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domingo, 10 de junio de 2012

Gotas

Hay domingos que llegas a revolver las sábanas de la cama mientras me soplas al oído dos o tres palabras que me suenan a eternidades.
Pareciera que por el caracol de la oreja me llega tu torrente sanguíneo lleno de deseos y sueños, de estática  y de imposibles y entonces te lo devuelvo con la punta de la lengua porque no quiero quedarme con una sola gota.

Me muevo entonces por el espacio que dejas tomando tazas de té y mirando la tranquilidad a través de la ventana. Sigo desnuda como me viste el alma y su no-vestido de domingo, saboreándote sorbo a sorbo hasta que me termino la tetera entera, sin dejar una sola gota.

Y empiezo el día, saliendo, cerrando la puerta con doble llave y dejándote en el recuerdo de una cama deshecha, donde no dejamos un solo suspiro.

Tranquilidad



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