientras olvido siempre mi paraguas rosa, para acariciarte en el silencio que hay en el abrazo que le di al vacío mientras dormía pensando que eras tu, sientiendo tu espalda inexistente contra mi cuerpo sanando mi lado izquierdo, y mi dedo índice tocando el centro de tu esternón, allí, de donde te salen las palabras, desde donde te las escuchaba mientras me inundaba tu voz la sangre que disfrazada de océanos me navegaste desde todos los puntos cardinales.

Ojalá se me hubiera ocurrido quitarte las cuerdas vocales la ultima vez que te vi sin saber que no escucharía tu voz hasta que algún día las calles mojadas de lluvia decidan encontrarnos.
Tal vez...

Mi paraguas rosa

martes, 17 de julio de 2012

Hueco

Las horas pasan con una lentitud que me parece desquiciante, inaudita.

El día apenas se partió a la mitad hace apenas dos horas y un poco más, y no sé cómo acomodarme dentro de los minutos.

Las nubes no ayudan, los putos huracanes que están en puerta en los dos mares no estallan, el gris absorbe cualquier color que intenta salir y a mi no se me transforma la expresión por mas que lo intento.

Y con los segundos no sé qué hacer. Medio me revuelco en la silla, faltan demasiados para ir al súper para hacer las compras para la comida y falta una eternidad para ir a la yoga en la noche y llegar rendida a tratar de dormir. 

Los ojos se me van de un lugar a otro y no sé dónde posarlos para que se tranquilicen. Me he visto demasiado las manos todo el día. Me descubrí dos pecas nuevas, mas grandes que las otras, las de toda la vida, tal vez sean manchas de edad, tal vez sean simplemente pecas. Mis dedos están desnudos de anillos, hoy en la mañana antes de salir, fuí al tercer cajón del semanario y puse allí el anillo que me regalaste. Lo aventé, de hecho.

Me tomé un café en Insurgentes con dos galletas mientras veía coches y coches pasar y quería descubrirte en alguno de ellos y al mismo tiempo no.  Sabía de todos modos, que era imposible encontrarte en uno de los cientos de pasaban frente a mi, lentamente,  a las doce del día, en ese rumbo de esta ciudad tan gris y tan grande. Solo eran ganas, así de imposibles como me suenan tu nombre con tus dos apellidos, así como imposibles son tus juramentos llenos de amor, esos que juras por tu vida, pero no por tu agonía. Esos que van con tanto amor, que cuando acabas de pronunciarlos, se han quedado tan vacíos de amor. Huecos. Grises.

Tenías razón Bandini, pero solo en parte, no es la edad, es el amor o el desamor lo que hace que lo poco que queda de razón se vuelque en las letras que trato de convertir en espirales.

Gris




lunes, 16 de julio de 2012

Si

¿Cómo desgranar pedazo a pedazo un si que parece me duró una eternidad en los labios?

No puedo digerir aún las palabras que me tragué por desayuno que no te dije. No puedo calentarme los pies tampoco, y me cuesta fijar la mirada en ese punto cercano que no encuentro y que está en mi paisaje circundante.

Me lavé las manos hace dos horas y no sé por qué motivo me huelen a ti cuando me mirabas algunas veces de cierta forma, y entonces recargo el codo en el descansabrazos de la silla y me pongo el puño izquierdo cerrado en la nariz, y mi boca se queda justo donde está colocado el anillo que me regalaste, y te sigo oliendo aunque sé que me estoy inventando este olor, que no es mas que dolor.

Y te veo en esa terraza donde tomamos vino y reímos hace muchos meses. Y te veo hace años, y te veo ayer mismo.

Y veo que en lugar de contagiarte felicidad me contagiaste tristeza.

Y me regreso a ese si que te contesté hace unas horas, ese si que me dolió pero que a la vez me empezó a sanar. Ese si con el que te confirmé lo que mi alma ya sabía, -que no podía seguir a tu lado-.

