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domingo, 27 de febrero de 2011

Fuí

Estuve lista primero que nadie y me senté en el banquillo de salida a esperar que los demás terminaran de armar su equipo.

Subí las piernas y crucé los brazos alrededor de ellas.
Ví lo que he visto desde que tengo siete años.
Lo mismo, pero diferente.
Un colibrí volaba sobre el agua. Parecía ver flores invisibles que yo no veía.
Ruidos y movimientos en la construcción al lado...(¿en domingo?)
Partido de futbol en la cancha a mi izquierda.  Málaga vs Coruña, o cualquier equipo con nombre de lugar de España, jugado por los mismos de hace años, solo que ahora son "veteranos", gritando putamadres, cabrones y carajos, pero no cantando goles...
Niños en bicicletas y patines.
El inconfundible, inolvidable e inigualable ruido que hacen las brazadas y las patadas de los nadadores de mi alberca, porque en estos momentos, desde el banquillo del carril ocho, parece y es solo mía y de nadie mas.

En el carril uno, veía nadar a ese hombre que he visto desde hace años nadar.
Hace unos años venía en bastón.
Hace unos meses en andadera.
Me llama la atención la fortaleza de sus tatuados brazos. La contrastante debilidad de sus piernas.
Desde navidad, o poco antes, viene en silla de ruedas.
No puede entrar solo al agua. Necesita mas de quince minutos para comenzar, pero una vez que está mojado hasta la última célula, parece que el agua lo acuna y lo mueve los cincuenta metros que toca de ida y de vuelta una y otra vez con una cadencia que me llena de ternura y de orgullo al mismo tiempo.

"Poliomelitis" me dijeron en la cafetería.
"No. Esclerosis", dijo la Sirena.

Eso veía sentada en el banquillo de salida, del que he salido tantas veces.
Del que salí a los siete años, con ese traje de baño "albinegro" y gané una medalla rectangular con un listón rojo.
Un tercer lugar.
Me veía ahí sentada y me sentía con esos mismos siete años.

Solo que ahora de ese banquillo saldría de espaldas, con un tanque de aluminio, visor, aletas y plomos.

Solo que hoy no pude hacerlo.

O mas bien, lo hice, pero no salió bien.

Parece que mi cola de sirena se ha convertido en dos piernas con pies y pecas en vez de escamas.

Parece que el colibrí me picoteó con una especie de melancolía y torpeza acuatica.

Hay días malos hasta para las mejores sirenas.
Todo sale mal con el agua...aunque sea la misma que a los siete años, corriendo con esa medalla en la mano para enseñarla a mi mamá que feliz me tomó esa foto...

Yo y mi medalla. Foto: Stephanie, 1977

1 comentario:

TORO SALVAJE dijo...

La medalla te la dieron por nadar bien o por ser una preciosidad?

Besos sirena.