Mis favoritos

jueves, 24 de marzo de 2016

Eli

Eli se murió hace dos semanas, de esas muertes inexplicables: 24 años, deportista, interesada por las causas perdidas, los animales indefensos y el vegetarianismo.
Un día, llegó a Tulúm, en su cabaña había un zorro, le rasguñó la cara y de paso le sembró rabia. No hubo nada que hacer, no hubo vacuna pero si un coma inducido del que no despertó  semanas después.

Y mientras me platicaban la historia de Eli, pensaba que justo ayer contigo hablaba de la muerte. Tu decías que yo te iba a enterrar, yo te decía que no, que no soporto la idea de los tres metros bajo tierra aunque esté muerta y tu muerto. El solo pensarlo me abruma y me pone claustrofóbica. Me pone mal. Tal como me has puesto estos días.

En un lugar en Acapulco, en el fondo de alguna bahía de ese mar, está la Vírgen de Guadalupe. Mi amigo Luis, que es cura y además Monseñor me dijo que las autoridades ya prohibieron que la gente vaya y le eche a la Virgencita las cenizas de sus muertos.  Resulta que ya hay muchos muertos nadado en ese lugar, y que los muertos, aunque hayan ya cumplido esa parte de "polvo eres y en polvo te convertirás"  y pienses que son orgánicos y biodegradables, contaminan los mares.

Quién lo iba a decir.

Y entonces me platicó una de las ideas mas locas que he escuchado: que quieren hacer un acuario con urnas dentro del mar donde van a copiar a la Virgencita para que la gente ponga a sus muertitos allí.
Y me dijo Luis: "la gente necesita tener ese sentido de permanencia, de trascendencia, de pertenencia", lo que traducí como que tus muertos sepan que los vas a ir a ver a un lugar, que tus nietos aunque no los visiten nunca sepan que están allí, que sepan los muertos y sus vivos que van a tener ciertas coordenadas específicas y eternas en un pedazo de mar, o de tierra, o de aire.

Y yo pensaba que cuando me muriera quería que me pusieran en el mar. Que me aventaran. Y tu pensabas que querías estar con tus hijos en ese cuadrito de cemento en esa iglesiota. Y después te dije que me daba igual, que yo te iba a aventar en la Playa Balandra, a lo que me contestaste que nada de aventar...que se decía "depositar".

El punto de trascendencia de esta historia, es que el otro día me mataste viva, estaba muy feliz contandole historias a Merlina y a Molly Bloom cuando me llegaste por la espalda, sin previo aviso, y no fué para abrazarme como muchas veces lo haces: que pasas tus manos por encima de mi ombligo y pones la boca en mi cuello dándome unos besos que acaban en mordiditas mientras me abrazas fuertísimo.

No.

Llegaste por detrás, como cuando estoy lavando los trastes a veces, y sacaste del escurridor el cuchillo azul, ese que tiene una funda muy moderna y me metiste la punta por el ombligo, ahi donde estaba conectada a mi mamá antes de nacer, metiste la punta muy rápido, y la desviaste hacia el higado y después hacia el corazón.

A mi, ni tiempo me dió de quitarme la sonrisa que me había salido porque pensaba que de ese abrazo  seguramente acabarías haciéndome el amor.  Se me quedó congelada la sonrisa, que después se me convirtió en carcajada cuando me acordé que querías que a tu velorio fuera vestida de negro de pies a cabeza, con medias de encaje y tacones de aguja, las uñas pintadas de rojo y el escote tan escandaloso como se pudiera dentro del recato de tu velorio.

Pero esa carcajada me dolía, me sigue doliendo, me duele a mitad de la panza desde donde me salió la risa, me duele atras del costillar, me duele en el plexo solar, y me ha tenido en insomnio absoluto por dos noches.

La piel se me emepezó a transparentar, y seguramente por eso me viste mas pecas de las que tengo, el cuello se me está descamando como sirena fuera del agua, el ombligo se me abrió y de forma inútil quiero conectarlo a mi mamá de nuevo para que me abrace y me consuele como lo ha hecho siempre.

Este dolor es como las rosas rojas que me regalaste y que puse en el florero de mi semanario, que llevan una semana ahí chupándose el agua del florero de cristal cortado que me regaló mi mamá un día, nomás porque si. Este dolor quiere chupar el agua del florero, evaporarla y condensarla de nuevo de tanto que llora, se rehusa a morir recien estrenada esta Primavera que tiene las hojas marchitas y oxidadas.

Este dolor me está matando, porque la cuchillada me la diste sin la menor provocación, en el mejor momento de nuestras vidas.


Rosas muertas