Mi banca y mi ventana. Foto: S |
Intuyo que es lo que hay en ti respecto a mi.
Y yo sé lo que hay tuyo en mi.
Pero no le quiero poner palabras.
Podría sentarme en flor de loto, cerrar los ojos, meditar y perderme hasta encontrarnos. Podría, si lo intento realmente, volar a ti. Simplemente tocando las espirales. Me podrían transportar a ti. Son tuyas.
Una vez, estaba soñando, y empecé a levitar. Cuando desperté estaba metiéndome entre los suéteres del closet.
Estuve consciente de estar volando en el semisueño que corresponde a ese estado.
Desperté totalmente, y me emocioné.
Tal vez, si lo mando en mis sueños así también podría llegar a ti.
Sé que otra forma sería simplemente ver mi ventana, la que tengo frente a mi ahora. Ver el árbol, las cortinas que se mueven, el aire, sentirlo, y salir volando con él a donde estés...
Pero nunca he sido aire. Siempre he sido tierra. Fuego dicen que soy. La Exaltada. La triple fuego.
Nunca creí en esas cosas, hasta que hace un tiempo tan definido como indefinido empecé a sentir en el fondo que si creía en ellas.
Y ahora, lo que tengo que pensar, es si quiero que estas intuiciones y magias abstractas sean parte de mi vida.
Creo saber que si quiero que sean. Necesito saber, creer y sentir que son mias, como de maga, de hechicera.
No de ayudante de hechicera tuya.
O puesto de otra forma: saber, sentir, percibir que es porque yo quiero hacerlo.
Hay momentos en que siento que alucino entre olas, playas y tu.
Tal vez lo que tengo es un poco de miedo.
No lo sé.
Si lo sé.
Las Diosas no tenemos miedo.
Y menos cuando caminamos en espirales infinitas.
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