Estoy desayunando: té, pan tostado con mermelada y yogurt de guayaba mientras leo una revista que genera adicción. Veo el reloj y da treinta minutos antes de las nueve.
Veo el calendario y no he volteado la hoja al mes de julio.
Veo el día: dia nueve.
El nueve es el número de la espiral. El nueve es mi número. Nací un día nueve, en un año con nueve.
Leí hace unos años, que bién podrían haber sido nueve, un poema en libro: Nueve veces el asombro.
Ahí fué donde leí confirmando lo que ya sabía: las maravillas del nueve.
Lo seductor que es un nueve.
Lo poco convencional.
Lo perfecto.
Lo acerca al diez.
Al cero en un teléfono.
Y hoy un día nueve solo puedo pensar, que ella termina en paz,-porque así lo quiso-, su ciclo contigo. Aliviada y reconfortada.
Yo, no lo quise, pero así tuvo que ser, pero en un día nueve, como hoy, poco antes de las nueve de la mañana, de algo estoy segura: no te voy a olvidar, pero esa angustia chiquita, la busco, la busco...y no la busco...
Brígida, la del nueve, está casi cantando victoria, con lágrimas emocionadas, y una sonrisa risa perfectas, como las de la Sirena, su grandísima amiga: de esas que vienen desde el alma, que está perfectamente localizada entre mis auroras boreales...En el centro de éste cuerpo que algún Dios (¿o Diosa?) me prestó para vivir en esta tierra, en este presente, hasta el día que me muera...Probablemente ¿en un día nueve?
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