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miércoles, 4 de diciembre de 2013

Las letras de tu nombre

Me trato de curar el enojo remojándolo en una botella de agua Bonafont que tengo al lado, todo para darme cuenta que necesita unas cuantas gotas de vodka o de gin para alcoholizarme en una nube entumida de frustraciones y abrumaciones que se ponen sobre mi de color negra, negrísima, con tintes violeta y morado, con rayos y truenos ensordecedores, que atrapan mi cerebro y lo engatuzan en enredos amorfos que se me meten por las fosas nasales al respirar.

Y todo empezó anoche, cuando me quise pelear con el primero que se me topara en frente, y como no resultó, aventé el plato que tenía dos brocolis, seis fusillis integrales y media rebanada de pechuga de pavo rota en pedacitos aderezado con aceite de oliva extra vírgen y sal perfumada con pimientas de colores.

Y como no resultó que el plato se haya roto dramaticamente como en una escena de película, porque en realidad solo fué un tímido empujón malhumorado, me fuí masticando dos o tres fusillis furiosa a la cama, me metí a las sábanas y seguí masticando, porque la pasta, cuando es integral, tardas tres veces mas en masticarla y tragarla...

Decidí que como no andaba de buenas, no me cepillaría los dientes con la nueva pasta "Tom's from Maine" que compré, que es orgánica y sabe muy rico, que por una noche que no la usara, no me saldrían caries. Y seguía masticando, y se me escurrían lágrimas calientes por los ojos, tan calientes que me quemaban los cachetes, pero como una vez mas, no resultaba el enojo ni las lágrimas, y porque no veía a nadie alrededor que pudiera ser receptor de palabrotas (había cerrado la puerta con un azotón y ni Merlina había alcanzado a entrar detrás de mi), decidí dejar de llorar un poco y tragarme el fusilli masticado.

Apagué la luz, me tapé bien porque había leído en algún momento que la "Comisión Nacional del Agua" pronosticaba temperaturas muy frías por la noche, y me sentí confundida pensando por qué no lo había pronosticado el Meteorológico Nacional. No me cuadraba pero estaba segura haberlo leído, y sentía el Frente Frío Número 16 colándose por las ventanas

No resultaba nada.

Me destapé y salí volando a regañar a mi hijo, regañarlo con palabras atropelladas, con el dedo índice moviéndose violentamente de arriba a abajo, señalandolo y queriéndo dispararle algo que le entrara en la razón de los sentidos de un adolescente con una madre histérica, y me sentí ridícula gritoneando palabras sin sentido a un hijo que mide casi treinta centímetros mas que yo....-debo confesar que me salí del cuerpo un momento para verme de fuera, y mi otro yo se moría de risa ante esa escena tan ridícula-, y así como empecé la gritoniza, que estaba compuesta de gritos emputados de principio a fin, así la terminé, para regresar ya no tan violentamente a la cama, con mi pijama de Hello Kitty, y dejar la puerta un poquito abierta, para ver si alguien entraba en algún momento de la noche a abrazarme...

Pero las cosas no pueden resultar así.

No recuerdo, -en verdad-, la última vez que me haya ido a dormir tan estupidamente enojada con todos, y como tal, pasé la noche, entre sueños alucinados y malhumorados que no me dejaban en paz...

Si recuerdo, cuando desperté, que apagué la alarma, decidí que no quería despertar, que no quería echar a andar el día, que no quería poner los pies sobre la duela del piso, pero tenía que hacerlo, y traté de formular las dos primeras palabras que pronuncio siempre para despertar a mi hijo...

Y no podía recordar su nombre, ni pronunciarlo, ni sacar una sola vocal de mi voz...

Tenía el nombre de mi hijo en la punta de la lengua, pero no lo podía recordar, y empecé a desesperar, y a sentir que me moría un poco...

Hasta que decidí que no podía morir enojada porque me olvidaría hasta de mi nombre...

Y grité su nombre que me salió de las entrañas.

Y brinqué de la cama para poner la cafetera y echar a andar un día en el que me aterraba olvidarme hasta de quien soy.

Fusilli integral con brotes de brócoli al dente

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