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sábado, 27 de noviembre de 2010

Las niñas

La niña. Foto: S
De chicas éramos las niñas.
Y nuestras posesiones giraban en torno nuestro.
La recámara de las niñas.
La fiesta de las niñas.
Los jugetes de las niñas.
Y mis hermanos, simplemente eran los gemelos.
Los hermanos de las niñas.
La recámara de los gemelos, los amigos de los gemelos...

Esto se ha trasladado a éstos días.
Mis hermanos nos siguen diciendo "las niñas", y nosotros a ellos "los gemelos"...
Y, se ha heredado a la siguiente generación.
Hay dos nietos-sobrinos-mis hijos.
Hay dos nietas-sobrinas-las hijas de mi hermana.
Los cuatro son ahijados de los cuatro hermanos, de una u otra cosa.

Y ahora, las niñas están conmigo.

Y en este momento, la mas pequeñita está dormida a mi lado.
Respira sin ruido, se mueve lentamente pegándose a mi cuerpo.
Pongo la mano en su espaldita, le peino con la otra mano los chinos güeros.
Y mientras, trato de sentir qué soñará ella.
En galletas, en princesas, en mami y papi que no están el fin de semana. En dormir en mi cama (donde sé que no dormiré pensando si se cae o no al suelo), en juguetes y en la escuelita.
Y trato de imaginar su futuro mientras oigo a la otra niña platicando con el grande de los niños que estudia Física.
Trato de imaginar si le dolerá a ella tanto el corazón como a mi me ha dolido.
Si le costará enamorarse.
Si querrá casarse como yo digo que ya no quiero.
Si extrañará como yo extraño hoy a ese hombre que es mi otra mitad.
Si le dolerá un parto como a mi me dolieron dos.
Si la lastimarán.
Y trato de escuchar su silenciosísima respiración, y entender si me dice algo de su futuro.
No quisiera que alguien lastimara a las niñas.
No quisiera que sufrieran.
No quisera tener que oir su respiración hablando en lamentos y en dolores.
Pero sé que así será.
Todos tenemos que sufrir para ser fuertes. En menor o mayor grado.

Es parte de la magia de la vida.
Y ellas serán grandes magas.
Mejores que yo. Mejores que sus tías, abuelas y madrinas.
Eso deseo, eso quiero para ellas, y también para esa otra niña que no es mi hija, pero que hoy bailó y acabó haciendo magia también.

viernes, 26 de noviembre de 2010

El órden

Tal vez todo radica en que las diosas no tienen (no se si decir "tenemos") órden.
Todo es caprichoso y se hace y piensa al andar.

O tal vez la razón es que por primera vez en la vida necesito poner la vida en un excel.
Y el problema de la razón es que no soporto el excel.
Lo abro unicamente los viernes, con pequeños pinchazos en las teclas de la computadora.
No me atrevo a apretar fuerte. No vaya a ser que los cuadritos se salgan por la pantalla y me ataquen asesinándome.

Siempre he sentido que la vida se va y no con seriedad. Y siempre he sentido que tengo 15 o 18 o 9 años, -según la ocasión y el humor-, y que todo tiene una solución.
O visto desde otra perspectiva, como si yo fuera espectadora en mi propia vida, me veo actuando muchas veces en algo que parece una comedia...

¿Será que por primera vez en mi vida, me estoy tomando la vida en serio?
No me gusto así...

jueves, 25 de noviembre de 2010

Cansancio acumulado

Tengo cansancio acumulado inexplicablemente.
El sábado y el domingo no me levanté mas que para ir a la cocina.
El domingo fuí a "librear" menos de dos horas y salí con siete libros en super oferta.
Esa fué mi única actividad...
Apenas es jueves y siento que el cansancio se me cuelga de los ojos, las orejas, los dedos, me abraza desde el cuello, me pesa en las piernas, me llena completamente...
Tanto que dejé hoy la oficina para meterme a la cama a las tres de la tarde.
Esas tres de la tarde se convirtieron en las cuatro y media.
Y ví que dormí lo que aparentemete fueron seis horas y solo fueron cuatro minutos.

Y entonces empezó una hiperactividad que es como el cansancio atacado por la adrenalina: cociné un curry con leche de coco y brotes de bambú (extraña combinación...), una olla de sopa de verduras. Comí medio chocolate.
Caminé y caminé sin ida y sin vuelta del estudio a la cocina a mi cama.

