Imaginé al dueño de la barquita grabándolas con un cuchillo.
(Si, seguro un hombre, una mujer no lo haría).
Lo imaginé en ese presente en el que las marcaba, la barca nueva, oliendo a madera recién cortada.(carajo...¿cómo diablos huele la madera recién cortada? no lo sé, pero se oye rico.)
Lo sentí casado, con hijos y nietos.
Trabajador, probablemente campesino, con una chinampa en Xochimilco. Cultivando flores en primavera, chayotes, nopales, jitomates, lechugas. Seguro con una vaquita y gallinas.
Sentí que no era su esposa el "viejo amor". Sentí que había sido una amante, casada igual que él, adorada por él y él por ella.
Probablemente como en cualquier rebuscada historia mexicana, su comadre...o incestuosamente hablando, hasta su cuñada...
Sentí en esas tres palabras un secreto y eterno homenaje a ellos.
Y ahora la barca pudriéndose junto al muelle donde yo tomaba un café y pensaba en pedir una Victoria bien fría.
Y sentí que ese hombre ya había muerto.
Xochimilco, Foto S |
1 comentario:
Pero vivió.
Y parece que a lo grande.
Bien por él.
Besos.
Publicar un comentario