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lunes, 2 de agosto de 2010

Los lunes

A veces...
Solo a veces, robo historias que nunca han sido mías.
Historias que me invento, como muchas cosas que me invento durante mis días.

Por ejemplo, me gustaría ser ella, la del amante diez años menor, que todos los viernes, -pase lo que pase-, experimentan en hoteles de todas clases, precios y colores de sábanas, posiciones diferentes, en calles y colonias que van de norte a oriente en la ciudad, a ritmos diferentes, con ropas diferentes..

Hoy nos dijo que el siguiente viernes harán el amor con música electrónica...

Gritamos al mismo tiempo...¿música electrónica?

Si, es sumamente sensual la música electrónica.

Soltamos una carcajada mientras deglutíamos alegremente pastel con nutella y chocolate.

La historia del cantante de ópera también llena nuestros lunes.
La del que viene cada quince días a la ciudad por trabajo.
O la del millonario aguacatero por conocer.
U otra que no escribiré hoy porque nos causó mareos en espiral.

La del que enviaba regalos semanales a mi escritorio dentro de los que encontramos un CD con esa canción cantada por esa española que un día manejando bajo la intensa lluvia declaramos como "La" canción de nuestra historia con uno que no merece mas menciones.

Si.
Nos hacemos parte de las historias de cada una de nosotras.
Protagonistas todas por igual.
Estudiamos minuciosamente los outfits para la cita tal o cual, o para la boda, o la fiesta, o el encuentro inesperado. Desde dentro hasta el peinado hasta el perfume y el color de las sombras de los ojos.
Cada pequeño detalle estudiado a profundidad increible.

Nos hacemos una en todas, todas en una.

¿No nos ha llamado?
"Ya no lo queremos"
"Nos lastimó, no lo vamos a perdonar tan fácil
, es un cabrón, y encima de todo un ojete"...
mientras tomamos un pedazo de queso con uvas, fumamos un cigarro, o escuchamos una canción y la repetimos dos o nueve veces porque nos gustó.

Todas, al mismo tiempo.
Nos apropiamos de las historias de las otras y tomamos los pedazos que queremos de las otras para  que sean nuestros.

Tomamos lo que conviene ese día. A esa hora. En ese momento en el que damos el trago de tinto de Luigi Bosca.

Y casi siempre, ese lunes cada dos semanas, volteamos a ver nuestro reloj al mismo tiempo, con ojos medio tristes y sin decirlo, decidimos que es hora de terminar este ritual de amigas. De hermanas.

Recogemos todo, montamos la casa como si no hubiera habido visitas, lavamos los trastes.
Guardamos las sobras en el refri.
Nos seguimos riendo, hablamos aceleradamente las últimas cosas que tenemos guardadas en el alma mientras nos abrazamos, damos las últimas carcajadas, y se suben al elevador, hoy hablando todas con acento entre español y cubano.

Al cerrarse las puertas, sé que cada una seguimos con nuestra historia.
La nuestra.
Esa incambiable.
Esa única, personal, finita (que a veces parece infinita)...
Y da fin a ese lunes, cada quince días, por siempre.

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