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domingo, 21 de octubre de 2012

Hoy

Un año atrás, mi cuerpo se dolía de cosas que no me cabían y el tiempo acomodó dentro de una lógica azul y profunda.

Y pasó más tiempo que se llenó de ilógica, de confusión y de colores que no existen para mis ojos.

Tiempo del que ni tu ni yo nos damos cuenta, que se escapa en una mirada, mientras de reojo vemos por el retrovisor y el espejo lateral del coche lo que se va quedando colgado a los semáforos y da la vuelta por las esquinas y calles en construcción, eventos que bajan conmigo los pasos a desnivel y a veces acaban atropellados por un ciclista que rebaso en una mañana de estas en las que aún no amanece...

Hoy tenía que haber nadado en el Mar de Cortés. Ayer, sin ver el reloj de mi izquierda, lloré sin parar como la niña de tres años que alguna vez fui y que extraña dolorosamente a su papa. Incontrolablemente.
Con temblores y sollozos.
Me dejé caer, física e imaginariamente, en medio del pasillo que da a la sala, hasta que decidí ponerme medio de pie. Si no lo hacía yo, tampoco lo harías tu.

Hoy me amanecieron los ojos medio secos a la hora en la que mi mente recorría la playa donde debía estar para zambullirme gloriosamente en agua salada y refrescante.

Me despertó a las cinco de la mañana el último de los veinte o treinta sueños y pesadillas que seguramente tuve en cinco horas.

En el sueño era invisible y traspasaba rejas y más rejas. El sueño era triste y de color beige y blanco, -creo que son los colores más tristes de mi existencia-, en el sueño estaba él, y no estabas tu. Se qué te sonará poco perseverante de mi parte, pero hace muchos sueños que te dejé de buscar, las veces que has aparecido fugazmente, las he olvidado mientras me levanto a cepillarme los dientes.

Cuando acabé de sacudirme el sueño color beige y empecé a despertar, te metías entre mis sábanas y con una lentitud que parecía durar hasta mañana me acariciabas y llevabas de la mano a Pie de la Cuesta.

-Pero tu no apareces en Pie de la Cuesta en ninguno de mi sueños-, tu apareces en tus sueños en una playa que no es virgen ya. En una playa a la que no quiero ir porque no tiene palmeras ni pescadores ni es mar abierto.

Y hoy, mientras quería sentir el frío del agua de mar en la punta de los dedos, me besabas la espalda que tenía sabor a escamas falsas y a mi, -al menos eso me dijiste-, mientras te contestaba que anoche me había bañado para quitarme el sabor, olor y tacto a pena y encierro. No me puse perfume ni crema ni el aceite con jengibre y miel que tanto me gusta, bastaba con quitarme la esencia y sensación de todos esos fantasmas que me habitan cuatro veces por semana, esos que tu nunca comprenderás, porque dentro de tu mundo, el mío no cabe ya, se ha hecho demasiado azul marino para tus estándares tan azules claros.

A medio día intenté grafitearte con la mirada mientras veía los volcanes, pero

Hoy...

Hoy ya no te siento ni te veo en ese afán de volverme gris y pálida. Hoy sé que ya no nos cabemos dentro del otro, y que el yin yang lo estas decolorando a un amarillo perdido en tu vida que no es la mía.

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