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martes, 31 de enero de 2012

Dos

Hoy se abre el tercer ciclo de mi segunda vida.

Hoy sigo aletargada de esa voz deprimente que no entiendo que me dice, que se escucha en lamentos cuando menos la he esperado entre campanadas de iglesia que llaman a misas sin gente cada hora, durante veinticuatro horas seguidas todos los días y gallos que cantan a deshoras.

Hoy pienso en ti, en él, en mi, en ellos, en nosotras, en el que me borró de su vida con un delete inyectado de rencores, en el que borré un día sin miramientos, en mi futuro sin porvenir pero con paz.
Sola pero conmigo.

Anochecí pensando en los barrotes de madera de la cama del bosque aprisionados por mi mano derecha mientras quería hacernos el amor y no podíamos hasta que dulcemente nos dimos por vencidos para dormir en medio de ruido de gatos en el tejado abrazados en una confidencia extraña que solo puede suceder entre tu y yo.
En un juramento de silencios después de confesarnos secretos, esos que nadie sabe mas que nosotros.

Amanecí pensando en el pajaro de pecho rojo, diminuto, que a horas exactas baila junto al toronjo que da al tepozteco.

Amanecí en oscuridad porque mañana Brigida me inundará de luz brillante.

Y entonces me levanté y cogí una pluma fuente invisible para empezar a garabatear mi día con sientos inimaginables en un grimorio negro con letras doradas.

Y me desvestí de una pijama de franela para cubrirme la piel tan solo de ese cielo naranja en ese atardecer en el que de un suspiro y un inspiro quise atrapar todas esas nubes.


Atardecer tepozteco

jueves, 26 de enero de 2012

El Magnífico

Lorenzo a sus casi setenta y dos años me dio una lección más de vida a mis casi cuarenta y dos.

Empezó con un abrazo,  pero antes de hacerlo, me sacudió por los hombros y me dijo "m'ijta: nunca, nunca, nunca, llores por ésto"

No le conteste, pero le jure desde el fondo de mi corazón que jamás lo haría mientras intentaba a manotazos que quería darle a mis ojos y no podía, detener las lágrimas que sin permiso me salían como cascadas mientras veía el Nevado de Toluca detrás de él.

...Y me sentí tan encabronada conmigo misma.
y tan estúpida...
...y tan supérflua por llorar y saber que él tenía la razón...tan vana, tan vacía, tan inútil, tan infantil, tan sola, tan débil, tan todo por todo lo que me abrumaba sin justificación ni razón de peso en un segundo mientras estábamos parados en medio de ese estacionamiento los dos solos rodeados de ciento catorce coches...

Y tan contenta que me sentí en la mañana cuando me puse la estrella de mar en el pelo mientras me arreglaba para salir a vender el arte del mejor artista del mundo.
El arte de Lorenzo el Magnífico.
Mi magnífico.
El escultor que me esculpió.
Hace casi cuarenta y dos años...

(...y hoy me pondré otra vez la estrella de mar en el pelo, y saldré pidiendo y dando milagros al Universo para ti y para mi... )


Lorenzo y yo

domingo, 22 de enero de 2012

Oro rojo

Esa mujer estaba hecha de espuma de mar.

Tenia sal por huesos, algas entre rojas y castañas le salían de la cabeza y le cubrían casi hasta los hombros. Su corazón era de hojalata y tenía las alas cortadas.  Por ojos tenía esmeraldas oscuras y las uñas de concha nácar.

Como anillos llevaba dos orquideas, una morada y la otra blanca.
Su piel estaba hecha de constelaciones y cada pulmón había sido una aurora boreal aparecida en Noruega siglos atrás.

Sus dientes no eran perfectos, pero a él le gustaban casi  mas que cualquier cosa de las que armaban todo  su cuerpo.
-Al menos eso le decía siempre, cuando le abría el labio inferior para besárselo con la lengua y tocarle con el dedo índice los dientes superiores que geneticamente tenía cruzados y ningún dentista había podido arreglar ni a ella ni a su familia por generaciones-.

Un día él le regaló un collar de oro rojo y cuando se lo abrochó por la nuca le prometió todas las estrellas fugaces vistas y por ver en la historia de la humanidad.

Ella no le creyó por mas que trató de hacerlo.
-Trató con todas sus fuerzas, con las intenciones rezadas a una veladora blanca y los deseos quemados en papel de china rojo-.

