Vacié en el piso los extraños contenidos de mi enorme bolsa roja para así poder encontrar las llaves que acababa de aventar segundos antes y regresar por un sweater.
Abrí veintidós segundos después pensando que ellos seguían dentro y muy dormidos.
Por segunda vez cerré la puerta y bajando las escaleras me ponía el sweater rosa mexicano mientras pasaba de un lado a otro la bolsa, el portafolios con la laptop y sin soltar el blackberry enviaba una foto a Coyoacan y a Barcelona al mismo tiempo.
Casi me tropiezo, -como siempre-, al salir al gran estacionamiento con la jacaranda, pero algo me detuvo en seco.
Había volutas de humo de tabaco que se movían lentamente frente a mi cara en forma de espirales alargadas.
Me quedé viéndolas lo que me pareció una eternidad en medio de un silencio espeso de lunes de semana santa en el que no hay escuela y la mitad de los vecinos han huído a la playa.
Lentamente giré a la derecha y a la izquierda en busca del fumador.
Miré las ventanas cerradas arriba de mi cabeza sabiendo que era imposible que viniera desde ahí.
Los dedos detenidos en el teclado qwerty de mi blackberry antes de dar send a la foto que acababa de tomar minutos antes.
No había fumador, pero presentí quien era.
Seguro era ese viejo bucanero irlandés, papá de Mangee que llegaba para contarme historias no tan santas y llenas de aventuras con olor a ron y al paseo del Bund.
Viejo cabrón.
No ha dejado de fumar y se pasa por donde quiere cualquier ley antitabaco.
Dormir con estilo en vacaciones. Foto S |
1 comentario:
Me cae bien el viejo cabrón.
No ha sucumbido a la presión de los "cuerdos".
Besos.
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