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miércoles, 28 de diciembre de 2011

Ultimatum

Lo sabes y lo sé.
Hoy tienes que decidir.  Hoy tengo que resolver.

Antes de la media noche. Antes que empiece el día 29.

Ciertos astros, planetas y tormentas estelares se alinearán y explotarán.
El hoyo negro en el espacio se encogerá.

El Diablo y Dios te susurran a diestra y siniestra. A mi la Vírgen hace como que me habla y una bruja vestida en un neglillé barato de prostituta barriobajera me da indicaciones que no sigo.

La mirada la he tenido perdida todo el día, y ahora me encuentro con que los ojos los tengo vendados con una tela de lino bordada con tréboles y en las manos sostengo balanzas para sopesar una decisión u otra.
La decisión justa o la equivocación certera.

Las palabras que contenían tus deseos me las fuiste soltando borracho y yo sobria las retenía.

Fuí a dormir pesadamente, profunda e intensamente, pero se gestaba en mi interior la duda.

Crecía como una hija en mi vientre, una alienígena, una bastarda sin nombre pero con tu apellido, una muñeca de porcelana, una pequeña Diosa.
La criatura más hermosa que tu o yo hayamos visto jamás.
Caiste enamorado de ella al instante en que la dí a luz. Dejaste dudas absurdas en cuanto le tocaste la mejilla. Tu mirada se transformó, ella te convirtió.
Un gen tuyo y uno mío. Mi óvulo con tu espermatozoide. Tu pregunta con mi respuesta. Mi futuro con tu predicción. Nuestro ADN, sus líneas de la vida, invisibles en una mano y en espirales en la otra.

Sabes que si muero te morirás lentamente.
Sabes que no puedo estar si no es bebiéndote.

Sabes que la realidad no se sopesa en poder ni en sexo.
Que el amor existe en esa hija que no tendremos jamás.

Sabes que juntos estamos destinados a acabarnos, sabes que no podemos estar separados.

Y el Universo está en pausa hasta la media noche, mientras yo decido y analizo metodicamente si quiero brincar al precipicio contigo o matarte en vida como lo hiciste una vez conmigo, hace ya siete vidas dentro de éste capítulo en nuestras historias.

Gestación. 535pm, 28/XII/2011


martes, 27 de diciembre de 2011

Alma de niña

Me adentré en los secretos que tiene la luna ahora que no la veo.
Tiene forma de niña, y los secretos son manantiales dentro de sus cráteres.

Se le desbordan preguntas como las que solo puede hacer una mujer de siete años, con dientes a medio crecer, con ojos brillantes, que camina brincando y bailando.

Toma coca cola ahora que su mamá no está para prohibírsela.
Pide media pizza después de haber comido un arroz frito.
Toma chocolate y bebe un icee morado.

Pregunta sin parar. Pregunta con todos los sentidos y sin verguenza.
Tiene lógica mas madura que la mía a sus siete años.

Tiene moretones en las rodillas de tanto arrastrarse sin importarle el qué dirán.  Tiene piel nueva a la que apenas le salen unas cuantas pecas que tiene perfectamente inventariadas.  Tiene dedos delgados que no han acariciado aún. Piernas largas que no han enredado entre ellas cuerpos inexistentes en su memoria infantil.  Tiene una boca mágica que solo ríe y hace muecas indecifrables.

Tiene abrazos espontáneos y efímeros que sé que solo duran instantes eternos donde me dice te quiero porque sabe que yo no me canso de repetirselo.

Ella misma abrió un cajón al lado de mi cama, en mi buró y me dijo,

-Guarda tus preguntas y tus intentos de tristezas, respeta tu tregua, esa que tu estableciste y no esperes nada, tal como te lo dijeron-, me dió un beso aventado, como si se gritara un beso y salió corriendo despeinada.
Como su tía...

Niña Luna



lunes, 26 de diciembre de 2011

Mujer envidiosa

Dijo no merecer tanto amor de su mujer.

