El retorno a mis origenes es en esta casa muy mexicana que quiere ser muy irlandesa.
Esta casa en la que crecí y de la que desde que salí, hoy es la tercera vez que regreso a ella para acurrucarme en posición fetal.
Es esa casa que por dentro tiene colgadas oraciones y bendiciones celtas junto a alebrijes oaxaqueños. Tiene libros en misma cantidad en inglés que en español. Lo mismo hay café mexicano que té irlandés. Lo mismo un cojín de Tenango del Aire, que uno con un bordado celta.
Y entro en la que fué mi recámara.
El cuarto de las niñas.
Donde hoy duerme mi hermano con su esposa en lo que regresan a su ahora país.
Aquí siempre hay paz, y lo único que quiero es refugiarme en alguna que no es la que fué mi cama, pero que dá a la misma ventana que tiene la misma jacaranda de siempre, que en primavera pone una alfombra peligrosa en la banqueta donde todos nos hemos resbalado.
Da a la peluquería de Don Carlitos que murió hace años y que además tenía un trío. Y tenía fotos de él cortándole el pelo a Diego Rivera y a Trotsky.
Y cuando iba a la universidad, y oía que Don Carlitos abría la persiana de metal, me levantaba con el corazón en la garganta del susto porque ya no llegaba a clase de siete a Ciudad Universitaria.
La primera vez que regresé a acurrucarme en mi cama, tenía veinticinco años y cuatro o cinco meses de embarazo.
Entré por la puerta de madera de siempre, y le dije a mi mamá : "no me preguntes que pasa, solo necesito estar aquí" dije llorando sin parar. Y subí y me encerré en mi recámara por horas sin dejar de llorar.
La segunda vez fué hace unos meses.
Pasé un fin de semana entero. Acomodándome a un ritmo que había sido mío hace casi veinte años y no podía recordar, ni entrar en él. Me sentía como jugando a la cuerda en el recreo en primaria, y la cuerda dando círculos y hubo muchas veces que no encontré el ritmo para meterme a brincar en esa elipse sostenida por dos manos y rodeada de gritos de mis amigas...
Y hoy.
Hoy después de estar con la Gitana, escuchándola, y queriéndo encontrar ese ritmo y cadencia que ella tiene, y no pudiendo entender cómo debo entrar en esa cuerda y comenzar a saltar sin tropezarme.
Hace unas semanas estaba decidida a empeñar lo que no tengo e irme a la tierra de las espirales. Pensando que ahí encontraría el zen.
La realidad es que sueño demasiado de repente, y los pies que tengo puestos en la tierra me dijeron que no podía en este momento.
Por eso, el retorno a los orígenes mas cercanos, es la gran puerta que se me presenta por el momento...
Aunque sea por un par de horas, o minutos.
Solo para quedarme a escuchar como al atardecer llegan todos esos pajaros a ponerse en el árbol de los vecinos.
Solo para oler los olores de las galletas que mi mamá horneará al rato. Solo para saber que me abraza y me dice: "I love you, pet..."
Recordar cómo nos metíamos al baño las tres a fumar y salir como si nada, con cara de nofumemamá, y creyendo que no olíamos a Marlboro rojos.
Con eso basta para regresar a los orígenes básicos y sentir que hay un lugar que me espera siempre en caso de extrema urgencia o necesidad.
Aunque no hable, no les diga que siento que me duele todo, que estoy exhausta de pensar. Ni pueda decirles que mi vida no es lo que fué cuando vivía aquí, ni remotamente parecida.
Que no sé que pasó con la que vivió aquí.
Aunque no sepan que tengo pintadas tres espirales en el cuerpo.
Aunque no sepan que un día decidí tomar éste camino que estoy tomando.
Aunque no sepan que la luna que me regalaron un día, la regalé ya.
Aunque no sepan que sueño que soy las miles de mujeres que se aparecen de repente.
Aunque no sepan que...
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