Mis favoritos

lunes, 17 de mayo de 2010

La pesadilla


No siempre son sueños en espirales.
Hay noches, como la de anoche en que terminó el encanto de un rito de largo fin de semana, que tuve una pesadilla en espirales.
Hubo gatos imaginarios, ruidos y presencias que no eran mas que incomodamente inconexas.
Gritos atorados en la garganta. Movimientos tan reales en la pesadilla que ahora que es de día dudo si fueron verdad o mentira.
Así son los sueños muchas veces: mentirosos. Inventas cosas que ni siquiera en Alicia en el País de las Maravillas el más loco de los locos pudo haber imaginado.
En la pesadilla estaba Merlina de carne y hueso. Había otros dos gatos inventados que eran sombras negras y un caballo negro. Había sombras, presencias, que no tenían forma y no eran nadie en realidad. Y yo, desde mi cama queriendo que todos se callaran y me dejaran en paz en la noche porque por muy Diosa que sea, tenía que levantarme a las seis para ir a trabajar.

Y mientras tanto, entre una pesadilla y otra, me quedé en blanco, pensando en mi, nada mas en mi. En mi sola en mi cama, en el centro, donde me gusta dormir, con mi collar con ámbares y espirales puesto, que tanto me gusta, que a veces toco, para tocar unas espirales que no sean pintadas.

Y no podía dormir de vuelta, pero tampoco podía pensar, ni llorar, ni prender la luz. No oía nada. Solo sentía un hueco en nosedonde que no podía rellenar con nada, porque este viaje a los orígenes, a los principios de las espirales, me está costando mucho trabajo en la mente y en el cuerpo.

Y ese espacio de tiempo en el que caí a otra pesadilla, no se puede llamar insomio.

Insomnio era cuando te pensaba, cuando te deseaba.
Ahora, desde que decidí comenzar el viaje a mis orígenes, decidí no desearte ni a ti ni a nadie.

Y en la mañana, levantándome y arreglándome antes que de costumbre, saqué de mi libro el recuerdo del rito del fin de semana: orquideas del ramo de la novia, que ella, con sus minúsculos deditos y viéndome con sus negros ojos, me regaló con una sonrisa que al lado tiene un lunar negro precioso, antes de irlo a ofrecer a la Virgen...
Y ya ni supe a qué Virgen o a que Diosa lo ofreció, porque solo pude ver entre mis manos la vara con orquideas y pensar que hasta en esos momentos tan míos me tenías que encontrar en forma de tus flores favoritas que también son las mías, aunque estuviera bien escondida detrás de mi vestido de boda gris acero y sobre mis inmensos tacones anaranjados...

No hay comentarios: