Esas tardes antes de nacer ellos.
Esas tardes antes de aparecerte en mi vida.
Esas tardes que eran largas y que parecía que la noche nunca llegaría, -esas tardes que eran tan obscuras de nubes que parecían noche cuando aún eran tarde-.
Tardes, como la de hoy, en las que los truenos no dejan de sonar ni los rayos de aparecer.
Tardes en las que siempre quise pensar o desear hacer el amor y ahora no recuerdo si alguna vez lo hice escuchando este silencio de tarde lluviosa que tiene aire aunque no se siente, que tiene ritmo aunque no se baile, que tienen olor que se siente como si se me vistiera el cuerpo de lodo frío.
Esta tarde es diferente.
Y lo es porque sabemos que estamos acercándonos a algo que sentimos pero no sabemos cómo se llama o a qué sabe.
Sabes que te soy imprescindible, y que me eres necesario para vivir.
No sabemos ya ni cómo nos llamamos ni a qué nos olemos cuando nos respiramos las pieles.
Sabemos que somos almas perdidas en esta nuestra única vida, esta en la que coincidimos.
Esta en la que tenemos memoria, -porque cuando reencarnemos, seguramente nos enamoraremos de alguien más y jamás recordaremos este instante en el que nos tocamos en esta vida-.
Hoy la tarde me sabe a Nebbiolo. Me sabe a que tenía antojo de ir al cine y lo cambié sin querer por estar escribiendo esto. Me sabe a ganas sobradas de ti.
Me sabe a abrazo mudo, a caricia eléctrica.
Hoy la tarde se escucha a truenos que no dejan de sonar. Se escucha a que me quedé sola sin ellos.
A que estoy sola sin ti.
Sin ti que no tienes nombre, o que tal vez ya lo tienes, igual que yo, pero que no ha llegado nuestro tiempo para vivirnos.
A que no ha llegado el tiempo en que tu y yo, a ritmo de truenos obscenos y de rayos indecorosos hagamos el amor en una tarde de primavera que parece de final de verano.
Y que después de eso...se acabe el mundo cuando explotemos en un orgasmo que nos haga abrir los mares por mitades y las tierras renazcan en orquideas multicolores.
Yo. Siete horas antes de ésta lluvia de hoy |
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