Y una vez mas, necesito hoy recomenzarme, recorrerme el cuerpo y el alma para renacer una vez mas. Para saberme a mi solo conmigo y con nadie mas en este planeta.

Para saber que con ese si solté esa amarra que me tenía atada al muelle de donde no podía embarcarme para cruzar ese Océano que no tiene nombre ni dirección. No sé a dónde me llevarán sus corrientes, solo sé hoy que me llevarán sin ti.

Mientras, te dejo en tierra firme, atragantándote con tus hubieras y tus pecados. Pensando que te ganarás el cielo en la tierra. Sintiendo que expias culpas inexistente. Flagelándote con tu derecho a no-ser-feliz que no pienso compartir.

Yo me voy con mis nubes, dejándome llevar por los vientos que me secarán todas las lágrimas que tendré que llorar para ser mas libre de lo que ahora soy.

Y el amor y enamoramiento que te quede, entierralo en el primer cementerio que te cruces, porque ni a ti ni a mi nos servirá ya en esta vida.

Si.  foto: tu



miércoles, 20 de junio de 2012

Succión

El vacío me succiona las lágrimas. Me tiene inerte mientras muevo los ojos tratando de ver la puerta de escape, la salida, la solución.

Mientras, no ha dejado de llover. El huracán me tiene presa en forma de gotas que parecen lágrimas en los vidrios del coche.

Mal duermo mientras sueño que grito "¡perdón!" a quien tenga que perdonarme, mientras me perdono, mientras pienso que todo es un mal sueño, mientras gatos en pesadillas rondan mi casa, mientras escucho ruidos que invento en el mal sueño, mientras escucho el respirar de mis hijos en el mal dormir y mientras deshago la cama por todos lados porque no puedo dormir en ninguna de sus cuatro esquinas.

Y la lluvia sigue goteando a las dos, cuatro y cinco de la mañana. Y cuando me despierta el despertador que suena como un campo lleno de grillos, me parece que apenas he cerrado los ojos y son ya las cinco y media y el día tiene que comenzar porque no puedo deshacerme de él...

Y las gotas del huracán agonizante suenan en el cubo del edificio, y en mi ventana, y los coches ruedan sobre pavimiento mojado, y sigue siendo de noche.

Y solo puedo pensar, que en toda mi puta vida, nunca me ha pasado algo como lo que me pasó el domingo y que me parece que el Destino se equivocó de destinatario. Tal vez le tocaba a la vecina y el dedo índice del Destino titubeó o se distrajo y equivocadamente se movió a la izquierda nueve grados y me señalo a mi.

Y solo puedo pensar que no se que puerta abrir para salir, sin que nadie me vea, sin que nadie me respire, sin que nadie me sienta, mientras logre que el mundo entero se olvide de mi.

Lluvia vista desde el coche



lunes, 18 de junio de 2012

Abandonada

Me desperto ayer un rayo partiendome en dos mitades perfectas.

Enseguida se me enfriaron las ideas y las puntas de los dedos y la nariz,  y con una practicidad extrema ordené mi cerebro en un power point perfecto donde pasaban y repasaba gráficas con colores y flechas que iban en cientos de posibilidades diferentes. Mi mente se convirtió en la de una actuaria, la de una estadista, la de una profesional en riesgos guardando cerca del cerebelo ese power point comprimido para que no ocupara mucho espacio.

Mientras tanto, sueños y deseos se iban saliendo por mi boca.

Y seguía fría.

Hasta que hoy, me le quedé viendo a la lluvia por la ventana, y pensé que tu primavera me abandonaba, -aunque ya lo había sentido desde ayer-, y ví caer en cámara lenta gotas de lluvia de un huracán que viene del mar que va al fin del mundo.  Y me le quedé viendo a una gota que se convertía en granizo, y me sentí abandonada en una frialdad instalada en mi. En una insensibilidad triste y poderosa. En una ansiedad obscura y trémula.  Y por primera vez en muchos años, intenté decir con la boca algún rezo a algún Dios que no conozco pero que decidí inventar en ese instante, en un Dios solo mío, que tiene cara y cuerpo de mujer...