Sabía que ese amor estaba destinado al olvido.
-A ese tipo de olvido imperdible en la memoria sin remedio-.

Y entonces ella lo supo.
-Y se lo repitió a si misma, muy quedito, para no olvidarlo nunca, murmurándoselo en el susurro mas dulce que pudo nunca jamás pronunciar-,
que su destino era y sería allá, en Punta Cometa.

-Contigo, pero sola-, le dijo cuando tocaba con felicidad fugaz el spondylus que colgaba de su cuello en un cuero rojo trenzado como víbora que olía a Tepoztlán y sabía a cacao frio caminando por esa avenida sin rumbo pero con un camino bien trazado.

Y sonrió, dejándolo ir, en una combinación de tristeza feliz, eterna y de color parda, como sus ojos y violeta como el aura que quiso tener junto a él y nunca pudo.
-En una tristeza, de esas que se sienten como espuma de mar haciendo cosquillas en los pies, pero que saben a sublime cacao oaxaqueño-.

Camino tepozteco

jueves, 12 de enero de 2012

Aire

El cielo de ayer con pinceladas de nubes, me llenó de aire, aunque en realidad se me llenaron de aire los pulmones el día que me colgué el águila al cuello, para volar, para volarnos, para volarte.

Mi aire se llenó de exaltación y después de arrebatos.
Deliré vírgulas por la boca que eran ecos de tus miradas que intentaban atrapar mis dudas.

Un tornado me abrió los botones del vestido y me quiso desvestir sin saber cómo hacerlo. Torpe, se quedó estático a la mitad del camino, queriendo coserme los botones y las risas de vuelta.  Entre cínico y arrepentido me miraba con los dedos atorados a la mitad de mis pechos mientras empezaba a doblegarme.

Al momento en que me sentí vencida y decidí enfrentarlo con una letanía de súplicas inconexas y ruegos pulverizados a medio camino, un viento amargo me llenó los ojos de lágrimas y lloré el dolor que me infligí y que quisiste vampirizarme mientras le soplabas a ese viento con un aliento que venía del Cono Sur.

Tres copas se rompieron, por tres espirales.
Tres veces intentamos amarnos.
Tres veces rotas en abrazos.

Tres veces nos dolimos por dolores que no nos hablamos, tres abrazos nos dimos para consolarnos y para querernos mas, así nomás porque sí, porque se nos dá la gana aunque el resto del mundo jamás lo pueda entender...

Tratamos de machihembrar nuestras esencias, nos rendimos a la mitad del camino y volvimos a luchar hasta darnos cuenta que nuestro camino iba dirigiéndonos hacia el precipicio equivocado.

Te necesito como el aire que respiro para que me salgan las letras del alma.

No te mates porque me muero.
No me abandones porque me asfixio.
No me sueltes porque me desvanezco.
No me dejes ir porque me desintegro.

Mientras,  te exhalo mi aire, quedito, junto a la oreja, transformado en música para tus ojos, respíralo cuando se te asfixie el pecho y te atrapen las traiciones inútiles y las soledades profundas.

Vuela, sueña y descubre la marea que hace falta que te tatues en el brazo.

Esa que se llama libertad...



Eco del aire que me respiras




jueves, 5 de enero de 2012

So beautiful

Mi mano derecha, la de mis razones, baila tu espalda, puedo sentir tus secretos mientras hundo la cara en tu pecho y te respiro.

La luz de la vela roja sobre la mesa me señala el camino a seguir.

Escucho el sax, me dejo llevar por la voz que me canta y los ojos que quieren seducirme sin cuestionamiento alguno.

El frío invernal se siente altamente caliente para nuestros cuerpos. Nos apretamos mas para enfriarnos menos.

Tus manos ya están revolviendose alrededor de mi cintura mientras el tiempo se alarga.

Parece que el Universo sigue en pausa, medita mi cerebro mientras tomo otro sorbo del Chenin Colombard helado que sostengo en una larga copa en la mano izquierda, la del destino y los no cuestionamientos, sin perder el ritmo del baile que no queremos termine por noches y noches que se empalmen una con otra.


Podemos hacer del tiempo lo que nos dé la gana,  te digo en medio de un lenguetazo con sabor a vino californiano que me recuerda a mi de niña chupando un caramelo suave en casa de mis abuelos y a una mordida a un grano de sal de mar en la Costa Chica de Guerrero.