Siento el cansancio en el cuerpo, pero la mente no me deja descansar.
Le dá la órden al cuerpo: estoy revolucionada, no puedes descansar mientras yo no decida dejar de pensar. Dejar de obsesionar.
Y la mente ha decidido dar vueltas a la vida, ha cuestionado el futuro, ha querido llorar de cansancio pero no se lo ha permitido, ha querido leer, pero ha dado la órden a la mano y a la otra mano de no coger el libro, solo verlo al lado.
Ha ido a tomar jugo de arándanos, agua sola...
El cuerpo trata de prepararse para esa cena, pero la mente le está diciendo...
"Andale...vé...Mañana trabajas desde las siete...
No tienes hambre...
Seguro tomarás una copa de vino y estrellarás la cabeza en la mesa quedándote profundamente dormida con tus anfitriones...
Intentalo...la otra es que te quedes dormida manejando de regreso...
Si es que no te quedaste dormida en el baño, en el sillón de la sala...
O ahora mismo..."

Pinche cansancio acumulado...
Me pesa en los ojos como no recuerdo me haya pesado nunca....

miércoles, 24 de noviembre de 2010

Lorenzo

Desde siempre, lo conozco generoso.

De hecho, yo siempre lo platico como el hombre mas generoso que se ha aparecido en mi vida, cuando en realidad fui yo la que se apareció en la suya.

De pequeña me platicaba la historia de la cicatriz que tiene en la barbilla.
Es una rajada horizontal que debe medir unos dos centímetros.
Decía que en Timbuctú habia luchado contra un cocodrilo. Una lucha feroz donde dejó al cocodrilo inmovilizado y lo único que le quedó como recuerdo fué una línea de dos centímetros en la barba.
Lo recuerdo platicándomela acostado en un sillón, y yo encima de él, sentada en su gran pecho escuchando y comiendo atentamente cada palabra que salía de su boca con dientes perfectos.

Cada domingo comidas con sus amigos, -tertulias inimaginables con personas perfectamente diferentes unas de las otras-, él sentado en la cabecera de la mesa, siempre riendo.
Siempre había vino: Gran Sangre de Toro, del que siempre quería los toritos.
Siempre amigos en su escritorio en el taller. Siempre visitas extrañas. Desde un luchador de lucha libre, hasta un investigador privado, hasta ex-gobernadores, que mujeres solteronas que estoy segura tuvieron que ver con él, o él con ellas.

Cuando cumplí 18 años me dijo: "Toma ésto, Güera", y me dió una tarjeta de crédito, doradita toda, sin límite, mientras decía: "Para que algún día, si sales con un pendejo, y no tenga para pagar la cuenta...sacas la tarjeta, y le dices: "yo pago"...

No entendí la importancia o no importancia del hecho. De hecho, no me importó, ni me emocionó. Fué un arma letal años después para él, que si hubiera sabido las consecuencias, no me la hubiera dado ese día. O me hubiera dado una con un perfecto y real límite de crédito.

...Si hubiera sido generoso pero con límites..., pero no, siempre desmedido...
No puede ser de otra forma. No es su naturaleza.
Bastaba con levantar el dedo, para que se desviviera, para cuidarnos, procurarnos, sacarnos una sonrisa...

El es así. Fué y lo seguirá siendo.

Deja lo que sea en el momento que sea, con una gran sonrisa con sus perfectamente alineados dientes, para ayudar.

¿Esa generosidad se transmite geneticamente o podríamos inventarla por generación espontánea?

martes, 23 de noviembre de 2010

Jade verde

Cuando escuché el nombre me gustó.
Sonaba a Yucatán, a mundo maya, a Palenque, a tumba con ofrendas en verde por supuesto.
Sonaba a algo imaginario.
Sonaba a lo que olía, a lo que olía en mi, a lo que llevaba puesto...

Salimos a cenar como una "ordenada y ex-disfuncional" familia, y mientras compartíamos la mesa, enumeraba mentalmente las cosas y hechos que ya no son tolerables para mi.

Desde mucho antes de empezar a cenar.
Desde el coche y los sentidos contrarios (dos), la calle prohibida....el semáforo en rojo.

