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martes, 15 de marzo de 2011

La delgada línea tectónica en la que habito

Recuerdo ese día como si fuera ayer.

Habíamos salido a las 7:00am de la casa los cinco y mis papás manejando.
Primero nos dejaban a las dos mayores. Una cuadra mas adelante estaba la escuela de los gemelos, y al final estaba la escuela de la menor de las mujeres.

Ibamos en una camioneta Dart de Chrysler, modelo 1982.
Yo abrí la puerta, iba detrás de mi papá. Mi hermana salió detrás de mi.
Eran exactamente las 7:19am.
Al momento de poner los pies en el pavimento, antes de dar el paso para subir a la banqueta, me entró un mareo terrible.
Sentí que la tierra me jalaba, que iba a tragarme.
Veía mis calcetas blancas y la falda blanca del uniforme. Ese día tenía clase de deportes.

No supe qué pasaba. Solo sentía.
Y sentía un silencio, de esos que son ensordecedores.
Mi papá gritó: "métanse al coche, se les va a caer el edificio encima", y yo pensé: "el edificio se caerá encima, dentro o fuera del coche".

Entramos al coche. Vimos a la gente en las calles. No hablamos.
Acabó el temblor, uno de tantos que habíamos sentido toda nuestra vida, y salimos a la escuela.
Todo siguió normal...

Excepto porque...
No dejamos de escuchar ambulancias todo el día.
Muchas regresaron a sus casas.
Algunas no llegaron más a la escuela.
Las monjas entraban con caras blanquísimas, terroríficas y supuestamente inescrutables a decir que rezáramos.

No pudimos regresar a la casa ese día. La calle se abrió en dos. No tuvimos agua por semanas.
Sabiámos de historias terribles de gente cercanísima.

Yo tenía quince años.
Tenía un novio.
Y al día siguiente, durante la réplica, estábamos a oscuras en la sala dándonos un faje pecaminosísimo.
Lleno de jadeos y salivas. Toqueteos y sudores.
Y en eso, volvió a temblar.
No nos dimos cuenta ese novio y yo, hasta que  los libros y libreros cayeron nuevamente. Los muros tronaron.
Mi papá gritaba.

Y aquí estoy, muchos años después, viva...

Pero ahora, cuando vuelva a temblar, -porque volverá a temblar fuerte, eso lo sabemos todos en esta Ciudad de locos-, no sé qué pasará, donde estaré, con quién...

Puede que muera, puede que no.
Eso no importa, en el fondo de mi alma siempre he estado lista para morir.
Siempre, me refiero desde que empecé a "hacer consciente" el asunto de la muerte...

Lo único que me dolería en este momento, si pasara ahorita, a las casi 20:30 de un 15 de marzo, sería no haberte abrazado mas la última vez que nos vimos.
Haberte dejado dormir cuando yo estaba despierta. 
No haber hecho un marmitako de atún.
No habernos levantado a tiempo para ver ese lugar sobre las nubes en Pinal de Amoles...

Esas simplezas, son las que valen cada día mas, desde que no te veo.

Pero...
Tal vez esta vida, con temblores y haikus, con trabajo y albercas, con llamadas diarias por teléfono, con planes y "sueños",  es solo un sueño.

Tal vez estamos en otro lugar dormidos, sintiendo que estamos aquí...y no es así.

1 comentario:

TORO SALVAJE dijo...

Espero que no se repita.
Y que tengas oportunidad de hacer todo eso que echas de menos.

Besos.