La verdad contenida en esa confesión me retumbó en las orejas y me tambaleó el cuerpo.
El corazón me dolió. Parecía que me ensartaban una aguja de canevá en el pecho izquierdo. Fina y larga.
Profunda. Ardiente herida.
Incierta.
Las manos se me hicieron pesadas, lacias, frías.

El posesivo junto con el mujer es lo mas macho pero al mismo tiempo lo mas conmovedor que he oído en mi vida. No sé bien a bien los alcances que tiene, he olvidado si alguna vez estuve incluida en esa palabra.

No lo sé y me dió nostalgia.

Me dió envidia y me acordé del poeta que me dijo que nunca tuviera envidia de nada ni de nadie.
Me explico ese sabio hombre los limites y no limites de la envidia, la definición real.
La tristeza por lo que otros tienen, me dijo.
Me dijo enojado que no debía estar triste jamás.

Pero si me dió envidia.
Hoy me dió envidia

Me dió envidia no ser esa mujer, no ser ese hombre, ser hoy mujer de nadie.
Envidia de mi misma, de ese lado endeble que es esa mitad mía que quiere ser abrazada por mi otra parte.

Envidia por pisar tierra de nadie. Estar en territorio mío y sentirme extraña en mi propia Patria, no poder salir de mis fronteras, esas que yo misma establecí un día sin sentido alguno marcándolas con una mirada resuelta y aparentemente fuerte y con la verdad absoluta en la mano que se me fué escurriendo como agua.

Hay instantes en mis días que las dudas me aprisionan, pero las ignoro-supuestamente- casi siempre y no volteo ni de reojo a ver el camino andado.
No escucho nada ni a nadie.
No me dejo abrazar ni ayudar, no me dejo levantar ni consolar.

Tal vez por eso soy mujer de nadie.

Rompiendo fronteras

sábado, 24 de diciembre de 2011

Muérdago

Quisiera creer en la Navidad para poder regalarte tantas cosas que he envuelto y desenvuelto en la mente.

Había planeado usar papeles metálicos, moños dorados, otros verdes sedosos, listones de terciopelo, de organza, y hoy decidí convertir todo en una navidad ecológica y usar los tres Publimetros que me dieron esta semana en la esquina de Av. Universidad a la altura de los Viveros para envolver todo lo que tenía por envolver.

Te envolví mis sentidos, mis enigmas y mis deseos.

Dos besos los puse en una caja de té vacía forrados con la sección de deportes.

Miradas que te guardo las puse en un calcetín que quise colgar de una chimenea que no tengo.

Caricias infinitas te las puse en la caja donde venía la vela que preparé y que prendimos la otra noche en ese vaso rojo, grande y pesado, lleno de burbujas de vidrio que está sobre la mesa de la sala.

Quise que me regalaras tu centro y tus cuatro puntos cardinales. Tu Norte y tu Sur me los guardaría para Reyes, el Oeste y el Este para el día de la Candelaria que coincide con el Día de Brígida, para que en un abrazo me apretaras en deseos compartidos.

El centro, tu centro, donde se envuelve tu corazón, ese te lo arranqué hoy en la mañana cuando te dije que te amaba. Te pregunté si me habías oído, cuando ho que quería era que hubieras comprendido el abismo inmenso que contienen esas cinco letras que se pronuncian tan rápido y tan quedito.

No te falto para Noche Buena, ni me faltarás en la Noche Vieja que viene en una semana donde no compartiremos una cena que es intrascentente e insípida si no podemos acariciarnos por debajo de la mesa...nos faltamos el resto de los días, que son 363, mas un día en el 2012 que es bisiesto.

Pero lo que mas quisiera, lo que le pediría a Santa Claus que desearía que existiera hoy mas que nunca, sería que caminaras bajo el muérdago que no tengo bajo el marco de la puerta para que me besaras justo ahora que deseamos besarnos y no podemos.

