Pared en Odesa. Foto: S |
Pero en verdad.
Porque hay días que pasan y solo podemos pensar que han sido largamente complicados...
Pero hoy, último viernes del mes de las lunas, apenas dan las nueve, y parece, -en verdad, repito-, que han pasado tres días en uno. Y en espiral además.
Hoy, así como ese amigo escritor, escribe una novela que dura un instante, así puedo yo a la IanMcEwan, escribir una novela de mi día, que se llame "Viernes", o..."En la calle de Odesa", o..."Memorias de un día de octubre", o "Descubrimiento"...puedo inventar mil títulos...
Sensaciones.
Momentos.
Pasos etéreos en un mundo material.
Voces que aparentemente no se pueden entender que provienen de otras tierras lejanas.
Historias que se asumen, historias que se comprenden.
Eventos que se sacuden y se guardan en una cajita de laca con llave, para otra ocasión (NOTA: nada desaparece, solo se transforma)
Todo ésto mezclado en un vaivén inconexo de trabajo, de sobrecarga de trabajo.
Sin tiempo de pensar siquiera en comer.
Sin...sin darme un respiro...
Pero...pasado el medio día, si me dí un respiro.
Un respiro para salir unos minutos a la calle, sola. A caminar la cuadra. A caminar nerviosamente para encontrar equilibrio en la cabeza, para hacer un yin-yang entre los piensos y los sientos...
Y, por increible que parezca...Por primera vez, en casi dos años (si: dos años, veinticatro meses, mas de setecientos días), observé detenidamente la pared que está frente a la mía, cruzando la calle...
Una media pared llena de cuadritos de una aparente "talavera"...
Me quedé ahí, sin medir el tiempo. Observando, mirando y viendo.
Absorbiendo lo que ha estado frente a mis narices tanto tiempo y había pasado desapercibido...
Y para prueba...por supuesto...una foto...
No hay comentarios:
Publicar un comentario