Llegando al lugar, el estudio minucioso de los precios, el comparativo de la copa vs la botella de vino...
¿qué cual quiero?

pues el que se te dé la rechingada gana...que lo que opine, o el que quiera, seguramente será mentalmente sumado y cuestionado al total de una cuenta que lleva veintiun años...

Pero eso solo lo pensé...contesté amablemente un "el que quieras"---

Y así transcurrieron dos horas, después de pelear mas salsa para los  ravioles, que si cobraban por órden...que por qué...que no debería ser...
Hasta los treinta pesos del estacionamiento...que si con el sello convenía, que si sin el sello...
Para una diferencia de 30 vs 32 pesos...
Para nada...para dos pesos.

Para que al regreso les dijera a los dos que me importan, ya que estábamos solamente los tres en camino a nuestro hogar:
"Niños...necesito que siempre sean generosos en la vida. Siempre. Es una regla de vida, de convivencia. Es obligatorio."

"¿Por qué lo dices Mamá, por algo en especial?"

"Si. Porque hay que ser generosos en espíritu, hay que dar siempre todo, no a medias.
Hay que ser completos y no compartir media alma...
Hay que gozar. Hay que vivir...
Así sean con sus novias, con sus amigas, con sus amigos, entre ustedes...como hermanos...
Siempre. Es una regla de vida, una obligación de vida. Un modus vivendi..."

"Si Mam, así seremos..."

Llegué a prepararme para dormir, con sueño pero con un algo que me llevó a abrir la puerta con cremas y aceites y algodones y etcéteras que abro y cierro varias veces por las mañanas y por las noches...

Tres, cuatro horas antes la había mal cerrado, o mal acomodado, o mal puta-madre-lo-que-sea las puertas.
Y horas después, la abro y en un parpadeo oigo algo que se estrella en el suelo.

Tardé fracciones de segundo en querer entender lo que había pasado...

Si.

Ese Jade Verde, ese que viajó de Hong Kong a España y a México a través de varias manos.
Ese que me había puesto solo en contadas ocasiones.
Ese que me regaló quien ocupa mis piensos y se acomoda en mis sientos.
Ese se estrelló en el piso para dejar un instantáneo charco verde que soltaba circulitos de jade que se metían en mi nariz mientras mi boca solo emitía un llanto-grito-gemido que decía en una voz que no era mía: "no puede ser"...


Y empecé a llorar lágrimas verdes, mientras mis hijos mostraban su generosidad dándome abrazos que valen mas que mil jades...pero no llegaron hoy, por lo menos hoy,  a camuflajear los miles de extraños ni intraños que se me partieron en el alma cuando se partió el vidrio del verde jade.

lunes, 22 de noviembre de 2010

Ni un paso atrás

Castro, 1959, foto del NY Times...¡genial!
Eso pensé cuando leí: "da diez pasos atrás"

Ni muerta.
Ni aunque me paguen.
Ni aunque me obliguen.
Ni aunque haya olvidado algo.

Esos pasos se dieron, y solo me he regresado en secundaria, en un cuaderno cuadriculado, cuando hacía mal un problema de matemáticas y tenía que regresar los pasos para llegar al resultado correcto.
O cuando pierdo algo, y regreso mis pasos en la mente para visualizar dónde quedó el arete que perdí, o el libro, o la bolsa, y casi todos los días, las llaves...

Puedo nadar de dorso y muy bien, pero avanzando hacia adelante.
Puedo caminar hacia atrás para tomar una foto donde no sale completo el árbol o el cielo, o una fachada que me gustó para que salga de lleno en la mira.
Puedo poner la reversa en mi coche plateado, pero para luego meter el clutch y meter primera, y segunda y así hasta quinta.

Pero no dar pasos hacia atrás.
Caminaría sobre un camino que ya no existe.
Que ya pisé.

Es como cuando camino en la playa...
Cuando voy de regreso, maniaticamente-obsesivamente-quisquillosamente, no me gusta pisar mis huellas de ida.
Me gusta marcar nuevos pasos sobre la arena mientras oigo las olas a mi lado que se mecen con mis ritmos mientras el sol me quema la espalda o los hombros y seguramente traigo un paliacate en la cabeza...