Navidad ecológica



martes, 20 de diciembre de 2011

Mareas

Te me has metido en la sangre de tal forma que te me desbocas desde dentro.

Las mareas en mi cuerpo parecen la contracorriente marina ecuatorial que me tocó en el Pacífico un abril hace seis años cuando leía un libro con portada verde.
Se salen por los poros de mi piel, se van al horizonte, se pierden, me secan, y de repente regresan sin aviso, en oleadas chiquitas pero constantes y fuertes.

En ciertos momentos del día me haces sentir como esa niña de siete años que te conoció hace siete vidas en el mar Caribe, en otros me siento la mujer de ochenta y un años que alguna vez imaginó envejecer contigo en el Atlántico Norte.
Otros me siento de veinte bailándonos en la calle en un manantial dentro del pavimento de una avenida cualquiera.
Cuando hablamos me siento la de este presente de cuarenta y uno parada en el centro de la tierra, sin mares alrededor, con las manos levantadas hacia el cielo, tratando de alcanzar y tocar Orión para regalártelo.
O Venus.
O atraparte alguna estrella fugaz para metértela en el alma y que te llenes de sonrisas.

Trato de contenerme y contenerte y entonces me dices que jamás me dejarás ir cuando yo estoy con un pie fuera dispuesta a caminar sin voltear, sin dar un paso atrás.
Y entonces lo pienso solo un poquito y cambio de opinión medio segundo después que el terciopelo de tu voz se me envolvió ya en el cuello y en los hombros. 

Y siento como el viento que sopla, viniendo del Gran Cañón, me revuelve el pelo y me despeina mas que siempre, me cierra la puerta en las narices y no puedo mas que cerrar los ojos, contener lágrimas que no se si son de felicidad o de incertidumbre o de éxtrasis absoluto y disponerme con cada sentido a robarle un día a la eternidad.

Pero contigo.

Nuestra puerta,  abierta



lunes, 19 de diciembre de 2011

Orla

Desperté con la certeza de haber tocado a los personajes de mi sueño.

Eso fué hace tres noches y tres amaneceres, y como siempre,  se me van desvaneciendo las sensaciones y los colores se van difuminando.

A momentos me regresan pedazos de imágenes de quiero revelar y fijar en mi piel, pero en seguida se me resbalan de los ojos y de la memoria, trato de atraparlas y no sé cómo hacerlo, ni para qué,  así que mejor las dejo ir.

Ella se llamaba Orla en mi sueño.
Se llama Orla, cuando en realidad no tiene ese nombre.

Estás con ella porque no puedes estar con nadie más.

Me lo dijiste sin palabras mientras brindábamos con el Pierde Almas servido en vasitos de veladora con una cruz grabada en el fondo.
Yo exprimía los gajos de naranja enchilados en mi boca, tu solo tomabas pizcas de chile con sal de gusano.

Tu mirada no tiene miedo aunque me digas eso. Solo tienes miedo a perder tu estrella plateada, pero ya dejaste ir ese reloj artesanal que te marcaría un tiempo a destiempo.
Yo, mantengo mis estrellas de mar en la mesa de la sala.
Eran estrellas del cielo y las puse un día sobre la mesa, y el día de mañana seguramente las liberaré en un manantial o en el Pacífico.
No me pertenecen ni les pertenezco.

Y te dije en el atardecer de ayer con el pensamiento que ni soy tuya ni eres mío aunque estamos destinados a una eternidad juntos y separados desde hace varias vidas con una sola misión: que me enseñes y que aprendas de mi.

Además de jugar casi viciosamente nuestros ajedreces mentales, porque claro...yo soy tu Caissa, mientras que Orla, no es nada tuya, es una presencia eterea como lo son todas tus mujeres, excepto yo.

Y tu...
Tu eres mi  Bres de los Fomorians,  te dije anoche mientras te daba un castísimo beso en cada párpado para que durmieras sin que tu amigo el diablo te iluminara los insomnios.

