Me senté sobre la cama, y prendí la lámpara de papel, puse la cubeta que me diste en el piso laminado mientras veía las espirales que adornan el buró junto a la foto en blanco y negro.
La cubeta, -ni te la imaginas porque no la viste siquiera-, es de madera clara con cinchos de fierro viejo.
Así la escogí.
Estaba cansada, muy cansada.
Y empecé a recordar.
Apenas cuatro horas antes me habías dado una cubeta para poner mis estrellas.
Unas las convertí en estrellas de mar y las puse en la mesa de la sala.
Otra se la regalé a él. Otra a ella. Una la mandé a la Selva Lacandona y otra a Punta Cometa.
Las aventé con todas mis fuerzas y con un grito.
La línea del tiempo se extendía en un horizonte que abarcaba los pies de mi cama y se perdía a lo largo de mi columna vertebral hasta el centro de la nuca donde me pegó un escalofrío.
Mi cuerpo se sintió pariendo una vida como hace dieciseis años.
Mi alma se sintió de una pieza.
Mis pies de plomo.
Mi sonrisa se empezó a reír como como anoche se reía contigo, con ganas de un té y de echarte tres besos volados.
Y además, en el sueño donde se nos venía encima la lluvia de las Leonidas en tu ventana, hice una lista con los tres regalos que me vas a regalar
Sweet sixteen Foto JI |
1 comentario:
Que sueño tan hermoso te regalaron las leónidas.
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