Hotel Praga.
Me quedo viendo en la pared cercana a donde estoy parada el obligatorio y universal plano con las salidas de emergencia y la forma mas rápida de llegar a la escalera marcada con suaves flechas verdes y puntos alarmantemente rojos.
Viendo sin ver.
Cierro los ojos con el instante que dura un parpadeo y alerto mis sentidos.
Escucho el ruido de la calle.
Suena diferente a mi ciudad.
Huele diferente.
Respiro con la boca un pre-suspiro y me sabe a pasión con café y vino riojano que llega en un nanosegundo a mis alveolos pulmonares y se reparte a todas mis células.
Un escalofrío gozoso recorre mi columna vertebral enterita: desde el cuello, abajito del cuero cabelludo, como un soplido que dice mi nombre, hasta el final-final-final, como una caricia con tu mano abierta que escribe en mi piel tu nombre.
Me estalla el pecho de emoción desbocada y borracha.
El cuerpo parece que se me desvanecerá con ansiedad, con demora de dos meses, con ganas de diez días, con recuerdo de noches en blanco que volví negras, de amaneceres silenciosos y entonces lo detengo con hilos imaginarios para que no se caiga en pedacitos irrecuperables...como esas gotas de mercurio que trataba de atrapar cuando rompía un termómetro cuando era chiquita y pasaba horas fascinada y entretenida de rodillas en el suelo.
Respiro otra vez, sonrío, te miro.
Me dan ganas de reirme a carcajadas.
Toco tu cara que me sé de memoria porque cada noche la sigo aprendiendo mientras la dibujo en la obscuridad.
Y te beso.
Te beso el sábado, y ese beso dura diez días. Lo que han durado los dos besos que nos hemos dado durante nuestras vidas.
Es lo que durará este tercer beso.
Y es que simplemente, adoro tus besos que me saben al tabaco que dejé de fumar hace casi dos meses, y a gaviotas volando en cielos lejanos al mar.
Mi agenda Moleskine. La pluma de mi abuela. Nuestra cita. | Foto S |
1 comentario:
Un beso de diez días.
Inolvidable.
Besos.
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