El ruibarbo sabe a verano.
Sabe a compota con un poco de jengibre a veces. Otras acompañado con helado de vainilla. Otras sabe a pay. Con yogurt es rico. O un crumble de ruibarbo que a veces era de manzana. Otras veces en vez de ese ruibarbo que parece un apio rojo, había goosberries, que parecen una mezcla entre tomates verdes y uvas.
La verdad es que es delicioso como sea (también como mermelada, tiene mucha pectina).
La receta de hoy fué hervirlo y al final ponerle un poco de azúcar sin refinar.
Con eso basta. Medio kilo con el marchante del mercado de Coyoacán que siempre nos avisa cuando se lo tropieza, a cincuenta pesos antier, que se reduce a un tupper chiquito, suficiente solo para mi (de todos modos creo que no lo compartiría...)
Se reduce a saborear magicamente en pequeñas dosis grandes recuerdos de verano.
Casa de mi abuela. Tazas de té. Lomos de salmón del Atlántico, gordos, rebozantes de omega tres con sabor silvestre. Pollos al horno, verdaderos pollos, nada de bachocos que saben a pollo estático que nunca ha corrido por un corral siquiera...Cordero. Papas, papas que saben a tierra llena de lluvia, de magia, de duendes, de hadas, de Diosas, de mitos. A verdes, a mar. Saben a hambruna también. Saben a manos blancas que tienen caras llenas de pecas de quien las siembra y cosecha.
A todo esto sabe el ruibarbo.
También a veleros en los que nos gustaba invariablemente capsize, a fumar a escondidas benson & hedges extra largos robados a mi abuela.
Mi abuela Natalia, la primera Natalia de cuatro.
Saben a borracheras prohibidas donde acabábamos hablando español y mis primos irlandés.
Saben a que en cualquier idioma igual nos reíamos, igual nos entendíamos, y todavía más nos divertíamos.
Saben a todos esos recuerdos encerrados en las fotos que hoy me mandó mi primo favorito Gerald, derruyendo la casa en 20 Glenageary Tce., queriendo compartir conmigo esa emoción que a mi no se me convierte en tristeza por un solo segundo de lo que fué casa de mi abuela y ahora es suya...
Una casa que cuando vendieron, se quedó en manos de alguien de mi sangre.
Pero el ruibarbo...
También es una pócima venenosa...
Puede intoxicar.
Todos esos recuerdos se pueden de repente quedar atrapados en forma de nauseas violentas, desmayos y hasta en paros respiratorios...
Todo eso científicamente hablando por el exceso de ácido oxálico que tiene el ruibarbo que solo se debe comer en los meses de verano que es cuando menos ácido tiene.
Hasta para esto de hacer brujerías en la cocina hay que tener cuidado y que no se nos pase la mano...
No vaya a ser que ese beso de verano que nunca le dí a Stephen Parker, durante muchos veranos, se me vaya a querer salir por la garganta y me ahogue con un bocado de ruibarbo con helado de vainilla (hecho por mi, con vainas y semillitas de Papantla, y leche buena...y hasta con huevos orgánicos)...
(¿por qué nunca nos besamos Stephen y yo si todos esos veranos nos vimos con cara de beso atorado en los labios?)
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