Y mientras, un segundo antes de que la frialdad y el cálculo perfecto que lleva más de veinticuatro horas instalado en mi cuerpo, recordé sumamente lejano el deseo que sentían nuestros cuerpos cuando se sabían cerca y las sonrisas que nos temblaban en los labios, y quise abrazar algo que ya no existe. 

Cuando éramos felices.

(tal vez mi Diosa, es la que se guarda la primavera cada vuelta completa al sol, y te la entrega a ti, mientras sueñas en blancos deslumbrantes con selvas lacandonas para que me la dosifiques y no me atragante de flores y rayos de sol)

Antes de partirme en dos

domingo, 10 de junio de 2012

Gotas

Hay domingos que llegas a revolver las sábanas de la cama mientras me soplas al oído dos o tres palabras que me suenan a eternidades.
Pareciera que por el caracol de la oreja me llega tu torrente sanguíneo lleno de deseos y sueños, de estática  y de imposibles y entonces te lo devuelvo con la punta de la lengua porque no quiero quedarme con una sola gota.

Me muevo entonces por el espacio que dejas tomando tazas de té y mirando la tranquilidad a través de la ventana. Sigo desnuda como me viste el alma y su no-vestido de domingo, saboreándote sorbo a sorbo hasta que me termino la tetera entera, sin dejar una sola gota.

Y empiezo el día, saliendo, cerrando la puerta con doble llave y dejándote en el recuerdo de una cama deshecha, donde no dejamos un solo suspiro.

Tranquilidad



lunes, 28 de mayo de 2012

Beso

La última vez que me paré en ese lugar fué el 30 de julio del 2009, y en ese preciso instante me juré no volver a hacerlo.

La estudié milimetricamente desde la banqueta de enfrente, desde ese ojo arquitectónico que no tengo, crucé la breve calle, caminé los cinco metros de frente que tiene la fachada con pasos largos y lentos, me detuve a observar la ventana de la cocina y casi pude ver a la dueña de esa estufa y ese refrigerador y esos cuchillos y horno de microondas un día antes limpiando las ventanas con limpiador en spray de vinagre de manzana secándolas freneticamente con bolas de periódico como para borrar todos sus pecados y de paso los mios.  Estaba segura que si me ponía de puntitas y acercaba la nariz al vidrio, además de ver el vaho de mi respiración agitada y acalambrada podría respirar ese vinagre y ver algún pedazo de periódico mojado y seco ahora con medio anuncio de alguna oferta, o un pedazo de aviso oportuno pegado sin querer al impecable vidrio.

Me fijé en un detalle del encaje de la cortinita, si lo pudiera haber tocado, podría haber sentido lo rasposo del almidón, la rudeza y el calor sofocante de la plancha, sentir las manos de esa mujer, dueña de esa cocina, de esa estufa, lavadora de ventanas, madre probablemente, esposa y tal vez amante del veterinario de la esquina deslizandose por ese algodón.
Estuve segura también que ella había hecho esas cortinas. Que las había cortado con un patrón inventado en su cerebro, cosido a mano y colgado desde un banquito.

La fachada la recuerdo igual de bien pintada que ahora, parecería que el barrendero por las mañanas además de barrer las hojas y  el polvo de la calle, le da un soplido a la pared y puerta negra para que se vea impecable.

Ese lugar, al que nunca he entrado y jamás en mi vida entraré, es el lugar donde me diste el primer beso.
Me aventaste a la pared debajo de la cortina almidonada. Mi cabeza no llegaba a tocar el quicio de la ventana, pero mi cuerpo parecía que fundiría la pared debajo de ella.

Durante días, semanas y meses evité andar por allí.

Muchas otras veces pasaba en el coche y no podía evitar voltear.

Pensar, sentir, tratar de repetir el momento.

Otras veces me quedaba un solo segundo viéndola, tan intensamente que estaba segura que lograría hacer que el tiempo y universo revirtieran el destino pasado y futuro y repetiría ese beso que nos dimos.