Ni ahí piso mis propios pasos.
Y como dijo Fidel Castro alguna vez (gracias mi Haijin), "Para atrás, ni para tomar impulso"

domingo, 21 de noviembre de 2010

Las mudanzas

Un día, hace años, no me levanté de la cama.
O tal vez fueron varios días. No lo sé.
Lo he olvidado, solo queda un vago recuerdo muy difuminado.

Solo supe que dejar la última casa me dejó sin ganas de levantarme.
Tal vez era una "depresión post-mudanza" y yo no lo sabía en ese entonces.
Lo supe hoy por la mañana al abrir los ojos y no sé cómo lo diagnostiqué.

Esa no era mi primera mudanza, era la séptima contando dos departamentos en un mismo edificio.
Para ese entonces yo había nacido y crecido en dos casas.
Me había "recién casado" en dos departamentos.
Me había embarazado y dado a luz a dos hijos en otro departamento.
Habían caminado y armado rompecabezas, cocinado galletas y tenido fiebres y miedos por la noche en otra casa.

Y la séptima, no me gustaba y me tenía en la cama sin poder levantarme.

Porque la anterior, la de los rompecabezas, había sido mi casa favorita...
Era toda blanca.
Tenía un jardín interior. Pequeñito...
Una cocina con un ventanal enorme. Era blanca y perfectamente amplia y compacta.
Teníamos un conejo mini lop. Era conejo, pero después descubrimos que era coneja, cuando amanecimos con siete ratitas sin pelo esparcidas por el garage (la historia de cómo se embarazó, es otra historia)...
El estudio daba a un parque que tenía una enorme pared de lava.
El vecino todas las mañanas, puntual, a las 8:00, iba a dejar migajas de pan para las palomas, que bajaban en cuanto lo oían abrir la puerta.
Subía a la azotea a ver atardeceres anaranjados y espectaculares con la roca de lava a mi costado.
Escuchaba la campana de la escuela de mis hijos cuando terminaban las clases, y a veces llegaba a oír sus gritos y risas en recreo.

Yo no podía seguir mudándome.
Por eso no podía levantarme de la cama de esa casa nueva que no me gustaba.
Era demasiado caliente aún en invierno.
Estaba al revés.
Era café grisacea.
Entraba demasiado sol por las recámaras y casi nada por la sala.
A esa casa no invité a mis amigas.
En esa casa no cociné por placer.

En esa casa empezó lo que pensé era mi decadencia, cuando en realidad empezó mi resurrección.

De ahí me mudé al lugar que olía a mi abuela.
El lugar que ahora me acoge, me nutre, me calienta aunque me muera de frío.
He invitado a mis amigas.
He cocinado para mi familia.
He encontrado el amor.
He encontrado placer en los bancos de la cocina con llantos,risas, carcajadas y abrazos de mis amigas. Con abrazos y caricias con el hombre que me escribe haikus.
He tomado interminables tazas de té.
Ni hablar de la ingesta de chocolates Lindt con sal de mar.
No tiene libreros para los libros que llevan meses en el suelo.
No tengo mesa en la sala para mis estrellas de mar y reliquias extrañas.
No tengo sol en mi recámara.
Me he acostado en el sillón anaranjado de la sala a ver el árbol por la ventana que se mece conmigo.

Y sé que tendré que mudarme de aquí.
Pero ya no me duele esa mudanza.
Ya terminé de ser nómada.
Por lo menos en mi corazón, en mi cuerpo y en mi alma...

viernes, 19 de noviembre de 2010

Ya presentía

Desde las siete de la mañana que decidí abrir los ojos que te iba a extrañar.
La verdad es que me desperté mucho antes, a eso de las 645, pero no quise abrirlos a un viernes mas blanco que la nieve y que un vestido de boda de una novia vírgen de las que ya no existen.

Me quedé al abrirlos, viendo el muro blanquísimo, tal como yo: blanca me sentía en piel, en aroma, en sentir y en pensar.
Solo podía ver unas rayitas rojas casi en el piso. Rojas de unos zarpazos de Merlina por haber matado ¿y comido? a un mosquito que seguramente nos picó o a ti o a mi.
No recuerdo haber encontrado ese piquete de mosco ni en tu cuerpo ni en el mío.
Ni esa comezón que de repente ataca.

