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viernes, 23 de julio de 2010

El sillón anaranjado

Estoy sentada en la sala oyendo esa cancíon que no dejaba de oír contigo y sin ti.
Esa que tu y yo sabemos.
Esa que dice "...y no sé de qué modo dejar de adorarte sin duelo, entre nunca y quien sabe..."

Ventana abierta, lluvia que oigo detrás de la canción porque las llantas de los coches suenan diferente.
En una sala que no existía entonces.

Me recuerda al principio de Brígida.
Al olor de mi casa, que no era tu olor, pero que olía a ti.
No sé porqué.
Me recuerda a mis primeros amaneceres aquí, contigo y sin ti.
En silencio, pero con tus palabras cercanas y lejanas.
Tan lejanas, que ya se me olvidaron.

Tenía miedo escondido y latente a oír esa canción con esa voz rasposa porque tal vez me haría un huequito en el corazón, de esos medio dolorosos, medio impertinentes...
Y no encontré ese hueco, ni ese dolor. 
Solo encontré un poquito de nostalgia con sabor a un beso, a uno solo, el que escogí para recordarte y que nunca sabrás cual fué.
Parece que cerró ese hueco en forma de grieta en medio de una avenida cualquiera, en un instante en el que no me dí cuenta, porque precisamente se trataba de que pasara desapercibido, sin pena ni gloria.
Sin hacer mas escándalo del que siempre hice contigo. Ese escándalo que siempre gritaba en la mente, que nunca dije, nunca te susurré siquiera...

Ahora, me recuerda a mi.
No a ti.
Tal vez de eso se trataba todo.

(¿Cómo estarás?
¿Sentirás que sigues acercándote sin saberlo?
¿Creerás en la magia todavía o ya la olvidaste?)

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