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domingo, 17 de octubre de 2010

espir@les

Si, las espirales rondan mi vida. Llevan a todo y dan todo, pero llevan a nada también...

"Uno ve lo que quiere ver", me dijeron una vez, y lo apropié casi como un mantra...
Yo veo espirales siempre, y si no, pues me las invento...

Hoy caminaba descalza junto a un borbollón. Veía mis pies paso a paso. Hablaba, reía.
Cargaba. La espalda me pesaba. La cintura también.
Me sigue doliendo ahora, pero valió la pena.

Entré de un clavado de casi tres metros de altura, sin pensarlo. El sabor del agua, ligeramente sulfurado. El agua templada. Nunca pensé ir con un wetsuit como los demás, sabía que no lo necesitaría...Desde otras vidas, he nadado en aguas frías sin problema alguno, y sabía que así sería hoy.

El color, azul perfecto. La temperatura dentro y fuera, perfecta...

Pero antes de hacerlo, cuidadosamente guardé mis espirales y otras cosas de plata: aretes, anillo del índice izquierdo, Claddagh del anular derecho, y la sirena que cuelga de un caucho rojo. Todo lo guardé en mi cartera roja para no perderlo en medio del todo y de la nada...

En un abrir y cerrar de ojos el nitrógeno y oxígeno entraba en mis pulmones. Me hundía y flotaba a placer. Veía todo y veía nada.
Por un momento no ví mas que la nada disfrazada de  arena rebotada...

Ví burbujas que formaban en la superficie pequeñas espirales...

Piedras, plantas, peces. Costales extraños. Aletas ajenas dejando remolinos de agua en espiral frente a mi.

Laberinto en las Estacas. Foto S
Al salir, comencé a caminar sola, -de hecho me perdí-, y encontré una réplica de un laberinto en el piso...
"Réplica del laberinto de la Catedral de Chartres. Siglo XII. Francia.", leí.

No era mas que una espiral truncada en varios puntos.
Podías llegar al todo o a la nada simplemente caminando sobre ese pedazo de cemento con piedritas.

Todo eso medio pensaba mientras no quería pensar en nada, y el sol pegaba en mi cuello y espalda.
Mi mano disparaba la cámara, como siempre, y perezosamente me dirigía a la salida, donde sabía, todos estaban esperando...

Comencé a caminar  en línea aparentemente recta y metí la mano en la bolsa de la chamarra negra.
Ahí estaba, entre mis dedos ya con sus respectivos anillos de plata, el caracol en espiral, que mi hijo me dió después de bucear por primera vez en su vida -y en la mía-, fuera de una alberca...

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