Y la veía, y sabía que tenía que empezar a moverme, desde mi lado izquierdo de la cama, en el que duermo mejor porque el derecho es tuyo. Porque no estás.
Porque en el derecho dormiste.
Pero no podía moverme. También mis músculos y mis huesos estaban blancos. Y mis nervios. Y mi cerebro.
Entonces no había órden para que empezara todo a cambiar de colores.

Pero tenía que levantarme, así que brinqué al piso y sentí los dos primeros pasos-brincos adormilados. Acalambrados. Entumidos y sin ganas de cambiar de color.

Y mi cabeza, con ese pequeño dolor anunciaba la tensión anunciada la noche anterior, el día anterior.

Así que con un jugo de arándanos rebajado me tomé dos adviles antes de permitir que el dolor estallara.
Tres tazas reglamentarias y costumbristas (casi la única costumbre que me permito), para comenzar a cambiar del blanco al color del té y al blanco que sin pensarlo tenía mi pantalón que combinaba con esa pared. Y al peinado que me salió diferente porque era en blanco de esos color hoja de papel bond, todo para empezar a envolverme en el día de hoy.

En el día, que comenzaba a acelerarse para ir cambiando de tonalidades, de matices y de pantones.

Empezaba a tratar de iluminarme con las citas, el trabajo, los pendientes, el desayuno, la regadera con el jabón blanco Neutrobalance en vez de el gel de baño, -no tengo ganas de aromas especiales si no los olerás-, el perfume y los broches en el pelo.

Pero cayó ese crepúsculo, ese atardecer que abruma. Sin nada mas que trabajo para querer engañarme con colores que no existen en ningún pantone porque no estás.

Porque camino nuestros caminos, nuestros lugares, y me vuelvo a acostar en nuestra cama, la que era solo mía y ahora es nuestra. Se bautizó como "Nuestra".

Y me invento cosas y ocupaciones cuando quiero llegar a la blanca cocina donde tantas horas platicamos y nos abrazamos y acariciamos.
Todo para marcar otro día en el calendario que no dá vuelta, que tiene una orquidea blanca sobre un fondo negro que remarca tu ausencia sin colores.

Ya presentía, que mi día sin tí, terminaría blanco igual que como amaneció.

Porque tu ausencia, hay días que me pone blanca.

Blanca de ausencias y de ganas de tí con un pinchazo cerca del esternón, cerca de mis auroras boreales, cerca de mi corazón, que ya te pertenece y que por eso te llama y escribe tu nombre en el aire a las tres y a las cinco de la mañana.

Como tal vez diría Jaime Sabines...

lunes, 15 de noviembre de 2010

13 de noviembre

Para Gis

Sucedió un viernes.
Estábamos comiendo. Platicando. Riendo. As usual...
El plan estaba mentalmente hecho, y salimos a materializarlo.
Llevaba la computadora lista. Ibamos nerviosas.
Gis manejaba. Nos estacionamos a una cuadra.
Bajamos y creo que a las dos nos costó dar el primer paso para entrar.
Parecía que no pertenecíamos allí.

Puse sobre el mostrador la computadora, la abrí.
Le enseñé la pantalla.
Lo veía, me veía.
Ojos tristísimos. "Por eso le dicen El Triste", pensé
Nos sabíamos de dos mundos distintos y no lo decíamos en palabras, pero nuestros ojos lo hablaban todo.

Me dijo que solo podía ser definitivo.
"Pero yo no lo quiero así", le contesté.
Necesité unos minutos para decidirme.

Una hora después, salí con un tatuaje permanente cerca de la ingle derecha.
Con tres espirales brigidianas.
Gis cargando la computadora y las bolsas sobre sus inmensos tacones. Yo, tomando una CocaCola bien fría que me regaló un hombre guapísimo que me vió casi desmayar.

Y eso, fué hace solo un año, cumplidito hace dos días.
Hace un año, con tantas cosas, con tantos cambios, con tantas vivencias.
Ese fué mi bautizo como mujer libre.
Ese día, esas tres espirales, bebiendo esa CocaCola al lado de Gis, y ella a mi lado.

sábado, 13 de noviembre de 2010

Un jardín

Hoy, como siempre, una cosa lleva a otra.

Pensé en casa de mis abuelos.

