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miércoles, 20 de junio de 2012

Succión

El vacío me succiona las lágrimas. Me tiene inerte mientras muevo los ojos tratando de ver la puerta de escape, la salida, la solución.

Mientras, no ha dejado de llover. El huracán me tiene presa en forma de gotas que parecen lágrimas en los vidrios del coche.

Mal duermo mientras sueño que grito "¡perdón!" a quien tenga que perdonarme, mientras me perdono, mientras pienso que todo es un mal sueño, mientras gatos en pesadillas rondan mi casa, mientras escucho ruidos que invento en el mal sueño, mientras escucho el respirar de mis hijos en el mal dormir y mientras deshago la cama por todos lados porque no puedo dormir en ninguna de sus cuatro esquinas.

Y la lluvia sigue goteando a las dos, cuatro y cinco de la mañana. Y cuando me despierta el despertador que suena como un campo lleno de grillos, me parece que apenas he cerrado los ojos y son ya las cinco y media y el día tiene que comenzar porque no puedo deshacerme de él...

Y las gotas del huracán agonizante suenan en el cubo del edificio, y en mi ventana, y los coches ruedan sobre pavimiento mojado, y sigue siendo de noche.

Y solo puedo pensar, que en toda mi puta vida, nunca me ha pasado algo como lo que me pasó el domingo y que me parece que el Destino se equivocó de destinatario. Tal vez le tocaba a la vecina y el dedo índice del Destino titubeó o se distrajo y equivocadamente se movió a la izquierda nueve grados y me señalo a mi.

Y solo puedo pensar que no se que puerta abrir para salir, sin que nadie me vea, sin que nadie me respire, sin que nadie me sienta, mientras logre que el mundo entero se olvide de mi.

Lluvia vista desde el coche



lunes, 18 de junio de 2012

Abandonada

Me desperto ayer un rayo partiendome en dos mitades perfectas.

Enseguida se me enfriaron las ideas y las puntas de los dedos y la nariz,  y con una practicidad extrema ordené mi cerebro en un power point perfecto donde pasaban y repasaba gráficas con colores y flechas que iban en cientos de posibilidades diferentes. Mi mente se convirtió en la de una actuaria, la de una estadista, la de una profesional en riesgos guardando cerca del cerebelo ese power point comprimido para que no ocupara mucho espacio.

Mientras tanto, sueños y deseos se iban saliendo por mi boca.

Y seguía fría.

Hasta que hoy, me le quedé viendo a la lluvia por la ventana, y pensé que tu primavera me abandonaba, -aunque ya lo había sentido desde ayer-, y ví caer en cámara lenta gotas de lluvia de un huracán que viene del mar que va al fin del mundo.  Y me le quedé viendo a una gota que se convertía en granizo, y me sentí abandonada en una frialdad instalada en mi. En una insensibilidad triste y poderosa. En una ansiedad obscura y trémula.  Y por primera vez en muchos años, intenté decir con la boca algún rezo a algún Dios que no conozco pero que decidí inventar en ese instante, en un Dios solo mío, que tiene cara y cuerpo de mujer...

Y mientras, un segundo antes de que la frialdad y el cálculo perfecto que lleva más de veinticuatro horas instalado en mi cuerpo, recordé sumamente lejano el deseo que sentían nuestros cuerpos cuando se sabían cerca y las sonrisas que nos temblaban en los labios, y quise abrazar algo que ya no existe. 

Cuando éramos felices.

(tal vez mi Diosa, es la que se guarda la primavera cada vuelta completa al sol, y te la entrega a ti, mientras sueñas en blancos deslumbrantes con selvas lacandonas para que me la dosifiques y no me atragante de flores y rayos de sol)

Antes de partirme en dos

domingo, 10 de junio de 2012

Gotas

Hay domingos que llegas a revolver las sábanas de la cama mientras me soplas al oído dos o tres palabras que me suenan a eternidades.
Pareciera que por el caracol de la oreja me llega tu torrente sanguíneo lleno de deseos y sueños, de estática  y de imposibles y entonces te lo devuelvo con la punta de la lengua porque no quiero quedarme con una sola gota.

Me muevo entonces por el espacio que dejas tomando tazas de té y mirando la tranquilidad a través de la ventana. Sigo desnuda como me viste el alma y su no-vestido de domingo, saboreándote sorbo a sorbo hasta que me termino la tetera entera, sin dejar una sola gota.

Y empiezo el día, saliendo, cerrando la puerta con doble llave y dejándote en el recuerdo de una cama deshecha, donde no dejamos un solo suspiro.

Tranquilidad