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sábado, 14 de agosto de 2010

Después

Después de una semana de no dormir en mi cama, porque tuve que aceptar ayuda de terceros para vivir con su mano a mi alcance, regreso a mi casa en una forma extraña.

El olor es el mismo que la primera vez que entré allí, pero no me había pegado de lleno como hace unas horas. Tuve que sentarme en la banca de madera que hace unas semanas cambié de lugar porque me entró el olor por todos los poros y me dió en el costado izquierdo y en el cerebelo.

Pensé siete cosas pero sentí nueve mientras pasaron catorce minutos.

Cuando conté nuevamente trece respiraciones por minuto que acompasaron mis piensos con mis sientos y los pasos que daría, me levanté para entrar en la cocina llena de sol. Llena de blancura y llena de silencio.

Pero el silencio me hablaba. Me susurraba en el lóbulo derecho todo lo que esos colores y sonidos mudos habían hecho en mi ausencia. Me contaron las prisas de los vecinos. Me contaron que los niños habían dejado un vaso en mi librero con restos de leche que ya estaban fosilizados en el vidrio transparentísimo. Me dijeron que las lluvias habían respetado el sillón por la ventana que dejé ligeramente abierta.

Me dijeron que mis pasos no habían sonado y los vecinos de abajo se habían preguntado qué había pasado, que no era un silencio como el de vacaciones en el que le aviso a la del veintidós que me iré por unos días.
No hubo juegos de Merlina.

El olor seguía.
Ya no sé si ese olor huele a recuerdo o huele a mi.

La manga de la blusa rosa se me cayó a medio brazo y se me enfrió el hombro. La subí después de unos segundos mientras veía los animales de barro verde que están sobre el microondas blanco.
La subí maquinalmente, pensando que no podía tener frío a esa hora y con ese sol entrando por las ventilas.

Y cuando llegué a mi recámara me atrapó el olor a madera que huele a independencia y a cama-de-reina-vírgen.

Y me acosté en ella, y ví el lado izquierdo perfectamente tendido con flores azules y grises y lilas.

Y supe que allí habías estado anoche esperándome, pero yo no llegué.

Simplemente, te sentí allí.

Con todo ese silencio a nuestro lado con un mar Atlántico en medio.

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