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sábado, 5 de junio de 2010

¿Por qué hacer las cosas fáciles si se pueden hacer difíciles?

Eso lo decía Ramón, el papá de mi amiga Marión.

Tan fácil es, como que alguien te hace reír y tu a esa persona.
Pero eso es lo que dice la imaginación.
Hacerlo difícil es la realidad de esa risa.

Como cuando lees un correo breve con una aclaración y un "atentamente" y te ríes mucho, y dices en la mente una respuesta que sabes hará reír mucho a esa persona. Lo sabes en la imaginación, en la realidad lo recuerdas en otra lejana vida y de un delete que suena a manotazo sobre un escritorio, desapareces la respuesta junto con las risas virtualmente compartidas.

Y mientras doy el manotazo, me doy cuenta que mi mente ha estado ausente de cosas que me gusta(ba)n: leer, nadar.

Cuento en el buró cuatro libros medio empezados, sin contar los que ya pasaron al otro lado, al buró vacío.
La realidad es que los dos son mis burós.
Duermo del lado derecho, la lámpara está en el lado derecho, mis cosas importantes en el buró derecho, pero un día decidí comenzar a dormir en medio de la cama y hacerme dueña por igual del buró izquierdo.
Entro del lado derecho de la cama, para "a brinquitos", irme apoderando del centro, en lo que acabo de escribir como Brígida, o en lo que medio leo una revista fácil, o pongo un libro en la cama, lo toco, leo la cuarta de forros, abro la primera página, lo volteo...lo manoseo, lo cambio de lugar....lo sacudo, pero no lo leo...
Y mecanicamente, en las noches, entre sueños y despiertos, me regreso poco a poco al lado derecho.
Y solo pienso que el colchón se va a ir deformando. Que un día voy a tener que sudar cargándolo y volteándolo, y me da una güeva terrible el solo pensarlo...

Lo mismo pasa con la alberca. Mi backpack con mi banda polar, mi mp3 sin estrenar pero cargado con 60 minutos de música, la toalla superabsorbente que trajo mi hermanita de Barcelona, mi bata para después de bañarme, crocs, bloqueador están empolvándose junto al buró derecho.
Ya me acostumbré a verla, ya es como una hija del buró.

Todo ésto pensaba anoche cuando recordé a Azucena y su "Decálogo del Lector" que una vez me dijo existía.
Y como también tengo una enfermedad que se llama "cuadernitis", me puse a pensar dónde había guardado el cuadernito con sol y luna, con estrellas acuareleadas donde lo anoté.
Y mientras buscaba, pensé que encontraría ese "Amargo Animal" que por azares no tan azarosos del destino se perdió en la mudanza de Brígida.
Encontré mi cuaderno junto con mis moleskins de viaje, la roja, la negra, el cuaderno de paz, el diario sin terminar, el de las flores cursis, el del club de lectura y mis agendas de hace muchos años...
Y releí el decálogo, para decidirme como conclusión a hacer lo que quiera con mis libros.
Tengo derecho a leerlos, releerlos, dejarlos por un tiempo, tocarlos, guardarlos, regalarlos, meterme en ellos, salirme cuando lo desee...entre otras cosas.
Por lo pronto los ex libris para marcarlos, para tatuarlos con espirales llegarán la próxima semana.
Sacaré cada uno de ellos de su espacio en el librero para tocarlos, marcarlos, olerlos, amarlos y reconciliarme con cada uno en forma única, especial, diferente, y que olviden que tienen que perdonarme por haberlos olvidado en algún momento...

Y respecto al agua y mi speedo.
Me esperan para cuando decida, al igual que la Sirena que se ríe desde las entrañas, el dulce Tritón que ayer me llamó cantando para decirme que me extraña...
Igual que cadá gota de agua que limpia Aurelio todas las mañanas...
Igual que mi vida entera en esa alberca...

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