Era (bueno, es...solo que ya no de ellos), exacta y perfecta. Bueno, casi perfecta.
La construyeron cuando mi papá tenía algo así como veintitantos años.
Sé que mi papá estuvo involucrado en la construcción.
Tenía un jardín al frente con un árbol que podaban religiosamente cada determinado número de años. Era un colorín. Y bajo el colorín había lágrima de niño, que nunca pisábamos por miedo a romperla.
En el garage había un Coronet café.
Olía a coche nuevo pero viejo.
O a coche nuevo de viejitos.

Nunca lo usaron. No recuerdo a mi abuelo manejando.
Solo recuerdo que cuando mi papá se quedaba sin coche, iba por el Coronet y lo usábamos mientras...
Seguramente como lo que nos platicaba ayer del Galaxie 500 azul que tuvo: se calentaba la bomba de gasolina y tenía que parar en una tienda a comprar un Tehuacán frío y chorrearlo a presión para enfriar la bomba...
Probablemente alguna de esas veces no funcióno y se llevó ese coche...

Lo que mas recuerdo de esa casa que llevaba por número un 573 es el jardín trasero.
Desde el comedor había una puerta corrediza que daba a un pequeño jardín.
Tal vez medía 3 x 3, o poco mas, no tengo idea...
No había nada interesante en él. Nunca jugué en el.
Era el paso para ir al "estudio-taller" de mi abuelo del otro lado.
Un taller lleno de magia y de misterios.
De cajitas, estiques, recortes de periódico, plastilinas...relieves de bronce a medio hacer...dibujos, esculturas a medias, herramientas antigüas, un teléfono de baquelita, pinturas en polvo, latas de talco mennen, un sacapuntas, lápices perfectamente afilados...

Y ese jardín, y el tamaño de esa casa, fueron las que siempre pensé medidas perfectas.
Suficientemente acogedoras en olores y en tamaño. En colores y en sol. En resplandores y oscuridades justas.

Siempre, especialmente, pensé en un jardín como ese. En el que pudiera sembrar albahaca, lavanda, jitomates. Un aguacate. Un limonero. Cilantro, epazote y perejil.

Un jardín al que después le inventé nombre de huerto vertical, en un pedazo de azotea en algún departamento que algún día tuviera.

Un jardín vertical...

Mi abuelo

Cada vez que terminaba con un novio se ponía feliz.
Todos eran unos pendejos, claro que nunca me lo decía.

Pero recuerdo un día, sentados en su antecomedor antigüo, que ahora es el de mis papás, a punto de meterme un bocado de pollo en pipián verde que hacía Doña Mela que sin esperarlo me preguntó muy serio...

"¿Y cómo está el finadito aquel?"

Dejé el bocado, sabía que se refería al mas feo de todos los novios que tuve en mi vida, que a mis quince años me puso los cuernos con una italiana que se llamaba algo así como "Francesca", la muy fresca, y que meses después me estuvo suplicando y pidiendo perdón y jurando nunca mas hacerlo de nuevo...
Todo esto pensé en un segundo, mientras volteaba a verlo sentado en la cabecera de la mesa...
Serio, muy serio, ni un gesto en la cara...
Pero con un sarcástico brillo en los ojos...

No le contesté, por supuesto. A los quince años no se les contesta a los abuelos sarcásticos.

Simplemente regresé a mi plato de pipián que estaba delicioso, y decidí usar cuando quisiera y como quisiera eso del "finadito aquel"...

Viuda en Vida

Un dia la Viuda Negra (que ni es viuda, ni es negra), me dijo porque era Viuda.

Me lo explicó y me reí mucho. Ella solo se decía "viuda", yo le agregué el "negra"...

La verdad es que me lo explicó pero no lo entendí.

Esta semana lo sentí sin necesidad de explicación alguna.

Entendí que hay lazos que deben cortarse: dulcemente o drásticamente. Con enojo o sin piedad. Con tristeza o con amargura. Con indiferencia y sin sentimientos.

Pues si me enojé en un principio. Si sentí todos esos sentimientos que podrían sentirse, pero a final de cuentas, después de días sin piensos ni sientos, -que tal vez fueron solo un "momento de lucidez"-, decidí cortar esos hilos que una vez fueron dorados y preciosos.

