Cada vez que terminaba con un novio se ponía feliz.
Todos eran unos pendejos, claro que nunca me lo decía.
Pero recuerdo un día, sentados en su antecomedor antigüo, que ahora es el de mis papás, a punto de meterme un bocado de pollo en pipián verde que hacía Doña Mela que sin esperarlo me preguntó muy serio...
"¿Y cómo está el finadito aquel?"
Dejé el bocado, sabía que se refería al mas feo de todos los novios que tuve en mi vida, que a mis quince años me puso los cuernos con una italiana que se llamaba algo así como "Francesca", la muy fresca, y que meses después me estuvo suplicando y pidiendo perdón y jurando nunca mas hacerlo de nuevo...
Todo esto pensé en un segundo, mientras volteaba a verlo sentado en la cabecera de la mesa...
Serio, muy serio, ni un gesto en la cara...
Pero con un sarcástico brillo en los ojos...
No le contesté, por supuesto. A los quince años no se les contesta a los abuelos sarcásticos.
Simplemente regresé a mi plato de pipián que estaba delicioso, y decidí usar cuando quisiera y como quisiera eso del "finadito aquel"...
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