Eso fué a las once.
A las cuatro estaba instalada en un paraíso terrenal inventado, navegando aguas conocidas casi desde que llegué a éste mundo. Conté seis garzas, dos pelícanos, ví lirios sin flores en varios tonos en verde pálido que flotaban petulantes y casi podía tocar.
El cielo entero, que tenía cinco cumulus nimbus, me pegaba en la espalda, la risa se me desataba desde el plexo solar junto con una felicidad que me imponía pero al mismo tiempo me aletargaba...y me empecé a emborrachar con ansiedad por pasar al siguiente nivel en ese paraíso.
Susurré y suspiré.
Me encontré en un estado antes desconocido. Una de las garzas me decía que faltaba aún más. Los peces y libélulas nadaban y volaban alrededor escuchando y hablando idiomas inconexos. Dí unos sorbos a ese vino ámbar, toqué mi cabeza, sentí el pelo y lo enredé en mis dedos queriendo hacer un cairel prolongado...seguramente porque alguna espiral quería salirse de mi sin saber que no podrá nunca.
El tiempo que no pude contar terminó, para seguir en color rosa por ese camino al que había llegado con los ojos vendados.
Una pareja, en pleno estacionamiento descubierto, en un convertible se besaba y acariciaba. Casi lujuriosamente. Desordenadamente. A las cuatro de la tarde. No había mas universo que ellos dos. Destilaban alcohol que llegaba con pequeñas corrientes a unos metros, allí donde los veía, detenida quierendo asirme a tu mano para siempre.
Y comiencé a caminar el camino al paraíso casi absoluto, a ese que no sé si está en el limbo, si está empezando, si es mas grande de lo imaginado, o mas perfecto de lo conocido hasta ahora, que fué ayer, y que parece que se extiende en una línea imaginaria, larga, que he perdido de vista, en el tiempo...
Navegando el paraíso intermedio |
2 comentarios:
Pues si.
Parece el paraíso.
Que encuentres el absoluto.
Besos.
Ójala nunca salgas de ese paraiso.
Publicar un comentario