Los corté claro, sin avisarle al "finado en vida", no fué necesario por supuesto.
Perdonado está de todo lo que sin saberlo tenía que ser perdonado.
Avisado está de todo lo que nunca tendrá que ser avisado.
Agradecido en un instante que fué un parpadeo mientras corté el último hilo, por todo lo aprendido en ésta mitad de mi vida.
¿Mentarle la madre?...no. Como dice la mas sabia de todas las sabias que es mi dulce, inteligente, amable y generosa madre: "en un problema de dos, la culpa siempre es de los dos"...

Corté los lazos, ni siquiera tuve que firmar un acuerdo de nada, tener abogado presente, ni publicarlo en un periódico, ni avisarle, ni llorarle, ni sentir victoria o tristeza.
Simplemente los corté y con ello vino el silencio que necesitaba que no implicaba el taladreo diario de sus palabras a mis oídos que no me ha dejado pensar por años.

Y como dice mi gran amiga Lydia que tiene los mismos años que mi madre:
"Toda mujer tiene derecho al menos a diez años de viudez..es el mejor estado civil en el que te podrás encontrar, y si no me crees, véme".

Y entonces decidí pasar a ser Viuda en Vida.

jueves, 11 de noviembre de 2010

Lo que pueda ocurrir

Los ultimos dias parecen tremendamente largos. Tan largos que dan las seis de la tarde y ya quiero dormir. Ya es de noche y hago demasiadas cosas en el día, llevo para esa hora, doce horas despierta, a veces con un solo bocado en vez de una comida, y aún me queda rato con demasiadas otras cosas que hacer.

Y ocupo esos días en cosas y en cositas. En pensamientos que parecen no pensar, solo pasar por la cabeza.
Piensos, sientos, ratos con la mente en blanco y otros con cosas que deberían preocuparme y no pasa así.

A veces siento que no he crecido. Que sigo en la escuela, que mi empresa, mis hijos, mi amor-eneseotrolugartanlejos, mi vida pasada, mi amigo, mi hermana, mi sobrina, todo forman parte de una historieta, de un comic tal vez "del otro lado", donde todo va pasando y alguien me va dibujando en cuadritos con colores que cuentan mi historia.

Y planeo cosas que no debo planear pero que me gusta planear... Viajar a Punta Cometa. Ir a una función al Doré. Tomar un café en la estación de Atocha donde se sirve el "mejor capuchino del mundo", ir en un 4 x 4 en el desierto con alguien detrás de mi que me quema la nuca con la mirada. Ir a esa playita que vi en una foto en Sicilia, ir a la Selva a nadar a ese manantial completamente desnuda, bailar esa canción que se quedó a la mitad...Ver una aurora boreal contigo. Ir a un bosque a hacer algún rito contigo. Ir a las pirámides...¿las de Teotihuacán, Machu Pichu, Egipto?
Googleo todo eso, busco precios, lugares, hotelitos como los que me gustan, tarifas inauditas, para cerrar la ventana enseguida y pensar "tengo que ir por ese reintegro de la lotería", de otra forma, no veo para cuando pueda dar click exactamente en donde quiero...
Parece que mas bien para que la perfecta sea yo, además de saber jugar al ajedrez, necesito ser campeona de ping pong y estar forrada de "pasta" que no veo que años trabajando como lo hago me forren de absolutamente nada...
Mi teclado. Foto: S
Y aún en la mente todo se queda a medio planear. No concreto nada, no defino nada.

Parece que mi vida está en una pausa donde espero los engranes de algo que me mueven, te mueven, nos mueven estén aceitándose para dar play otra vez.
Que alguien aprieta el play y el pause sin cesar, y entonces decido no pensar ni concretar.
Simplemente dejarme llevar.
Todo va cayendo donde debe caer. Todo. Parece que las cosas van cayendo como gotas de lluvia que riegan los puntos precisos que deben mojarse y dejan secos los que no necesitan ni una gota de agua, por pequeña que sea.

Y mientras, yo medio voy planeando...por lo que pueda ocurrir...

martes, 9 de noviembre de 2010

Lo único que falta

Cabe en algo tan corto como un haiku:

"Y tienes que encontrar tu huequecito...en el que te sientas segura y protegida..."


(Pero tiene que resultar tan espacioso como la Enciclopedia Británica, o como era la Sección Amarilla hasta hace unos años...)

lunes, 8 de noviembre de 2010

Cambios climáticos

La pared blanca dando vueltas. Foto S
A veces pasa y no nos damos cuenta.
Y cuesta, es por eso que nos damos cuenta.
Y duele, y es por eso que nos cuesta.