Me crees, lo sé, aunque no me contestas.

Por ahora solo te preocupa que tus piernas no dejen de rozar las mías en cadencia candente, lenta y fuerte.

Jurame siempre la verdad, te suspiro.


Jurame siempre tu verdad, me besas.


Nunca prometas algo que no puedas cumplir, te acaricio.

Siempre dame lo que esté en tus manos, me miras.


Prometeme que no nos enamoraremos, te suplico.


Prometo adorarte mientras nos abandonemos, me sientes.

Y por segunda vez en una semana, se rompe una copa de vino estrellandose en mil pedazos en el piso mientras mis tacones te recorren la pantorrilla...

Para enredarte en mi mientras te hago el amor.

Reserva privada



Atrevimiento

Hace una semana no sentía el atrevimiento.

Lo tenía escondido dentro del caracol de la oreja.

Estaba hablando por teléfono el viernes cuando sentí que se me salía en forma de duendecito milimétrico.
Ahí lo tenía, parado en la bocina del teléfono y me veía con enormes ojos azulverdosos.
Era tan chiquito...pero mis ojos lo podían ver perfectamente.
No dijo nada al principio.

Después, me empezó a hablar en Mixe y yo le quería contestar en Zapoteco.
Se me trepó en la pinza del pelo, y desde allí me empezó a dirigir los movimientos.

Pero las determinaciones no. Esas no me las dirigía.

Esas me llegaron cuando congelándome al pie de una palmera enorme daba la bienvenida al 2012.

La tregua terminaba, guardaba mi bandera blanca y rompía mis juramentos internos.
Me pesaban toneladas. Si los hubiera escrito hubieran parecido absurdos para cualquiera, pero no los eran.

Quería sacar la daga que tenía guardada en los jeans y que me la clavaras para después clavártela tu.

Pero no hay daga mas mortal que la palabra -retirada-

Emprendí la retirada, y me monté en ese caballo flacucho que vi en la Casa Grande, unos ojos brujos me ayudaron sin palabras y sin análisis metódicos.

Emprendí la retirada hacia un camino que tenía una cantidad de aire que no podía medir ni comprimir.
Tenía hojas secas que se quebraban a cada paso, sonaban delicioso, crujian en mis tímpanos y se me instalaban en el cerebelo mientras sentía como unas uñas se me deslizaban por la espalda.

Creo que todo empezó cuando escribí la palabra -ultimatum-, ahora que lo pienso, en este día sabático que me tomé para guardar la daga para mejor ocasión y para almacenar metros cúbicos de aire con sabor a mar para respirar cuando me haga falta.











martes, 3 de enero de 2012

Lucy

Lucy no tiene cara aunque la he visto dos veces en mi vida.
Puedo recordar lo que platicamos, el lugar, pero ni su cara ni su cuerpo.

Lucy es una mujer cariñosa, es una mujer que ha sufrido, es una mujer espectacular aunque poca gente se lo ha dicho.

Lucy un día decidió casarse y tener hijos...algunos no vivieron mas que en su memoria, otros viven en su tacto día a día...
Lucy decidió amar a su marido y a su vida.
Como tu y como yo. Como él y como ella.

Lucy desde hace seis meses no sabe cómo hacer para que esos ojos la vean, para hacerlo despertar, para hacerme su aliada en esta lucha que ya tuvo un desertor.

Lucy pidió el día de Año Nuevo, mientras oía muchas y muchas veces esa canción de Mecano un solo deseo...

-ser feliz-

Cúmpleselo.

Deseo con sabor a cuba libre

He ido avanzando los días como si fuera en una bici con el freno pegado, no sé cuantos han pasado aunque mi calendario dice que han sido solamente tres.

Hoy mientras veía a ese hombre viejo del otro lado de su escritorio y trataba de escucharlo hablar sin poder hacerlo, decidí en un momento de cordura volver a la normalidad del resto de la gente. Parece que mientras hablaba, me agarraba la mascada que traía puesta y me decía violentamente y con ojos de inquisidor "aterriza de una pinche vez por todas"...

El asunto es que tengo la memoria atorada en un pedazo de tu espalda desde hace nosecuantos días en los que circulo en esa bici de la que no me puedo bajar.

Y hoy le dije a ese viejo egocéntrico y envidioso con la mirada, sin necesidad de palabras, que no pensaba bajarme de la bici ni aterrizar ni volver a la normalidad.