Luna menguante sobre mi espiral





miércoles, 14 de diciembre de 2011

Gypsy beat

Seis horas de comida, cinco mezcales, dos copas de vino tinto y una "cascada tibia de chocolate" entre las dos, ameritaron que al cerrar mi puerta con la doble chapa fuera directo a la cocina con tres cosas en mente: un vaso enorme de agua, un montoncito de uvas rojas sin semilla de cena y prender el Palo Santo de la Viudita que se usa en caso de extrema necesidad.

Hoy no tenía tanta necesidad como ganas de simplemente respirar las volutas de humo color blanco que me iba pasando lentamente por diversos sentidos del cuerpo mientras recordaba las horas de plática continua y en cadencia con el que cantaba jaranas jarochas en la plaza mientras chupábamos naranjas con sal de gusano y chiles ahumados.

Y recordaba cómo, en varios minutos le narraba escenas de mi vida de los últimos días mientras ella me escuchaba fumando sin cesar.
Y después ella empezó a contar sus últimos días, que han sido mas o menos una copia al carbón de los míos.
Negativo y positivo.
Hasta que él llegó y entonces me levanté a pagar mi parte correspondiente de mezcal y vino y emprender la retirada que me llevo al estacionamiento y a pagar seis horas mas una fracción y mientras sacaba el billete de la bolsa de mis jeans soltaba un "¡ah chingá!" al cajero...
"¿tan rápido se nos acabó la tarde y comenzó la noche?"

Tuvimos que  dejar en pausa nuestra historia sobre esa mesa en la terraza, así pasa con la Gitana, que el tiempo parece no pasar del todo.

Y después del Palo Santo, me llego a refugiar y acurrucar en mi espacio que tiene los pétalos de cinco rosas desparramados en forma de cama, para dormir en esta noche agonizante de otoño, mientras no te encuentro en mi espacio vital.

Sol agonizante de otoño, nueve de la mañana

lunes, 12 de diciembre de 2011

Capítulos

¿Cómo se miden los capítulos, las escenas de vida?
Dicen: "se cerró un capítulo en mi vida"...
Y siempre imagino que se está cerrando un libro de pastas de piel, grueso, color verde bandera, con un listón cosido como separador.  El listón es rojo, satinado, y alguien, -no yo-, está dando vuelta a la última página, y esa última página, dice "Fin", con letra ligada, como la que me enseñaron a escribir las monjas cuando tenía seis años...

Y siempre es alguien más, -un hombre y una mujer que se miran lentamente y sonriendo-, quienes cierran el libro en esas escenas imaginarias que ya no sé si son sueños o algo que acabo de inventar justo ahora, porque hasta hoy, no estaba plenamente consciente de lo que era cerrar un capítulo en mi vida, tal vez era el libro de sus vidas, o ellos manejaban mis capítulos a su antojo, no lo sé...

Y no se bien a bien cómo se dividen los capítulos.

Podría no contar mi infancia y adolescencia...esas creo que sirvieron para abrir capítulos...

Y ahora parece que tengo hojas y hojas y no sé cómo acomodarlas: por eventos circunstanciales, por hechos consumados, por cancelaciones de contratos, por choques automovilísticos, por novios, por esposo, por pretendientes, por amores platónicos, por amistades truncadas, por cafés tomados durante una tarde, por pláticas en una calle empedrada con lágrimas en los ojos, por idas a bailar con amigas un jueves por la noche...

...Por hijos paridos, por mascotas enterradas o perdidas o regaladas, por paraisos encontrados, por infiernos apagados, por atardeceres que quitan el habla, por lunas eclipsadas, por terremotos vividos, por los nietos que aún no tengo...

...Por lustros, por semanas, por estaciones...

...Por historias escuchadas, por las contadas, por las escritas, por las inventadas, por chismes una tarde de lunes cada quince días, por botes de helado de chocolate consumidos de diversas formas, por envolturas de chocolate tiradas al bote de los inorgánicos, por galletas horneadas, por currys fragantes, por licuados de plátano a las seis de la mañana...

