Yo. Foto S |
Y no puedo describirlo porque no puedo decir: "era miedo a estar sola, era miedo a crecer, era miedo a enfermarme sola, era miedo a morirme en vida, o miedo a tropezarme un dia en la calle (como usualmente me pasa), y romperme la tibia o el cúbito".
Era un miedo indescriptible e indefinido que solo se podía transformar, metamorfosear a un dolor agudo en el pecho lleno de tristeza también indefinida.
Y el día llegó en que se fué. Me abandonó. Me puso a prueba con un accidente y con un robo entre otras cosas. Con vulnerabilidad humana.
Pero si recuerdo un miedo en especial.
Tenía miedo a los viernes.
Miedo al fin de semana donde estába sola sin quererlo, y no quería estar con nadie. No quería hacer nada mas que dolerme mas y mas, sádica y masoquisticamente a mi misma. Cuchilladitas.
No quería comer ni cocinar ni ir al cine, pero lo hacía.
Ni salir a cenar o a comer, -pero salía-, y estaba y no estaba en otros lugares.
Ahora que lo veo dándole re-wind a mi película...
Parece como si mi cuerpo hubiera andado solo por un tiempo, sin mi.
Mi alma se quedaba todos los días aquí, en mi nueva casa, que ya no es tan nueva. Caminando por las esquinas. De espaldas a las ventanas. Rumiando tristezas aparentemente prohibidas. Llorando lágrimas secas. Doliéndome dolores sin nombre.
Y ahora, llega un viernes y llego a él suspirando por un fin de semana por venir. Por crear.
Porque los fines de semana se crean, se sueñan y se añoran por adelantado.
Escucho a mis hijos y sus músicas internas y externas.
Escucho a mi Merlina: me habla. Reconozco sus maullidos y sus caricias.
No es una gata, es una maga. Me enseña y le enseño.
Escucho mi silencio y me agrada.
Escucho voces enamoradas y me salta el corazón.
Veo esos dedos tocando el bajo e invento danzas rituales.
Tomo vino y brindo con un Atlántico de por medio.
Tomo un libro para leer y siento el pasar de sus hojas con las yemas de los dedos y a veces me quedo estática por segundos con presencias en forma de letras o de energías a mi alrededor.
Y subconscientemente sé que llamo presencias pasadas, presentes y futuras, sin preguntarme ¿qué pasará?...
Otras veces lo hago plenamente consciente, en la mente o en los sueños, y me escuchan.
Ahora, lo que pase, pasará simplemente...
La magia está en cómo dejar que entre en mi, y cómo acomodar todo.
Y sé que ahora, todo se acomodará bien, entre mis auroras boreales, mientras en una tarde de viernes cualquiera, pero que no es cualquiera, me siento en mi sillón anaranjado, con una copa de Cabernet Sauvignon, y me preparo para los fríos por venir con mis calcetines a rayas...
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