Otras veces quería gritarle a la puta ventana que la odiaba porque seguramente me lo había inventado todo cuando en realidad lo estaba olvidando desde la memoria hasta la piel.

Hasta que empecé a ver la fachada, con su pedazo de banqueta, con su ventana y cortina almidonada con nostalgia, para después pasar a una especie de recuerdo con sabor a nosequé...

Y hoy, cuando dí la vuelta a la izquierda mas adelante, me dí cuenta que llevaba varios meses sin recordarla. Sin pensarla. Sin echarle una sola mirada, ni de reojo siquiera...

Todo esto lo sentí en la boca con sabor a mora azul, vainilla y fresa, -los mismos sabores de la gelatina que me acababa de comer minutos antes-, a la vuelta de la esquina, donde tu y yo comimos también alguna vez, -la vez del beso-.

Lo que nunca te he dicho: ese beso marca el principio de mi libertad.

viernes, 25 de mayo de 2012

Aleteos

Ayer me sorprendí a media tarde cuando viendo la fuente de todos los jueves se estacionó una nube en medio de mi cielo viéndome y queriendo entrar a mis instintos desde el negro de mis pupilas.

Y dí un brinco porque al mismo tiempo, entre la parte baja de las costillas y la garganta se me pronunciaba tu nombre de una forma diferente a la de siempre y ví que me saltaba una mariposa en medio de las costillas.
No entiendo el cómo ni el cuando.  Solo sé que repito tu nombre quedito en la mente, una y otra vez, y salta la mariposa y me dice cosas acerca de ti y de mi que no sabiamos ni tu ni yo y además que hay otra mariposa gemela que está haciendo lo mismo contigo.

-¿por qué?-, le pregunté a la mariposa

-porque así está escrito en tu carta astral y en la suya-, me dijo con voz de hada.

Me quedé callada.

-y además, desde ayer él no ha dejado de besarte desde el subconsciente hasta el consciente, desde la punta de la lengua hasta la yema de los dedos, con el cuerpo perfumado y el alma sorprendida, igual que tu-

Y sigo callada porque los aleteos me tienen muda desde el tuétano hasta el lóbulo de las orejas sintiendo cada una de tus caricias y respiros entre beso y beso.

Mi fuente y tu nube



martes, 22 de mayo de 2012

Veneno

El veneno respiraba alrededor mío, alguien lo había escupido por la calle y había entrado por una ventana que dejé abierta y cerré a las dos de la mañana con cincuenta y un minutos.

Era invisible, inasible, inoloro pero espeso como pegamento incomodo.

Te ibas y yo me quedaba sin crónica de una soledad anunciada.  Sin aviso, sin alarma, sin carta de despedida.  La señal que me dió el eclipse que solo pude sentir días atrás no me habló de ti ni de tu viaje al inframundo.

Y mientras en un rápido cálculo mental hacía mediciones de tiempo y espacio en un sillón que mide un metro cuadrado donde reposaba mi descanso de sobremesa, el veneno empezaba a volar hacia ti, y por mas que lo traté de asir se me escapaba de los dedos.

Y así ocurría cuando me dí cuenta que me llamabas con un susurro distante desde días atrás y yo no lo escuchaba. O mas bien lo oía pero no ponía atención a tu grito quebrado.
Me hablabas cosas que no te creo. Me hacías reclamos inútiles. Me recordaste a todas esas promesas sin cumplir que me han hecho y que se que mientras se pronuncian se rompen.
A mi no me puedes hablar palabras que mecanicamente le repites a cualquier mortal.

No has entendido las diferencias básicas entre tu y yo y entre tu y ellas

Eres esencia mía y yo soy piel tuya.

Y aunque te cases siete veces, te metas debajo de piedras, te vuelvas del color del cielo y te pierdas en una nube, yo siempre seré tu Punta Cometa, por los siglos de los siglos...