...Por cada cumpleaños, por cortes de pelo, por cambios de color de pelo, por cada vez que me corto las uñas, por pasteles quemados, por adivinaciones en el Tarot, por papeles de china quemados con deseos, por deseos jamás cumplidos, por libros leídos, por enojos, por carcajadas, por tristezas, por cansancios, por sustos, por veces que he cambiado las sábanas de mi cama, por cada fin de mes que me llega el estado de cuenta de la tarjeta de crédito...

No lo sé...

Solo sé que hoy, lunes por la noche, siento que estoy cerando un capítulo.

No sé cómo se llama ni quienes fueron los protagonistas, ni cuánto duró.

Solo siento, -siento-,  que se está cerrando, y que es uno importante.

Justo antes de que empiece el equinoccio de invierno, con todas sus nieves, navidades, fríos, bufandas, gorros e intentos de sobrevivir una aparentemente simple gripe mientras me dispongo a tomar un té...

Eso es.

Tal vez los capítulos se miden por las tazas de té negro Barrys o Lyons que he bebido a lo largo de mi vida.
Provisiones de té en mi congelador

miércoles, 7 de diciembre de 2011

Miradas

Nunca me fijo en quien me vé o deja de ver, aunque tu dices que es imposible no darse cuenta.

Pero hoy dos veces me dí cuenta.
Se cruzaba en mi campo de visión y me estaba viendo.
Sonreía y yo le sonreía de vuelta sin darle mucha importancia.

Se llama Alex, lo conozco hace dos años, o mas. Nunca supe su nombre hasta que oí que él lo mencionó varias veces. Nunca me fijo en los nombres, me cuesta retenerlos.
Ese día todo el vino que me bebía mientras reía demasiado indicaba que no lo retendría, pero él lo repitió tantas veces que acabé por aprenderlo porque además se volvió mi cómplice de él esa tarde y esa noche.

A la tercera vez que giré y me topé con su mirada me dí cuenta que realmente me estaba viendo, y entonces no se porqué me puse nerviosa y desvié la mirada para mejor ver al viejito de la lavandería al otro lado de la calle.

Estaba aburrida, ellos dos hablaban y hablaban en un zumbido mientras yo solo podía pensar en mi.
No los escuchaba realmente, no tenía ganas.

Solo quería y quiero pensar en mi. 

Solo quiero solucionar el crucigrama que se me está escribiendo en el alma, el que estoy  resolviendo sin saber realmente cómo, sin diccionario de sinónimos a la mano, como mi abuela, que siempre resolvía el del Irish Times con su thesaurus de Oxford al lado.

Solo quiero llegar a escribir cartas en mi escritorio con el papel nuevo que compré y lacrarlas con el sello que hoy descubrí sin buscar, al destinatario que no se si quiera recibir cartas con mi corazón como remitente.

Me había quitado la pinza del pelo y estaba jugando con él. 
Ellos seguían comiendo, yo seguía ausente.

Y entonces Arturo aterrizó mi papalote, en el que estaba volando, y empezó a hablar de los dolores que sufren los hombres normales, comunes y corrientes por amores y desamores de mujeres aparentemente normales, pero que son únicas, interesantes y extraordinarias.

Me habló de esa fijación de ese autor que anoté en mi moleskine que está perdidamente enamorado del chino que se le hace en la nuca a la mujer de la que está estupidamente enamorado.
Del dolor que le causa en el corazón.
De la aflicción que sufre por esa pequeñísima área cuadrada de piel de nuca de una mujer.

Y me dijo que yo, jugando con mi pelo, desenredándolo porque apenas me lo había cepillado en la mañana,  se lo había recordado.

Y me preguntó si yo tenía chinos en la nuca.

Le dije que no sabía.

