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jueves, 26 de enero de 2012

El Magnífico

Lorenzo a sus casi setenta y dos años me dio una lección más de vida a mis casi cuarenta y dos.

Empezó con un abrazo,  pero antes de hacerlo, me sacudió por los hombros y me dijo "m'ijta: nunca, nunca, nunca, llores por ésto"

No le conteste, pero le jure desde el fondo de mi corazón que jamás lo haría mientras intentaba a manotazos que quería darle a mis ojos y no podía, detener las lágrimas que sin permiso me salían como cascadas mientras veía el Nevado de Toluca detrás de él.

...Y me sentí tan encabronada conmigo misma.
y tan estúpida...
...y tan supérflua por llorar y saber que él tenía la razón...tan vana, tan vacía, tan inútil, tan infantil, tan sola, tan débil, tan todo por todo lo que me abrumaba sin justificación ni razón de peso en un segundo mientras estábamos parados en medio de ese estacionamiento los dos solos rodeados de ciento catorce coches...

Y tan contenta que me sentí en la mañana cuando me puse la estrella de mar en el pelo mientras me arreglaba para salir a vender el arte del mejor artista del mundo.
El arte de Lorenzo el Magnífico.
Mi magnífico.
El escultor que me esculpió.
Hace casi cuarenta y dos años...

(...y hoy me pondré otra vez la estrella de mar en el pelo, y saldré pidiendo y dando milagros al Universo para ti y para mi... )


Lorenzo y yo

1 comentario:

Anónimo dijo...

De mar la estrella,
esculpe tus cabellos;
recobra vida.

Y las manos añosas
renacen en las tuyas...

Renga I, de una serie espontánea para la musa de los espirales.