Puso el paquete sobre mi escritorio.
Estaba metida en internet revisando algo que ya no recuerdo que era, y no puse atención hasta después, justo durante ese respiro que se toma para volver a la realidad consciente, a la realidad real que nos rodea.
Y entonces observé detenidamente el paquete, y la lata colocada sobre el papel encerado que lo envolvía toscamente.
Recordé cómo había llegado allí. Retrocedí mis pasos, que en realidad fué retroceder los pocos ¿o muchos? minutos que acababan de pasar.Llegó y me saludó con un beso en la frente.
Algo me dijo, probablemente un "¿estás muy ocupada?" a lo que debo haber contestado con un ausente y vago "si, un poco".
No tengo la mas puta idea de qué pudo haber sido tan importante para no haber volteado a verlo siquiera. Para no haber devuelto el beso de saludo, o haberle tocado el brazo, o acariciado su rasposa y ahora bien recortada barba rubia.
Estaba ahora sentado frente a mi, perdido en otra cosa.
Y yo seguía viendo hipnóticamente el paquete. Ahora veía tres pedazos ya sin pegamento de durex.
Llamaba mas mi atención que la lata vieja de arriba...
Esa ya sabía yo que tenía: té. La lata era de Harrods, pero sabía sin preguntar que dentro tenía Lyons Red Label, o Barrys...loose tea...
Si hubiera abierto la lata hubiera aspirado el olor a té irlandés. Negro. Negrísimo.
Pero el papel encerado era el que llamaba mi atención. Lo abrí rápidamente.
Una foto.
Que él tomó.
No tuve que preguntar para quien era, ni el motivo.
Para ella. El motivo: estar enamorado nuevamente.
Todo ésto, dos simples, simplísimas cosas, puestas sobre mi escritorio.
Por unos minutos en mi espacio diario, para acomodarse en unas horas, en el espacio que ella ocupa. Seguramente recibidos con una gran sonrisa, de esas que vienen desde los ojos...
Sonrisa de enamorada. Sonrisa feliz, aunque accidentada.
Y entonces, traté de recordar, algún regalo como ese.
Muchos que he dado.
De esos que son detalles estúpidos, que para mi valen...¿cuánto valen?...no lo sé...
¿cuánto puede valer una orquidea seca, o una cruz de plata, o un libro usado de poemas, o un libro que contiene cinco cartas?
Nada, no vale nada...
Y a mi.
Nadie me ha regalado algo así...
Un poco de té.
Una foto en blanco y negro. Tamaño postal.
Cosas tan valiosas, tan simplemente valiosas...
Mentiras...
De Navidad una amiga me regaló una piedra de Santa Lucía, que tiene una espiral.
Mi amiga Gitana me lee las cartas cada cumpleaños y ocasión inesperada y me regala un futuro incierto que parece ser cierto.
Una amiga para mi cumpleaños me regaló un cuento en el que me convertía en Sirena.
En la selva, mi nueva amiga chiapaneca me hizo tres collares de semillas y me regalo dos pedacitos de resina de la selva para perfumar el cajón de mi ropa interior.
Mi otra amiga buscó y buscó hasta que encontró en medio del bosque unas plantas que crecen como espiral y me las regaló.
Mi hijo me regaló unas hojas de albahaca y otras de epazote que él sembró.
Una vez, recibí una foto de regalo.
Sin dedicatoria...
No sé cómo es la letra de quien me la regaló.
Nunca le ví tomar una pluma y escribir algo.
Solo sé que le gustaba escribir con pluma fuente, con tinta Caran D'Ache, mas no las plumas de esa marca...
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