-Permíteme-, alzó mi pelo, observó mi nuca y me dijo, -si, si tienes, aquí los tienes-, y con el dedo índice recorrió con dos círculos y medio la pequeña área de mi nuca al lado derecho.

Ví que Alex seguía viendome y sonriendo desde su silla.
Me gustaba cómo me sonreía.

Le sonreí de vuelta, mientras en la mente le contestaba a Arturo, -te equivocas, tengo una espiral en la nuca, no un chino...-

Mi sello, mi lacre, mi papel de china para pedir deseos


lunes, 5 de diciembre de 2011

El canto de las ballenas

Me gusta en los meses de octubre.

Los agentes de viaje dicen que el mejor tiempo para escucharlo es de noviembre a marzo.

Mentira.

Tampoco dicen que el mejor lugar es San José del Cabo bajo los influjos de la luna llena...

Así las vi una vez. No. Así las escuche una vez. Eran diecisiete. Nueve hembras, tres bebés y el resto machos.
Ellas tenían el tono que te llega al alma. Ellos el que llegaba a la razón. Las crías el que tocaba el corazón.

Todo esto me lo explicaba una Sirena que asomada al balcón de esa habitación que daba al mar bebía conmigo una copa de Cabernet de Coahuila con tintes de eucalipto.

Me decía que ni soy papalote ni hablo con las estrellas del cielo.

Me abría la palma de la mano izquierda para leerme que yo hablo con otro tipo de estrellas...las estrellas de mar. Los nautilius me seducen pero las algas me dan fuerza, la arena de mar me provoca bailar cuando mis pies la sienten debajo, y la sal hace que la sangre me circule a pulsaciones extraordinarias y es por eso lo de la hipertensión que se controla con baños de sol en el Mar de Cortes y un susurro en el oído derecho que huela a aires de Guerrero Negro.

La Sirena se llamaba Merlina y maullaba de cuando en cuando porque recordaba haberse enamorado hace muchas vidas de un hombre que tenía la fuerza de un león y lloraba ronroneos mientras brindaba conmigo con una copa Riedel que brillaba como diamante sudafricano.

Me decía que nunca dejara de tener miedo pero que tampoco dejara de hacer las cosas que mas deseara... Y es así como supe que las verdaderas ballenas viven en el Pacifico y se bañan de recuerdos de todos los que nadan alrededor de Punta Cometa...

domingo, 4 de diciembre de 2011

La nube

Estoy a años luz. Estás a siglos luz de mi.

Ayer te lo dije, ayer me oíste pero no me escuchaste. Me entendiste pero no comprendes la dimensión de la lejanía porque no te la quiero explicar.

Hoy caminé bajo la lluvia, me tapé el frío, me escondí de la única nube que ocupaba el cielo entero.

Es la misma nube que no me ha dejado ver tu luna ni mis estrellas. La luna se me metió en los sueños y me acompañó mientras caminaba a lo largo de ese pueblo que llovía ausencias y diciembres. Me decía que el futuro me alcanzaría pronto y de forma incierta. El presente me cuantificaba los besos que te he dado, los faltantes y los que he recreado en mi boca y mojado con mi saliva, chupado con la lengua y mordido suavemente. Y son mas los faltantes porque tu y yo ya sabemos que nuestra eternidad está terminando...está tambaleando al borde de ese precipicio que hoy tiene forma de Puente de Madison County.

Se me tambalean los besos y se escapan formando rizos de aire húmedo con sabor a Golfo de México con olas que se marchitan débilmente en una playa veracruzana de arena negruzca y fría.

Mi sangre se trataba de acompasar a las leves gotas de lluvia que apenas tocaban mi cuerpo pero sentía lo empapaban de sensaciones sin nombre mientras a ti se te caducan los "te amos" en la punta de la lengua...

Me sentí ausente del mundo mientras trataba de soplar la gran nube y mandarla a Tierra del Fuego, solo porque seguramente tardaría mucho en darle la vuelta al mundo y regresar a mi hemisferio.

Salado, Tx, con la eterna nube