Las pantallas en blanco y negro que tenía arriba de la cabeza, del lado izquierdo, así lo demostraban: huesos, músculos, sangre en venas y arterias, órganos.
Ese ser de plástico que parecía vivo, iba subiendo, tocando, sacando...
Sentía cómo iban invadiendo mi cuerpo desde fuera maniobrando esa oruga sintética que parecía interminable.
Sentía cómo subía, lo veía en blanco y negro, como película antigua y además muda. Sentía cuando corría la sangre por ese preciso punto. Sentía lo que me hablaba el cuerpo desde dentro.
Vivir sobre él, desde una capa de piel, sin conocerlo por dentro, sin tener la menor idea de qué sucede en el interior me parecío algo tan ajeno a mi misma, tan desconocido y tan inimaginable.
Me la he pasado casi cuarenta y dos años solamente mirando hacia fuera, jamás he intentado ver ni hacia dentro, ni desde dentro.
Me sentí como una prótesis injertada en los ojos, manos, boca y oídos.
Una rémora de este esqueleto rodeado de piel.
Pero lo mejor, fué conocer mi costillar en forma de perfectos semicírculos rodeando mi respirar y mi latir.
Esa carcaza perfecta que se ve tan frágil pero que es mas fuerte que tu y que yo juntos.
...Y cuando me dí cuenta, la película de mi interior había terminado...
Entrañas |
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