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sábado, 26 de junio de 2010

Cuerpo roto

Es el último de los sintomas.
Vá mas allá de la mente rota.
Cuando pasa eso, es cuando se rompe el cuerpo.
No puede haber algo mas allá.

Empieza sin aviso. De repente se rompe.
(la verdad es que si hubo un aviso)

Llegaba tarde y en el camino veía la luna. Decidí subir a verla, y en el momento en que llegaba, se cubrió de nubes.
No la ví mas, y no había un solo espacio en mi cielo que indicara que sería visible otra vez.
Recargada en el muro de cemento ví el suelo seis pisos debajo, y el frío me empezó a calar los músculos. Ese es un frío diferente al que cala los huesos: es mas espeso y penetrante. Me sentí cansada. Agotada. Débil.
Sentí que mis pulmones eran del tamaño entero de mi espalda de tan hinchados e inflamados y adoloridos, y que mis articulaciones se cubrían con un acero frío.
Decidí bajar pensando: "me estoy enfermando"...

Y se me rompió el cuerpo.

Aluciné en la noche, pensé en la selva, sentí los piquetes de mosco que estaban por todo mi cuerpo. Recordé el queso de cabra y tomate deshidratado del medio día, y los tacos orientales de la noche.
Todo se quebraba en mi cuerpo.
No me calentaba con los calcetines a rayas, ni con la pijama de invierno, ni con las cobijas pesadas. Temblaba en posición fetal. No podía dejar de temblar.
No podía acercarme al buró por agua.
No podía moverme con el cuerpo roto.
La debilidad del cuerpo roto no tiene igual.
La voz no sale mas que en susurro.
El cuerpo se mueve sin fuerza, pesadamente, lentamente, angustiosamente.

Cuando se rompe el cuerpo, cuando hay fiebre inexplicable y dolores que atacan de repente, solo significa una cosa: que no hay mas allá.

Es lo que sigue a cuando se rompe la mente y el alma. Y eso solo significa, que como el ave fénix, todo se está recomponiendo y renaciendo.
Olvidando y recomenzando por tercera, cuarta o sexta vez...
No importan las veces que se tenga que comenzar, nadie me toma el tiempo, nadie me juzga, nadie me gana ni pierdo contra nadie.

Y luego componen las articulaciones, los espasmos estomacales se detienen, la fiebre y los alucines desaparecen,. Todo se esfuma así como llegó.

Mientras tanto, adviles, buscapinas y tazas de te con calcetines a rayas y pijama caliente. Treda para los espasmos que me doblan de dolor.
Como dice Aida: a nosotras nadie nos cuida, y ahora a mí menos.
Me sé cuidar sola.
Y cuidar un cuerpo roto da muchos puntos al final del camino.
(me urge el cuerpo armado de nuevo)

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