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martes, 17 de julio de 2012

Hueco

Las horas pasan con una lentitud que me parece desquiciante, inaudita.

El día apenas se partió a la mitad hace apenas dos horas y un poco más, y no sé cómo acomodarme dentro de los minutos.

Las nubes no ayudan, los putos huracanes que están en puerta en los dos mares no estallan, el gris absorbe cualquier color que intenta salir y a mi no se me transforma la expresión por mas que lo intento.

Y con los segundos no sé qué hacer. Medio me revuelco en la silla, faltan demasiados para ir al súper para hacer las compras para la comida y falta una eternidad para ir a la yoga en la noche y llegar rendida a tratar de dormir. 

Los ojos se me van de un lugar a otro y no sé dónde posarlos para que se tranquilicen. Me he visto demasiado las manos todo el día. Me descubrí dos pecas nuevas, mas grandes que las otras, las de toda la vida, tal vez sean manchas de edad, tal vez sean simplemente pecas. Mis dedos están desnudos de anillos, hoy en la mañana antes de salir, fuí al tercer cajón del semanario y puse allí el anillo que me regalaste. Lo aventé, de hecho.

Me tomé un café en Insurgentes con dos galletas mientras veía coches y coches pasar y quería descubrirte en alguno de ellos y al mismo tiempo no.  Sabía de todos modos, que era imposible encontrarte en uno de los cientos de pasaban frente a mi, lentamente,  a las doce del día, en ese rumbo de esta ciudad tan gris y tan grande. Solo eran ganas, así de imposibles como me suenan tu nombre con tus dos apellidos, así como imposibles son tus juramentos llenos de amor, esos que juras por tu vida, pero no por tu agonía. Esos que van con tanto amor, que cuando acabas de pronunciarlos, se han quedado tan vacíos de amor. Huecos. Grises.

Tenías razón Bandini, pero solo en parte, no es la edad, es el amor o el desamor lo que hace que lo poco que queda de razón se vuelque en las letras que trato de convertir en espirales.

Gris




1 comentario:

Espera a la primavera, B... dijo...

De las espirales, del torbellino, del huracán, de todo movimiento que hacemos (incluso del corazón) salimos no más fuertes, pero sí más despiertos.

Todos los movimientos son positivos.

Todas los adioses dejan un hueco para que tarde o temprano se llenará.

Me gustó tu entrada de ayer, triste pero necesaria. Decir adiós es lo más difícil...