Poco a poco y en partes que van como en cámara lenta voy armando mi casa.
Hoy llegó el trinchador, que había comprado hace tiempo.
Debe tener unos ochenta años. Tiene tres llaves que abren cajones, puertecitas de vidrio y otras de madera.
Estará lleno mañana de cosas mías que siguen en cajas.
Tal vez podría empezar a llenarlo ahorita con tazas de té que compré en la lagunilla, o cristal de Waterford, pero no lo haré hasta mañana (hoy ya es mañana, solo que quiero que se quede así como está unas horas mas...)
El mueble tiene olor a casa vieja. A otras vidas, a recuerdos de comidas en otros tiempos y en otras casas...
Tiene historias que no conozco, pero que puedo inventar e imaginar. Tal vez hasta sentir un día en trance con algunas copas de cabernet o merlot o malbec o chardonnay.
Personas que existieron que no sé dónde estén ahora.
Y ahora es mio, y tendrá olores de presentes y futuros. A mis tazas, a mi colección de teteras. A mis cosas, a mi gente, a mi vida, compartida en pedacitos que se disfruten a sorbos en diminutas tazas de té alemanas, chinas, japonesas, inglesas...
(quiero que sea mañana que vienen mis amigas a estrenarlo conmigo, y de ahí en adelante las partes de vida que formen parte de mi vida)
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