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miércoles, 7 de marzo de 2012

Blue ginger

Me desperté flotando, evaporada de mi propio cuerpo, eterea con todos estos kilos de mas que me pesan sin poder disolverlos.
Liviana de ti pero contigo. Alegre pese a todo. Radiante con el calor de las jacarandas metiendose por las ventanas.
La cocina me deslumbró de tan blanca, y pese a todo, mis rituales siguen como si nada hubiera pasado.
A cierta hora de la noche, me levanto al baño.
A cierta hora exacta de la mañana Merlina se acerca con un único maullido que suena a despertador.
A cierta hora el agua hierve y ya estoy sentada en la barra de la cocina sirviendome dos y media tazas de té.
Y después con la última media taza restante me meto a la regadera. No tardo en bañarme. No tardo en revivirme la piel con el agua.

Y entonces, cuando me doy cuenta estoy cogiendo las llaves del coche y buscando las de la casa en el fondo de la bolsa sin encontrarlas la mayor parte de las veces. En esos momentos no sé cuanto tiempo ha pasado desde que me desperté.
Es un día mas. Así de simple.

A media mañana rompí la rutina para salir por un té a la cafetería del vecino que siempre tiene explicaciones absurdas a cualquier pregunta.
Y las contesta estupidamente después de tardarse varios segundos como para no parecer tan tonto en sus respuestas y argumentos.
Y cada vez suena mas tonto aunque el no lo sabe.

Escogí uno de los tés de su colección alineachakras.
Me preguntó si lo tomaría frío o caliente para darme los argumentos y justificaciones de cómo o por qué debía tomarlo de tal o cual forma y yo ya estaba a punto de decirle que se metiera el té por el culo cuando decidí alinearme los chakras y la intolerancia para sonreir y pedirle que me lo llevara a la oficina cuando estuviera listo.

Reposó en mi escritorio varios minutos que se transformaron en una hora tal vez, para en algún momento acercarme el vaso a la boca y sentir cómo explotaba sin aviso el picante del jengibre en mi lengua.
Y el azul de las flores de malva.

El té para la expresión y la resonancia. El té del chakra número cinco.

Entonces, empujé mi silla hasta que tocó la pared y con el vaso en la mano, empecé a sorber y sentir.

A sentirte fuera de mi vida aunque formas parte de cada una de mis terminaciones nerviosas, a recordar -noseporque-, mi campana tibetana que se quedó en el buró en Tepoz y que nada tiene que ver contigo pero tal vez si con el picante jengibre.
A volver a recordar esa terraza a pie de carretera tomando ese vino blanco y helado mientras te reías y nos caía el sol de lleno en los cuerpos enteros...
A sentir que me dolía ligeramente la espalda sin razón aparente.
A sentir que estabamos solos en el universo.
Y sentí nuestra felicidad, plena.

Por instantes, entre sorbo y sorbo, viví ese tiempo que fué hace tantas vidas, cuando aún no nos enamorabamos ni nos amabamos...
Y eramos tan felices...

Expresión y resonancia



1 comentario:

TORO SALVAJE dijo...

Y si miras al futuro?