Quiero besar y chuparte ese pedazo de espalda. Quiero sentir tu lengua en la mia. Quiero tocar tu cara con inicios de barba. Quiero que vuelvas a quitar el pelo de mi cara y me repitas cada palabra pronunciada por tu boca. Quiero que en la memoria fotografies mi imagen sobre tu cuerpo y te la lleves hasta el día que te mueras. Quiero que me muerdas el lóbulo derecho y tus dientes cada mañana recuerden en su filo el relieve que tiene con mi arete de plata.

Ese día tu aliento era de cuba libre, el mío era de vino de muchas horas atrás y me sabía la boca a sobriedad impregnada de deseo, tenía los cinco sentidos en alerta, pero el sexto sentido atado a los pies de la cama que revolvíamos.

Lo ignoré a consciencia a la hora de comer, mientras la Diosa del Viento me gritaba y entre alaridos salvajes manoteaba y alzaba remolinos de hojas y polvo en la calle que veíamos los dos sin saber si llegaría lluvia o no, cuando se estrellaron de repente nuestras copas de vino,  como si se consumara una boda judia, recordandome que el romper copas es "rememorar la primera tragedia", la casi certeza de incertudumbre compartida pero indispensable para que dos almas respiren.

Mi Rosa de los Vientos me decía que esos gritos erráticos eran un Mistral  y aunque no estaba en la Provenza, me sentía en ella contigo, atada a tí con un nudo marino que la Estrella del Norte nos había amarrado horas antes mientras yo abría una puerta con las llaves que había tomado encima de un armario antiguo.

Y decido no bajarme de esa bicicleta.

Decido seguir soñándote despierta en alientos casi borrosos de cuba libre, y recordando todas las palabras que me dijiste.

Una por una.

Palabras que probablemente no recuerdas.
Palabras, que dicen que cuando se dicen borracho, es porque sobrio se pensaron.

Y me ahogo en el recuerdo de tu cuerpo buscando aire ahí dentro, en los abrazos que te dí, en las caricias que me ardían mientras recorrían tu pecho, en mi lengua atorada en tu oreja, en tus ojos brujos, en las dos palabras que te prohibí, en tu orgasmo y en los míos, en tu desapego, en mi no-esperar, pero sobre todo en una sola cosa.

En tu dedo índice en mi pezón izquierdo mientras tu respiración exhala en mi nuca previo a tu abrazo tan fuerte como perdido.




lunes, 2 de enero de 2012

Espasmos

El ambiente frío me da en la cara como una bofetada reclamándome haber esperado hasta el segundo día del año para salir al mundo.
La realidad es que el primer día la pasé disecando pensamientos en camisón negro y bata blanca encima, con tazas de té y fruta que iba picando de vez en cuando en visitas a la cocina.
La pasé también en largos momentos con la mente en blanco.
Sin resolver, organizando el principio de un no-se-que que que no tendrá nombre ni apellido.

Dormí en mi cama revuelta a media tarde, guardé aromas invisibles que agonizaban en mi cuerpo, visiones y sensaciones recientes mientras me daban las siete de la noche sin haber caminado más allá de mis ochenta metros cuadrados de espacio circundante.

El día y las nubes grises me reclamaban mientras me arrepentía por no haberme puesto alguna de mis decenas de bufandas o mascadas que para nada me servían ahora en su cajón en mi closet.
Solté el pelo de la pinza que me lo sostenía en un chongo apurado para calentarme el cuello y sentí tu mano fuerte en mi nuca mientras me tocaba el cuello para tratar de abrirlo, alargarlo y respirar mas aire frío para que me entrara directo a las entrañas de una vez por todas.

Me detuve instantes que no sé cuanto duraron para reconocer mi entorno: el árbol de siempre, los ruidos de siempre, la casa que parece abandonada, la mirada de la vecina que seguramente me estaría espiando, el gato que se parece tanto a Merlina debajo de algún coche observandome con sus magicos ojos verdes.

Sentí en breves pasos los dolores que se instalaron en mis músculos después de haberte reconocido cuando juré no volver a hacerlo tiempo atrás.

Y me brincaron espasmos y sobresaltos entrecortados entre las piernas deseándote como no debo desearte mientras apretaba los muslos para que no te escapes jamás de la memoria de mis células, ni de los cuestionamientos de mis neuronas.

Sometimes you have to die a little to live a little...