Un día sin colores en la oficina. foto S |
Después de bañarme, vestirme, secarme el pelo, encremarme la cara, rociarme loción fresca de naranja, decidí ponerme una flor color berenjena en la cabeza.
Me quedé viendo en el espejo después de cepillarme los dientes sin desayunar.
No me dan ganas de desayunar últimamente.
Y me quede viendo, -pero realmentee viendo-. Tratando de meterme en la imagen falsa que estaba frente a mi.
Me ví cara de niña. Cara de seis u ocho años. Cara de miedo. Me ví pálida porque no he nadado en semanas. Y me ví mas pecas sobre el fondo transparentoso de mi cara. Cara de a punto de llorar, y me dije, "no llores por eso que creíste por un momento. Eso que no quieres poner en palabras ni siquiera en el pensamiento, eso que a nadie le has dicho, ni a ti misma".
Y me ahorré las lagrimas que no salieron cuando me volví a decir que no tenia un motivo suficientemente fuerte para llorar.
Vi la flor y me gusto.
Y decidí otra vez no maquillarme.
Solo lo hice el domingo y porque fuí al teatro.
Y salgo a trabajar sin poder evitar pensar que mi vida misma es una costumbre.
Y pienso en cuanto odio la palabra. Es sordida. Es tan aburrida, lineal y plana.
Hace unos meses, unas semanas, bajaba la escalera flotando, soñando y pensando que el sol me acariciaba desde que veía el reflejo en la pared de mi sueter calado.
No se porque se congeló esa imágen en mi mente y ahora solo veo mis pies sin tacones hoy, bajando aceleradamente hasta el coche.
El coche del vecino no esta como todas las mañanas. Lo he visto una sola vez, y le he inventado mil historias. Es un coche caro para un departamento tan pequeño, pero en especial para un cajón de estacionamiento tan chico. Un Acura blanco.
Supongo que sale muy temprano a hacer ejercicio. Sale antes que yo las semanas que salgo a las seis y media...
Ayer domingo que venía de regreso del teatro, ví que tenia unas camisas azules y blancas colgadas en el ganchito de atrás. Imaginé que para llevarlas a la tintorería.
Y supongo que es un hombre muy ordenado, meticuloso, amante de las costumbres y del control.
Pero todo eso solo lo supongo y lo imagino.
Todo esto mientras muerdo una pera -de las cafés-, y abro el lácteo fermentado gastro noseque con ciruela pasa.
Mi único desayuno.
No me ha interesado hacer desayunos interesantes para mi, excepto por un par de veces.
Ni comidas ni cenas interesantes para mi sola.
Suena aburrido y seguro sabrá aburrido.
Comer que antes me apasionaba me esta dando igual.
Dejo pasar las horas de comida y mi estomago se esta mal acostumbrando a la descostumbre esta.
Y hoy no veo ni el sol, ni las nubes, ni arboles, ni siento aire.
Hoy veo el letrero azul del Inbursa de frente antes que me abra la reja el policia que me cae bien.
El otro es un jetón de miedo que ya me cansé de saludar sin que voltee a verme siquiera.
Alfredo siempre sonríe con los ojos mientras me dice adiós con entusiasmo con el brazo completo. Un saludo como de pelicula. Y cuando llego igual, con la sonrisa me dice mil cosas, y yo le contesto con otra que le platica mi día entero sin necesidad de bajar la ventana.
Mi parabrisas esta sumamente sucio. -Hoy me lo lavará Arturo seguramente-, pienso mientras me paro en el rojo semaforo del hospital ginecológico y cuento a las embarazadas que cruzan la calle o se bajan de un taxi.
Y empieza oficialmente mi camino diario cuando entro de lleno en esa gran avenida. Y bajo la visera y tengo flojera de sacar mis lentes oscuros de la bolsa. Empiezo a escuchar las tonterías diarias del radio y tambien me da flojera sacar el ipod rojo de la bolsa y empezar a lavarme el cerebro nuevamente con los podcasts de meditacion y ayuda personal y como enfrentar el estrés y respirar para tal o cual situación.
Apago radio y sigo mi camino en silencio.
Escala técnica en la casa mexicana irlandesa para despedirme del recién esposo y su pequeña esposa que se suelta llorando cuando nos besamos.
Y sin saber decir cuándo nos veremos nuevamente porque no lo sabemos. No tenemos idea.
Sabiendo que el clan se ha vuelto a fraccionar fisicamente. Que solo estamos dos ahora, aquí en los alrededores de la casa mexicana que quiere ser irlandesa.
Y todo esto pasa, mientras llego a trabajar y no puedo mas que preguntarme ¿cual fue tu lección de vida en mi vida?
¿O cuales?
Llego a mi escritorio, y por primera vez en un año, Enrique me dice: "Pero que señora tan guapa. Que flor tan bonita. Hoy si te quedo el peinado, estás guapísima..."
Y siento que en un segundo me quita la cara de triste que creí ver en el espejo una hora antes.
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