-pero cuídate del veneno que quieren meterte debajo de la piel, porque ni tus demonios serán antidoto suficiente para salvarte, y sabes, lo sabes hasta la médula de tus huesos, que yo no puedo detener ese veneno porque mis dedos tienen polos magnéticos que lo repelen y que solo pueden atraerte bordandome en tu espalda con hilos de seda y punto de cruz en esas mañanas donde nos amanecimos juntos en esa paz que solo tu Punta Cometa te puedo dar-.

Y mientras te espero, rezaré rosarios vivientes y sin pausa con cada fluorita que me cuelga de la garganta y se detiene en mis clavículas, pasándolas por las yemas de mis dedos hasta desgastarlas...como rosario inventado que se le reza a la Diosa del Fuego, para que te traiga con bien y el veneno no te alcance.

Regresarás el camino porque aunque no lo quieras tu y no lo recuerde yo, el antídoto lo tengo escondido en el empeine.




lunes, 14 de mayo de 2012

Gardenias

Tengo un papel en blanco y no se qué hacer con él.
Si dibujarlo, escribirlo o rasgarlo en cientos de pedazos milimetricos.

Tengo un instinto de supervivencia colgado del hombro derecho y un ánimo a seguir dando vueltas atado a la cadera.

Tengo ya el corazón acompasado pero las entrañas revueltas.

Tengo la mente clara pero el hipotálamo pintado en colores psicodélicos.

Te tengo a ti incondicional, cuidandome las espaldas veintidos veces o las que sean necesarias.

Te tengo a ti ciegamente protegiendo el piso que voy caminando y adorando mis pies mientras me  respiras la piel.

A ti te tengo fotografiandome los recuerdos y el futuro por anticipado.

Y a mi me tengo para recorrerme el sentido común y empezar a dejar los tormentos detrás, para abrir los ojos y ver el arco iris que me pintan siempre al amanecer y oler las gardenias que felizmente llegaron a mi el sábado y me inundan los sentidos mientras cierro los ojos para creerme que de verdad las estoy oliendo.

Tres ramilletes de gardenias



sábado, 5 de mayo de 2012

No-morir

Ya no recuerdo si fué el sábado o el domingo.

El tiempo se ha comportado de forma extraña conmigo ultimamente. Me quité el reloj el viernes 27 a las dos y pico de la mañana y no me lo he vuelto a poner.  Creo que está en el fondo de mi bolsa con mis aretes de perlas, mi Claddagh, el anillo de la espiral rota...

Y sigo sin recordar si fué el sábado o el domingo, pero me vi desde fuera y pensé que me iba a morir.  Me sentí desde dentro y me ardía hasta el espíritu. Se me quemaba la mirada, lo que escuchaba era vago y lejano.
Veía la cara de Maya con ojos vidriosos y angustiados, yo creo que ella también sentía que me iba a morir, veía caras que no se de quienes eran.

Quería hablar y no podía, quería decirle a Maya que por favor cuidara a mis hijos como suyos, pero sabía que no era necesario hacerlo...

Se lo dije con los ojos y ella me asintió con una lágrima.

Y pasaron cuatro horas y no me morí.

Y aquí estoy, pensando, escribiendo, viendo, sintiendo. Dejando pasar el tiempo y razonando qué pasos tengo que caminar y hacia donde.

La bruma se va aclarando, hay cosas que van tomando color y forma.  Sigo sin saber escuchar a mi cuerpo, no sé qué ha querido decirme los últimos siete meses.  Trato de meterme dentro, y no puedo poner atención, me distraigo con cualquier cosa.  O tal vez es que no quiero saber lo que me tiene que decir. Tal vez no quiero enfrentarme con las verdades del hígado, las angustias de los riñones, los hoyos en el estómago, el útero que no concebirá mas, los pulmones que gritan aire apagado, las venas y las arterias por las que galopa desbocadamente mi sangre...

Tal vez pueda oirlos a todos, pero al corazón les pido que lo callen...no quiero que me hable sus penas, no ahora...tal vez cuando me ponga el reloj de vuelta en la muñeca.

Urgencias para no-morir

sábado, 21 de abril de 2012

Allá

Hoy saldré, hoy iré allá.

A ratos se me acelera el corazón, a ratos me arrepiento de ir, también sé que solo estoy dando vueltas sobre el mismo eje, que no me estoy moviendo.
Tengo que salir de ese eje, es solo cuestión de saltar cerrando los ojos.

Y desafanarme de ti y de mi, desaparecer-nos, soplar de vuelta el alma que robé hace unos días, recuperar la mía.

...que entre tanta vuelta, entre tanto movimiento, en algún momento almas fueron y vinieron y quedaron mareadas dentro de cuerpos equivocados...

Tomando té verde, Monte Xanic y helado de ajonjolí me robaron el alma





jueves, 19 de abril de 2012

Luz indirecta

A las cinco de la mañana la luz que entra por las ventanas de la sala tiene mas vida que la ciudad entera.
Llena de líneas en todas las direcciones el techo. En blanco y negro y grises medios. 

Y ahí me encontré contigo mientras acostado acariciabas a Merlina.

El silencio se rompía por fuera con ruido de coches, porque dentro, donde estábamos nosotros, ni siquiera se escucharon mis pasos cuando llegué junto a ti.

El frío me puso la bata suavecita, y me la crucé hasta la garganta. No me dejaba respirar igual que la gargantilla que no me he quitado. Quería asfixiar las lágrimas que me escurrían calientes por la cara y parecían ríos de lava.

Y no hubo diálogo entre nosotros, hasta que en un momento, cuando el tictac del reloj de la cocina parecía ensordecedor y marcaba seguramente casi las seis de la mañana, decidiste empezar a hablar.

Y yo decidí no responderte.

Mis palabras habladas y escritas se habían agotado mucho tiempo antes en diálogos que ahora me parecen vacíos.

Me dí cuenta en ese momento que no existía una sola palabra, por hermosa que fuera que te hiciera decidir no soltarme durante toda tu vida y durante toda la mía...

Se me ocurrieron "libélula, corazón, interesante, volcán, etéreo, eternidad"...

Pensé varios verbos también, pero ninguno por mas que lo hablara, actuara o gritara iba a cambiar el silencio que se instalaba en lugar de mi alma.
(pensé en "te lo suplico, te lo ruego, te amo, no te escapes, no me abandones, quédate por siempre, huyamos al fin de la tierra, mírame, tócame, siénteme, aprisioname, mátame")

Cualquier palabra Amor, es obsoleta ya.

Nuestro tiempo se cerró con un candado cuando el ruido de tus pasos salía hasta la calle, -porque hoy-, los escuché hasta allá dentro del silencio sordo que se quedó en ese espacio donde alguna vez pensé tener alma, mientras Merlina me lamía las heridas antes de quedarme dormida para no tener que comenzar el día y la vida sin ti.

Algo insignificante comparado con la luz de hoy a las 5am

martes, 17 de abril de 2012

Milagro

En la noche durante el sueño vino un ángel.

No hablamos, solo nos miramos.

Se sentó en la cama, jugó mucho rato con Merlina.
A mi no me salían palabras, pero tampoco me interesaba decirlas, no era necesario.
El y yo sabíamos que no las hablaríamos.

Le ofrecí chocolate con sal de mar. Nos terminamos una barra en quince minutos.
Después se levantó y puso a calentar el agua para hacer un té de lavanda para que pudiera dormir.

Regresó siete minutos después con una taza que me puso entre las manos.

Bebí muda.
Me observó mudo.

Me acosté y lo miré sin ver.

Entonces decidió acostarse junto a mi y abrazarme.

Eran las cuatro de la mañana, y a las cinco y media me desperté de una vez por todas.

Ya no estaba.

Solo supe que me había clavado una espina en el pecho y que me escurrían lentas gotas de sangre.

Mojé el dedo índice con mi lengua y empecé a pintarme el cuerpo de rojo con mi sangre, que me supo a milagro frustrado.

Para hervir el agua