Pareciera que con estos cambios climáticos las cosas empezaron a cambiar.
Empezó a hacer mas frío y me empecé a sentir un poco débil.
Desacompasada y medio desacompañada...
Y no es porque no tenga a nadie a mi lado fisicamente hablando, espiritualmente, en forma de alma gemela existe, y en forma de alma siamesa aún mas presente.

Es solo que los cambios nos llevan de nuevo a los orígenes.
Los cambios nos descomponen momentaneamente, nos hacen vulnerables.
Nos debilitan un poco. Nos enojan. Nos entristecen y hasta nos enmudecen y borran la sonrisa del susto.

Como cuando a un niño pequeño lo cambian de escuela, o tiene un hermanito, o se muda de casa, o deja el pañal...
Todos compadecemos a la pobre criatura, y la abrazamos y la consentimos...
Está en un cambio, y no sabe cómo explicarlo.
Solo llora, berrea, o se queda sin balbuceos...

Pues hoy me dí cuenta que estoy en uno de esos cambios.

Tengo que empezar a compartir.
Compartir a mis hijos con una mujer que no es su madre, pero que será su amiga.
Que no es elegida por ellos, pero si por su padre.
Alguien con quien mis hijos se harán graciosos y tratarán de caer bien.

Y yo, tengo que prestarlos...

Y me cuesta.
Me cuesta no querer acapararlos y abrazarlos y tener que soltarlos un poquitito para que la enamorada de su padre conviva con ellos...

Y me siento como una criatura de tres años que no quiere prestar sus juguetes.
Que no quiere compartir.

Me siento atrapada en una espiral, en una de las mías, rumiando mis celos por mis dos hombres, teniendo que aprender a soltarlos, sin saber cómo...

Y lo único que quiero hoy, es que la luna me guiñe un ojo, que alguien me abrace, me acune, y me diga que todo va a estar bien...
Que mis hijos, siempre van a ser mis hijos, y que no me va a pasar nada por prestarlos en ratitos de sus vidas y de la mía...

Eso es lo único que necesito, mientras doy vueltas en mi espiral, y veo como dan vueltas las paredes blancas de mi casa y trato de acunarme yo sola...y no puedo.

miércoles, 3 de noviembre de 2010

Diferente

La mayor parte de las veces, no me reconozco.
Soy nueva en éste cuerpo.
Guardo recuerdos y sensaciones que en algún momento se anidaron en mi alma.
Pero parece que cada día hay una mujer diferente en éste cuerpo.
Que me sorprende, que me asusta pero me gusta.

Me gusta cada día, que amanezco como otra diferente a la del día anterior...

El frontón. Foto: Yuni

lunes, 1 de noviembre de 2010

Lunes de malas

Porque a veces pasa así.

Duermo mal, toda la noche sueño con gatos nuevamente, y es mentira, es una sola y se llama Merlina que no deja de querer,-como siempre-, estar tocándome la piel con sus manitas. Rozándo sus bigotes en mi cara. Encimándose en mi.
Pero además duermo revuelta entre sábanas y almohadas.
Por increíble que parezca, duermo sin camisón, con pijama de pantalón y el mismo pantalón se me enreda y la blusa de manga larga tiene media vuelta.
Y así pasa la noche que debía ser mas larga por la hora de más y no pasa así.
Me despierto por décima vez a las cinco y ya no puedo dormir mas aunque me siento cansada de dar vueltas.
Seis y veinte me estoy bañando.
Y como amanecen los días que amanecen de malas, todo sale mal.
No me gusta lo que me pongo.
No encuentro el collar que quiero ponerme.
Se me cae la pulsera que me regaló mi hermano y se parte en dos.
Me sale un grano.
Tengo hambre, y me doy cuenta que toda la noche tuve hambre.
Tengo sed y no tomé el agua que puse en mi buró.
Me cambio dos veces de ropa.
Necesito unos zapatos negros sin tacón.
Y salgo.

Ahora, trabajando en un día donde parece que nadie mas está trabajando, parece que ya no está tan de malas el lunes.
El primer lunes del onceavo mes del año.

Pinche lunes, desenfádate de una vez...que no me gusta cuando estás de malas.