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lunes, 18 de junio de 2012

Abandonada

Me desperto ayer un rayo partiendome en dos mitades perfectas.

Enseguida se me enfriaron las ideas y las puntas de los dedos y la nariz,  y con una practicidad extrema ordené mi cerebro en un power point perfecto donde pasaban y repasaba gráficas con colores y flechas que iban en cientos de posibilidades diferentes. Mi mente se convirtió en la de una actuaria, la de una estadista, la de una profesional en riesgos guardando cerca del cerebelo ese power point comprimido para que no ocupara mucho espacio.

Mientras tanto, sueños y deseos se iban saliendo por mi boca.

Y seguía fría.

Hasta que hoy, me le quedé viendo a la lluvia por la ventana, y pensé que tu primavera me abandonaba, -aunque ya lo había sentido desde ayer-, y ví caer en cámara lenta gotas de lluvia de un huracán que viene del mar que va al fin del mundo.  Y me le quedé viendo a una gota que se convertía en granizo, y me sentí abandonada en una frialdad instalada en mi. En una insensibilidad triste y poderosa. En una ansiedad obscura y trémula.  Y por primera vez en muchos años, intenté decir con la boca algún rezo a algún Dios que no conozco pero que decidí inventar en ese instante, en un Dios solo mío, que tiene cara y cuerpo de mujer...

Y mientras, un segundo antes de que la frialdad y el cálculo perfecto que lleva más de veinticuatro horas instalado en mi cuerpo, recordé sumamente lejano el deseo que sentían nuestros cuerpos cuando se sabían cerca y las sonrisas que nos temblaban en los labios, y quise abrazar algo que ya no existe. 

Cuando éramos felices.

(tal vez mi Diosa, es la que se guarda la primavera cada vuelta completa al sol, y te la entrega a ti, mientras sueñas en blancos deslumbrantes con selvas lacandonas para que me la dosifiques y no me atragante de flores y rayos de sol)

Antes de partirme en dos

1 comentario:

Anónimo dijo...

La lluvia, me gusta porque juega con los sentimientos.
Te quiero