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martes, 1 de junio de 2010

La ceiba


Todo empezó durante el sueño.
Pero la realidad es que ya no sé si fué un sueño, o es algo que imaginé.
Pudo haber sido a la medianoche, o media madrugada.
O mientras iba hoy rumbo a Toluca y dormité en la carretera medio consciente, medio no.
O si realmente es una verdad.
Tal vez todo empezó en ese viaje a la Selva Lacandona que hice hace no tengo idea cuantos años. Tal vez cinco. Tal vez dos.

En el sueño, estoy en medio de una espiral. Y esa espiral es un tornado.
Un tornado que tiene hojas verdes, como de bambú. Tiene tierra fresca y húmeda.
Esa tierra huele a lluvia.
Tiene aire, por eso se mueve tan rápido.
Tiene raices.
Y tiene azules que son pedazos de cielo que aparecen en espacios de ¿tiempo, lugar...?

Nunca he estado fuera de la espiral. Lo que pasa es que tenía una venda tapándome los ojos.
Ahora que lo pienso bien...no era una venda, era un paliacate, de esos que me gusta usar los fines de semana. O cuando viajo. Así sea una hora de carretera. Un paliacate en la cabeza significa salir. Significa conocer. Sol. Carretera. Paz. Parar en la tienda de la caseta a comprar lo que sea que nunca como en días normales...
Ese paliacate me lo quité y me lo puse sobre el pelo.

Y entonces comencé a ver esa espiral viva. Esa espiral llena de vida, de olores, de sensaciones. De tacto casi orgásmico.
En ningún momento tuve miedo...
(No es cierto...si tuve miedo...tengo un poco de hecho...pero se me está quitando mientras voy descubriendo)

Y luego comencé a escuchar las voces. Todas eran voces conocidas: la de mi mamá hablándome cuando me tenía dentro. Las risas de mi papá cuando fuí creciendo. Las risas de mis hermanos. Los llantos de mis hijos cuando nacieron. Los pleitos también, y las discusiones acaloradas y pasionales.

Y las voces actuales...con mis propias palabras como fuerza central.
Alrededor de mi voz, las voces de mis personajes cercanos ahora, en éste presente.
Todos hablándome al mismo tiempo.
Todos diciéndome que hacer, sentir. Qué dejar fluir. Cuando volar, cuando no. Cuando gritar. Cuando llorar. Cuando callar, que es lo que mas me cuesta...
Y yo en medio de todos, sin verlos, solo escuchándolos, preguntándoles a veces. Balanceando sus respuestas. Tomándolas o dejándolas.

Llegó un momento en que sentí que todas sus presencias, palabras y todos los hechos y vivencias de estos últimos tiempos se agolpaban en mi cabeza...
No como un dolor, ni una presión...
Simplemente comenzaron a ser demasiados...
Y yo viendo todo sin saber que sentimiento tomar con la punta del índice y pulgar.
Sin saber cuál es mas importante que el otro. O cual debo dejar mas o menos tiempo ahí...
Y mientras, todos siguen hablando a mi alrededor.
Todos con cariño, todos preocupados por mi. Todos queriendo verme como soy. Pero cuando todos hablan al mismo tiempo, no puedo entender ni tengo la fuerza para decidir...

Por lo pronto el asunto de la magia queda resuelto.

Mi magia es distinta a la de todos.

Una es maga del Reiki y es la que todos los días me aterriza. La otra es la maga de los Colores y las Cartas. La otra, la mas reciente, la Flor del Universo, es la maga de los Astros y de la Paz. La Viuda es maga de la relajación en forma de palabras, cojines aromáticos y manos mágicas que masajean cuerpos. La Sirena con su paz de agua y sus risas desde dentro que suenan a malísimas influencias...
El Mago Chino es el que me ha devuelto la energia, o mas bien, la ha reacomodado en mi cuerpo. La otra Maga es la que reapareció en mi vida, que sufre mas que yo, pero tiene Palabras Mágicas para los Niños y Niñas...
Y hay otro personaje borroso.  Es una idea aún suspendida en mi cabeza, pero la mas fuerte.  Va a esperar a ser tomado con el índice y pulgar en otro momento. Ahora no. Tiene que guardarse bajo llave momentaneamente o permanentemente. Hasta que entienda qué hace allí y en qué momento llegó o cuando se fué.
(creo, sin saberlo a ciencia cierta, que fué quien me quitó el paliacate de los ojos, que no fuí yo)

Pero mi magia.
Mi magia tiene que ver con las palabras.
Muchas veces habladas, pero las más, escritas.
Las palabras que la gente elige quiere escuchar de mi voz en momentos muy extraños. Momentos para los que aún no comprendo por qué me eligen hablarlas.
La magia de la intuición. Esa está desarrollándose de una forma diferente, y una llave que tenía abrió su puerta.
Y la magia de los deseos a la Luna, que siempre se me cumplen. 


Pero sigo en el centro del tornado, y me entró una claustrofobia agobiante. Me ahorcan la espiral y la cruz de Brígida que traigo en el cuello. Me las tengo que quitar pero no puedo, son parte de mi. Muevo la cabeza, los brazos y quiero tomarme de algo para empezar a salir del tornado. Tengo que subirlo, por el centro...
Y entonces, comienzo a ver las raíces. Raíces, muchas, fuertes, pero a la vez flexibles. Como lianas. Seguras y casi sonrientes. Y me cargan para subir al tornado, a la espiral viviente.
Trepo y empiezo a girar con el tornado, y me doy cuenta, en algún momento, cuando se me ha quitado el mareo, que me gusta ese ritmo y cadencia.
Me gusta esa fuerza y la seguridad que me dan las raíces.
Me gusta el olor y los colores de donde estoy.
Me gusta la frescura de la tierra.
Y decido, que no voy a salir del tornado. Me voy a quedar girando en él.
Por los siglos de los siglos...

Y las voces...me siguen acompañándo, pero de otra forma.  Están contentas, se escuchan contentas, porque me ven dentro de la espiral, que es una de mis espirales, y me ven decidida.
Me ven y ven que comienzo a ser feliz de una forma muy diferente a la que he sido.
Porque esa es la verdad, siempre he sido feliz...

Y esas raíces, son las de esa ceiba infinita que vi con Marina y su familia lacandona, esa vez que me quedé una semana en esa reserva.

Y esto. Todo esto, no es un sueño.
Es mi vida.

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